Las recientes Asambleas regionales del Opus Dei, que llevaban por título “Profundizar en el carisma y renovar nuestro deseo de servir a Dios, a la Iglesia y a la sociedad”, han puesto de nuevo de manifiesto el papel protagonista de los jóvenes en el presente y futuro de la Obra. Junto a toda la Iglesia, el Opus Dei ha recorrido un camino de reflexión acerca de la pastoral vocacional y el acompañamiento en los procesos de discernimiento de las vocaciones al celibato.
🎙 Escucha la entrevista del vídeo sobre la formación cristiana que el Opus Dei proporciona.
Hace un año, además, se lanzó Youth, una plataforma dirigida a los jóvenes dentro de la página web del Opus Dei. Coincidiendo con este aniversario, hemos hablado con Lidia Via, responsable de juventud de la Asesoría Regional del Opus Dei en España, para conocer de cerca la actividad formativa con gente joven que hace hoy el Opus Dei en nuestro país, así como los aprendizajes y mejoras que ha habido a lo largo de casi cien años de historia, y las ilusiones y retos que se presentan en el futuro.
Lidia Via es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Reputación Corporativa por la Universidad de Navarra. Madrileña, de padres catalanes, ha dirigido asociaciones juveniles impulsadas por el Opus Dei en Madrid, Zaragoza y Tenerife, así como un Colegio Mayor en Madrid.
Ha puesto en marcha iniciativas de emprendimiento en el ámbito de la comunicación creativa y asesora a distintas iniciativas y organizaciones en el ámbito de la comunicación estratégica. Desde hace cinco años forma parte del equipo de dirección de mujeres del Opus Dei en España, en la que es la responsable de juventud.
Enlace relacionado: Medios de formación cristiana para gente joven
En esta conversación, vamos a hablar de jóvenes en el Opus Dei. Para empezar por el principio, ¿cómo explicarías qué es el Opus Dei?
El Opus Dei es cada persona del Opus Dei. Católicos que quieren, con la ayuda de Dios, contribuir a la misión evangelizadora de la Iglesia, siendo coherentes con el mensaje de Cristo en nuestra vida diaria –especialmente en el trabajo– y tratando de colaborar con la gracia de Dios para que muchas personas puedan conocer y encontrarse con Cristo personalmente.
En los inicios, el Opus Dei no tenía actividades formativas para menores de edad. ¿Cuál fue el motivo de empezar estas actividades?
Fue una evolución natural, propia de una realidad eclesial que va creciendo junto a los primeros fieles que la conforman. San Josemaría, cuando comienza el Opus Dei con veintiséis años, empieza reuniendo a sus amigos, a jóvenes universitarios y jóvenes profesionales, por lo que las primeras iniciativas de formación son residencias universitarias. Este fue el comienzo de la labor de san Rafael, que es como se llama en la Obra a la actividad de formación con jóvenes.
Con el tiempo, esos jóvenes forman sus propias familias y quieren para sus hijos esa formación y ese acompañamiento que a ellos les ha ayudado a acercarse más a Dios. Así empiezan las primeras actividades para adolescentes y las primeras asociaciones juveniles, en los años 50. También, en los años 60, algunos padres pusieron en marcha colegios en los que querían contar con la Obra para la orientación cristiana de la tarea educativa con los alumnos, alumnas y sus familias.
¿Y qué ofrece el Opus Dei a los jóvenes?
El Opus Dei ofrece actividades de formación espiritual y humana para jóvenes, con el fin de inspirarlos para que lleguen a ser mujeres y hombres íntegros, que viven el mensaje cristiano en su vida cotidiana, contribuyendo de esta manera a mejorar su entorno social y profesional.
Estas actividades son variadas, también en función de lo que cada persona busque o necesite. Para los chicos y chicas que piden a la Obra ayuda para vivir su vocación cristiana en medio del mundo, hay una propuesta de formación que incluye clases semanales sobre temas de vida espiritual y de enseñanza católica, acompañamiento espiritual, momentos de oración y de darse a los demás a través de las catequesis y de la ayuda a personas necesitadas.
Se trata de una formación que busca animar a los jóvenes a crecer en su trato personal con Jesucristo, a profundizar en el conocimiento de su fe, a servir a los demás, ser buenos amigos, prepararse para ser buenos profesionales y ciudadanos en el futuro, y cuidar de su familia.
La ilusión del Opus Dei en la labor de san Rafael es poder acompañar a los jóvenes para que sean, como decía san Josemaría, “cristianos llenos de optimismo y empuje capaces de vivir en el mundo su aventura divina”, y de esta manera hacer el bien y mejorar la sociedad que les rodea.
