Como acostumbran tantos fieles devotos sevillanos, el prelado del Opus Dei, Mons. Fernando Ocáriz, puso al amparo de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, al llegar en la tarde del 4 de mayo, toda la actividad que desplegaría hasta el 8 de mayo en la capital andaluza. E hizo lo propio a la mañana siguiente en la Catedral de Sevilla ante la imagen de la Virgen de los Reyes, patrona de la ciudad y de su archidiócesis, antes de saludar al arzobispo Mons. José Ángel Saiz Meneses.
Llenarse de esperanza en el apostolado
Mons. Ocáriz alentó a sus interlocutores a un esperanzador apostolado. Lo hizo tanto en las múltiples recepciones a colectivos educativos, sociales, directivos o familiares, como en los tres encuentros que celebró con varios cientos de familias, que sumaban más de dos mil quinientas personas cada vez, andaluzas y extremeñas, en el auditorio Cartuja Center Cite de Sevilla.
Escuchó con interés las iniciativas apostólicas personales de un grupo de profesoras de universidad con quienes se reunió en el Colegio Mayor Alborán: un seminario sobre la “Economía de Francisco”, una asignatura sobre fe y razón para universitarias, el impulso de una Hermandad Universitaria en Córdoba…
Se reunió con una representación de toda la comunidad educativa del Grupo Attendis, con veinte colegios en las principales ciudades del sur, que celebra su 50 aniversario en Andalucía y Extremadura, para alentarles a secundar el lema de su encuentro: “Revivir el origen para proyectar el futuro”. Y, como deseaban reeditar con el prelado el impulso de san Josemaría a las primeras familias promotoras e iniciadoras de los colegios, Mons. Ocáriz les invitó a “valorar que cada persona vale toda la sangre de Cristo y, por tanto, por salvar a un alma, por ayudar a una persona, merece la pena cualquier esfuerzo”.
En el centro educativo Albaydar, obra corporativa, Mons. Fernando Ocáriz bendijo una placa conmemorativa de la consagración del altar del oratorio, hecha por san Josemaría el 1 de octubre de 1968, quien visitó Albaydar en dos ocasiones. La placa recoge una frase que pronunció en su última visita (1972): “A quererle, a quererle bien. ¡Tratadme bien al Señor! Me da mucha alegría este oratorio. Me gusta. Veo que le queréis”. Tras la bendición de la placa, D. Fernando saludó a la junta directiva, al equipo directivo, al profesorado y al personal de administración y servicios.
A Ana, jerezana y maestra de educación física en la escuela pública, le animó a “querer a la gente de verdad, sin miedo”. A Rosario, abuela de Pedro Ballester, numerario joven fallecido en Manchester en 2018 por un cáncer, sugirió contar a los nietos su sabia experiencia de la vida. A la letrada Beatriz, que cultivara la amistad con sus colegas de profesión. A Teresa y Antonio, matrimonio joven, que aprovechen el potencial de las redes sociales para hacer el bien. Y a María, médico forense, que batalle con prudencia, con valentía y con la cercanía de la amistad los desafíos de la llamada “cultura de la muerte”.
Conciliar es priorizar a la familia
María y Fran, que trabajan en el sector de la moda, le preguntaron cómo conciliar trabajo y familia y D. Fernando les explicó que “conciliar es priorizar la familia, es priorizar la caridad, y es establecer una jerarquía de valores con un orden flexible, al que someterse voluntariamente cada uno en beneficio de la propia familia”.
A Goico, que trabaja en una agencia por las mañanas y que por las tardes invierte su tiempo en la secretaría ejecutiva de un colegio mayor universitario, le recomendó buscar también la conciliación “haciendo de tu trabajo, en casa y en la empresa, una ocasión de encuentro con Cristo”.
Con Luis, director de un centro educativo, habló públicamente del valor de la ejemplaridad en casa: “el ejemplo de sobriedad, explicó, habéis de darlo los propios padres, con la moderación en los gastos, en la diversión, en la comida… Y todo ello sin dar lecciones, sino con el ejemplo y transmitiendo con alegría una experiencia y explicando por qué vale la pena”.