Parece que en la actualidad hay un alejamiento de los jóvenes respecto de los mensajes de la Iglesia y el estilo de vida cristiano. ¿Qué retos encontráis en la formación de la juventud de hoy?
Lo primero que me gustaría decir es que en ocasiones escucho una visión de los jóvenes de hoy que, en mi opinión, no refleja toda la verdad. Parece que son personas cansadas, frágiles, sin capacidad de comprometerse con ideales altos; y esa no es mi experiencia.
Como todos, son hijos de su tiempo, y cada momento de la historia nos hace ser y vivir de una manera concreta. Tenemos un ejemplo cercano en cómo han reaccionado todos los jóvenes de España, católicos y no católicos, con la DANA de Valencia. Cientos de ellos han ido a ayudar desde todas las ciudades del país.
Nos gustaría que la formación que reciben les ayude a impactar de manera positiva en la sociedad. Que puedan –con su estudio y su trabajo profesional, con su modo de relacionarse y de afrontar las dificultades– hacer el bien y mejorar el mundo en el que viven. Para esto, se hace necesario ayudarlos a adquirir un sentido crítico constructivo, de manera que descubran en cada tendencia, en cada situación, que la vida no funciona como en las redes sociales en las que solo tengo la opción de decidir si me gusta o no me gusta.
La vida, las personas, tenemos matices, y eso es enriquecedor. Tenemos el reto de formar a chicos y chicas que han crecido en un contexto de polarización y de confrontación, y ser capaces de ofrecerles espacios de apertura, plurales, en los que sepan moverse con soltura, siendo quienes quieren ser a la vez que conviven con otros estilos, con otros modos, con otras ideas.
En las Asambleas que han tenido lugar en España, hemos recibido sugerencias de personas de la Obra y de gente cercana sobre la necesidad de que haya más apertura en los centros de la Obra, que se hagan más actividades para personas alejadas de la fe, que se acoja a personas más variadas. Queremos trabajar en este sentido porque eso nos mejora y, sobre todo, nos hace más parecidos a Cristo.
A la vez, lo bonito de la Iglesia y del Opus Dei –lo “real”, por así decirlo–, no es tanto lo que se hace a nivel corporativo (en las residencias universitarias, en las asociaciones juveniles, etc.), sino lo que puede aportar la vida de cada persona del Opus Dei en el contexto en el que se mueve. En esta línea, como decía san Josemaría, los entornos de la Obra no deben ser nunca “una especie de reductos defensivos; sino, por el contrario, un ejemplo manifiesto y concreto de espíritu abierto, de comprensión”.
Y toda esta formación que dais a los jóvenes, ¿está orientada a que las personas sean del Opus Dei?
No. El fin que tiene la labor que hacemos con los jóvenes es recordarles que todo el mundo está llamado a la santidad, y que, por tanto, cada uno tiene una vocación, una llamada, una misión en el lugar en el que está. Ese es el mensaje del Opus Dei. Queremos contribuir a la misión de evangelización que tiene la Iglesia, a la que Jesucristo nos invita a colaborar de manera personal.
Por eso, tratamos de promover que los jóvenes descubran y elijan por sí mismos su propio camino. Como dice el papa Francisco en la Exhortación Apostólica Christus vivit, dirigida a los jóvenes, es importante hacerse la pregunta “¿cómo se vive la juventud cuando nos dejamos iluminar y transformar por el gran anuncio del Evangelio?”.
En este sentido, el Opus Dei es simplemente un camino más dentro de la Iglesia, y lo normal es que la mayoría de los jóvenes que se acercan a la formación del Opus Dei no vayan a pertenecer nunca a la Obra. También, como es lógico, entre los jóvenes que participan en estas actividades, algunos llegan a considerar que su vocación está en el Opus Dei, sea en el celibato apostólico, sea en el matrimonio.
¿A qué edad una persona puede ser miembro del Opus Dei?
Sólo es posible ser miembro del Opus Dei a partir de la mayoría de edad. Nadie menor de dieciocho años puede incorporarse. Sin embargo, la vocación es una experiencia personal, fruto de la relación con Dios, que puede intuirse antes.
En este sentido, cuando un joven manifiesta un deseo de ser de la Obra viviendo el celibato, el Opus Dei contempla en ese proceso vocacional distintos pasos.
¿Cuándo se puede pedir la admisión en el Opus Dei?
A partir de los 16 años y medio se puede pedir la admisión en el Opus Dei escribiendo una carta al Prelado y continuar con el proceso de discernimiento (ya que esto no implica ninguna incorporación jurídica). A partir de la mayoría de edad, si la persona confirma su deseo de seguir adelante, puede incorporarse a la Obra.
¿Esta incorporación es definitiva? ¿Cómo se asegura la libertad de la persona?
Desde esa primera incorporación, continúa un periodo de al menos cinco años donde uno debe reafirmar que quiere ser miembro del Opus Dei en distintas ocasiones, como una manera de asegurar que es un proceso en el que es protagonista. De hecho, desde que la persona solicita la admisión hasta que realiza la incorporación definitiva, por lo menos manifiestas explícitamente ocho veces el deseo de pertenecer a la Obra.
Estos hitos en el proceso vocacional permiten comprobar la libertad y la idoneidad de la persona y que la misma persona vaya confirmando –o no– si ese es su camino en la Iglesia.
¿Cómo es el proceso de discernimiento para ser parte del Opus Dei?
El discernimiento es algo fundamentalmente vivencial. A mí me ayudan las palabras del Papa Francisco en su catequesis sobre el discernimiento, donde explica que es un proceso tan bonito como “agotador” porque pones en funcionamiento tu cabeza, tu voluntad, tu corazón, todo lo que eres, a la vez que te das cuenta de que, como dice el Papa, “Dios es Padre y no nos deja solos”.
Son procesos que combinan la sencillez y la complejidad a partes iguales. La sencillez en el sentido de que una persona va viendo, intuyendo, que Dios le llama a una forma de ser y estar en la vida y va comprobando si ese es su lugar y, en cierto sentido, si se siente cómoda y feliz en esa misión, aun sabiendo que todo camino es una aventura; y complejo porque no hay nada externo que te asegure que eso es para ti. Forma parte del claroscuro de la fe.
Por otro lado, como para toda vocación en la Iglesia Católica, el proceso de admisión y discernimiento es largo, con la finalidad de que sólo las personas que lo quieran libremente puedan incorporarse. Para comenzar, tienes que expresar tu deseo de formar parte de la Obra. Luego, a lo largo de al menos seis meses recibes una formación y acompañamiento personal que te permiten comprender a fondo el tipo de compromiso para el que te estás preparando.
Esto es seguido por al menos otro año de formación y discernimiento, a partir del cual se puede hacer lo que sería la primera incorporación, que es temporal. Después, durante al menos cinco años la persona debe confirmar anualmente su deseo de seguir adelante. Puede parecer demasiado, pero el hecho de que tengas que ir reafirmando tu deseo de ser del Opus Dei, a lo largo de al menos seis años, facilita la comprensión de tu propia llamada, y ayuda a la Obra a acompañar en un proceso en el que es necesario confirmar la libertad, el protagonismo y la idoneidad de la persona en concreto.
¿Qué hace que una persona joven, con vocación al celibato, se decante por ser numeraria o agregada?
La vocación es un misterio. En el Opus Dei todos tenemos una vocación única, pero hay distintos modos de estar dentro del Obra. Cuando uno ve que su llamada es al celibato apostólico, también decide cómo proyectar su vocación y su compromiso con Dios de una manera concreta.
Según su modo de ser, sus circunstancias vitales, su carácter, sus aspiraciones, va descubriendo si se ve más como numeraria o numerario (dedicado a la formación de los demás miembros de la Obra, viviendo habitualmente en un centro, abierto a impulsar el desarrollo de la Obra en otros países, si se ve capaz de moverse de un sitio a otro, o formando parte del gobierno de la Obra), o como agregada o agregado (realizando un amplio apostolado en su entorno familiar y profesional, y colaborando con la formación que se da a las personas que se acercan a la Obra).
En mi experiencia de acompañamiento vocacional, la clave es preguntar a la persona ‘tú, ¿cómo te ves?’, y animarla a dialogarlo con Dios. Por eso ahora procuramos que en todos los centros de la Obra haya numerarias, agregadas, numerarias auxiliares y supernumerarias de manera que las jóvenes puedan ver referentes, la vocación hecha vida de maneras distintas. Tampoco es infrecuente que fruto de ese discernimiento inicial alguien empiece su camino de una forma y lo prosiga de otra.
¿En qué medida el Opus Dei ha implementado mejoras en los procesos de discernimiento vocacional?
Pienso que en el Opus Dei, como ocurre en otras instituciones de la Iglesia, fruto de las buenas y las malas experiencias, se han hecho aprendizajes importantes sobre los procesos vocacionales. Por ejemplo, como decía, hemos profundizado en lo que significa el discernimiento vocacional, reforzando el protagonismo de quien siente la llamada de Dios, y desde el punto de vista institucional con una visión que podríamos llamar paciente, que refuerza la madurez necesaria y busca que la persona tenga una certeza aún más profunda y consciente sobre sus decisiones.
Hemos adaptado los plazos de incorporación, porque hemos entendido más la necesidad de los tiempos para este discernimiento personal y eclesial. El Prelado, tras estudiarlo con sus consejos de hombres y mujeres que colaboran con él en el gobierno del Opus Dei, flexibilizó hace un par de años los plazos de incorporación de manera que se puedan valorar mejor con cada persona, que es la que, junto con la institución, va viendo cuándo y cómo se ve más preparada para hacerlo. También hemos desarrollado una sensibilidad más profunda ante quienes dejan de ser de la Obra durante este proceso, y una mayor comprensión de los posibles motivos.
Por otro lado, estamos trabajando de manera más consciente y clara en la formación de las personas que ya somos del Opus Dei y que acompañamos a jóvenes en su proceso vocacional. Nos formamos continuamente en este sentido y trabajamos documentos del Papa actual y de los más recientes y otros documentos de la Iglesia que hablan del discernimiento, para asegurar que los jóvenes que se plantean la vocación se sientan y sean libres y felices en este camino.
Aunque de entrada parezca que no tiene que ver con el discernimiento, con los años hemos profundizado también en la unidad de cada persona con su propia familia. No solo en el inicio de la formación, donde el Opus Dei realmente acompaña y ayuda a los padres en su misión de educar a sus hijos, sino a lo largo de toda la vida. Por ejemplo, en el caso de las que somos numerarias y vivimos en centros de la Obra nos ilusiona que las familias conozcan a las personas con las que vivimos y puedan participar de mi vida, como yo lo hago de la suya.
¿Cómo se informa a las familias para que conozcan la vocación de sus hijos?
Actualmente es necesario, y se vive así, que todas las personas empiecen este camino con el conocimiento de sus padres. No solo menores sino también mayores de edad que son jóvenes y con frecuencia dependientes de ellos. Las familias conocen que sus hijos o hijas están en un proceso vocacional y se cuenta con ellos para recorrerlo.
Además, se fomenta que las personas que les están orientando o formando en las asociaciones y centros, tengan una relación sólida con las familias; no solo en los casos en los que sus hijos o hijas manifiestan el deseo de ser de la Obra o empiezan a serlo, sino que tratamos de ir a la par con la familia en la formación de cada persona.
¿Y en qué consiste la figura del aspirante?
Los aspirantes son chicas y chicos mayores de catorce años y medio que intuyen una llamada de Dios a pertenecer al Opus Dei como personas célibes –numerarios o agregados–, pero que no pueden hacerlo aún porque son menores de dieciocho años y tampoco tienen la edad para poder pedir la admisión. En estos casos, la Obra acoge ese deseo y acompaña ese proceso conforme a su edad.
En este tiempo no son miembros de la Prelatura y no asumen ninguna obligación ni responsabilidad. Lo que reciben es orientación espiritual y formación para conocerse mejor, profundizar en la doctrina de la Iglesia y los sacramentos, ser mejores hijas e hijos de sus padres, mejores amigos, estudiantes, etc.
Se les ayuda a reflexionar sobre su misión apostólica en el mundo y también se les va explicando el espíritu del Opus Dei, de forma que vayan teniendo información suficiente conforme a su inquietud vocacional. En cualquier caso, por lo menos en España, esta figura actualmente no es tan extendida como en otros tiempos, pienso también por los ritmos más pausados de las nuevas generaciones.
Además, la figura del aspirante ha cambiado con el tiempo, tanto en el modo de comprenderla como en el modo de vivirla. Fruto de la experiencia que va adquiriendo el Opus Dei en los procesos vocacionales, hemos adaptado tanto la formación como el acompañamiento que reciben en este periodo de su vida, en el que se trata de consolidar su propia madurez humana y espiritual, y hemos comprendido mejor en la práctica la necesidad de ir de la mano de sus padres.
Por ejemplo, durante un tiempo, se animó a los aspirantes a vivir lo más parecido posible a una persona del Opus Dei. En cambio, desde hace años, la formación se centra en ayudarles a crecer personalmente como cristianos en medio del mundo, al mismo tiempo que se trata con ellos esa inquietud que tienen de entregarse a Dios.
Pienso que todos estos cambios de los que hemos ido hablando, que se han dado en torno al año 2000, son fruto del aprendizaje que ha hecho la Obra y de una mejor comprensión de los jóvenes y familias de hoy.
Y las vocaciones de célibes, ¿proceden generalmente de familias del Opus Dei?
La realidad de las vocaciones en el Opus Dei ha evolucionado mucho. En España, por ejemplo, al principio, lo más normal era que los hijos y las hijas fueran los que dieran a conocer el Opus Dei a sus padres. Después, lógicamente, esos jóvenes formaron sus propias familias y en la vida cotidiana educaron a los hijos en la relación personal con Dios, la importancia de los lazos familiares, el deseo de servir a los demás, la importancia del trabajo bien hecho, la amistad… Es decir, dan a sus hijos lo que para ellos ha sido relevante en su propia vida cristiana.
Como para poder querer algo debes conocerlo antes, creo que tiene toda la lógica que muchas de las vocaciones que vienen al Opus Dei en España surjan de familias cristianas que también han transmitido a sus hijos el espíritu cristiano del Opus Dei. Pero cada familia es un mundo. En la mía, por ejemplo, mis padres son de la Obra pero cada uno de mis hermanos ha diseñado su vida de manera completamente distinta.
Además, en otros países, entiendo que las situaciones son muy diferentes: en algunos las vocaciones suelen ser en adultos conversos, por ejemplo, porque apenas existen familias católicas.
Aun reconociendo que cualquier institución de la Iglesia tiene una misión evangelizadora y desea tener vocaciones, hay personas que consideran que el Opus Dei durante años ha sido insistente en el modo de plantear a los adolescentes si tenían vocación y animarles a dar el paso. ¿Qué responderías?
Como he explicado antes, al ser una parte de la Iglesia, compartimos la misión de evangelizar. La manera en que se ha llevado a cabo esa misión ha evolucionado con el tiempo y puede haber sido percibida de distintas maneras según la experiencia de cada persona.
En toda la Iglesia, al igual que en el resto de la sociedad, ha habido un profundo cambio en el modo de acompañar a los jóvenes. De ahí que en la reflexión sobre la pastoral vocacional, en especial en el discernimiento sobre todo en adolescentes, se dé importancia a la madurez, la prudencia y el respeto para llevar a cabo un acompañamiento adecuado.
No somos ajenos a que hay personas que han pasado por el Opus Dei que manifiestan haber sentido una presión en este sentido, y siento mucho que esa haya sido su experiencia. Me gustaría que no hubiera pasado.
Pienso que, en las primeras décadas de expansión, el entusiasmo por transmitir el mensaje del Opus Dei, muy vinculado a la acción, pudo haber llevado, en algunos casos, a un enfoque bien intencionado pero quizás demasiado insistente. No obstante, en el Opus Dei siempre se ha sostenido que la vocación es una llamada personal y libre, y ha tratado de que cada persona reflexione profundamente, en presencia de Dios, con libertad y sin presiones, sobre su propio camino espiritual.
Parece que en la Iglesia y en el Opus Dei hay una crisis de vocaciones o que muchos de los que empiezan el camino después lo dejan. ¿Qué nos dirías sobre esto?
Es cierto que el número de vocaciones con respecto a los años noventa y primeros años del dos mil ha bajado. Dios es el que suscita las vocaciones; nosotros, como decía el Prelado recientemente en una entrevista, colaboramos con la gracia de Dios para que muchos puedan tratar a Jesucristo.
A la vez, las vocaciones no son el único fruto y, siendo menos que en otros momentos, damos muchas gracias a Dios por las personas que le siguen entregando su vida en el Opus Dei, tanto en el celibato como siendo supernumerarios y supernumerarias, o en otros caminos dentro de la Iglesia; y son muchas las familias, jóvenes y adultos que se acercan a la Obra y agradecen la ayuda que se les presta en su formación.
Es cierto también que muchas personas han sido de la Obra y no han seguido adelante. Sentimos que algunas tengan un mal recuerdo de sus años en el Opus Dei o se hayan sentido solas en el momento de su salida y con el paso de los años. En este sentido, nos pudo faltar cercanía y compromiso con esas personas y quizá pusimos más el foco en que su salida no tuviera un efecto negativo en el resto de personas de la Obra. Pienso que desde hace muchos años esto no es así, y en todo caso, queremos trabajar más para que no lo sea.
También me consta que son muchas personas las que consideran que sus años en la Obra fueron felices y los ven como una ayuda que Dios ha querido para forjar en ellos unas raíces cristianas sólidas y continúan muy cerca, incluso han pedido de nuevo la admisión en el Opus Dei.