Lo mejor para cada uno es la voluntad de Dios
Isa, numeraria auxiliar, le preguntó sobre la vocación. Después de explicar que la vocación es un don de Dios, D. Fernando añadió que es importante entender cómo el fenómeno vocacional en la Obra es el mismo para todos: “toda vocación al Opus Dei está fundamentada en los mismos pilares: la santificación del trabajo, la filiación divina, la centralidad de la Eucaristía, el amor a la libertad, el afán apostólico…. Es la misma vocación porque tenemos también los mismos medios: la oración, el plan de vida, los círculos, los retiros… Y tenemos todos también la misma misión: la de llevar este mundo a Dios, ir transformando el mundo en algo grato a Dios: eso es abrir los caminos divinos de la tierra, que decía san Josemaría, mediante la capacidad que Dios nos da para santificar el trabajo”.
Miguel, supernumerario desde hacía más de treinta años, le manifestó su alegría por tantas realidades y movimientos nuevos, expresión de la vitalidad de la Iglesia, y le dijo que su vocación al Opus Dei llenaba y comprometía con totalidad su vida; la pregunta versó sobre cómo valorar y aprovechar los medios de formación que la Obra ofrece para ayudar a ser santos en medio del mundo. El Prelado le contestó que en los medios de formación no escuchará quizá ya algo novedoso, pero lo relevante es la actitud de examen personal y de deseo de mejorar en aquello que escuchaba, pidiendo luces y fuerzas al Espíritu Santo; y, D. Fernando le comentó también que hay muchos caminos para seguir a Jesucristo y lo verdaderamente significativo es que cada uno siga el camino para el que Dios le llama.
Es posible sufrir y ser feliz
“Cuando nos cueste ver, cuando nos cueste entender, que Dios es realmente el camino, la verdad y la vida, pensemos que el amor se manifiesta en la Cruz”, afirmó D. Fernando al comienzo de una de las tertulias que abarrotaron, por tres veces en dos días, el auditorio de la Isla de la Cartuja en Sevilla.
Y añadió que, ante las dificultades objetivas del ambiente, hemos de pensar que “precisamente por eso el Señor cuenta más con cada una y cada uno, y nos da más gracia para olvidarnos de nosotros y preocuparnos más por los demás, fórmula que es de tal eficacia, añadió parafraseando a san Josemaría, que el Señor lo premia con una humildad llena de alegría”.
El prelado del Opus Dei también señaló la importancia de estar felices a pesar de las dificultades porque, aunque parezca contradictorio, se puede ser feliz con el dolor y el sufrimiento. Esto es algo, explicó, “que se puede palpar en la vida de san Josemaría: en sus últimos años tenía problemas de salud física y un enorme sufrimiento por la crisis en la Iglesia, y sin embargo los que estábamos con él lo veíamos contento, feliz, con buen humor. No es que hiciera un esfuerzo especial con nosotros, sino que estaba contento sufriendo, algo que sólo es posible en unión con Jesucristo”.
El miedo no es cristiano
David contó con orgullo su alegría por la vocación de sus hijos, y pidió a D. Fernando su ayuda para explicarse bien ante otros padres: “transmite tu experiencia —le aconsejó—, respeta su libertad, y trata de explicar que no hay que tener miedo al Señor, porque el miedo no es cristiano”.
Asimismo, en uno de los encuentros con jóvenes, D. Fernando explicó que “el celibato ciertamente supone el sacrificio de renunciar al matrimonio, pero es importante saber que no es una novela rosa, que el matrimonio es duro, que existen las dificultades y que, por eso, Dios ha querido un sacramento para el matrimonio, porque un matrimonio santo requiere mucho esfuerzo y mucha gracia de Dios”.
D. Fernando animó a los jóvenes a tener apertura y generosidad ante la vocación, sea al celibato o al matrimonio, “porque en ambos casos hace falta mucho amor, entrega, generosidad y espíritu de sacrificio. Lo importante es que cada uno siga el camino para el que Dios le ha llamado, que es además, donde más feliz va a ser”.
Ambiente de familia
A pesar del numeroso público presente en la sala, se advertía un ambiente de familia provocado por la presencia del prelado del Opus Dei, a quien familiarmente se le llama Padre.
Paco y Pepe amenizaron varias tertulias cantando la Salve Rociera; lo propio hizo en otro de los encuentros el grupo “Sones de Altair”, que cantó sevillanas para amenizar el tiempo de espera al Padre y uno de los momentos de descanso de la tertulia; un grupo de chicas cantaron y bailaron sevillanas; Ana y Sofía regalaron al Padre un cajón flamenco con la Virgen del Rocío, el logo de su club juvenil y un buen puñado de mensajes y cartas de familias, niños y niñas; y una joven cantó una canción propia, escrita por ella, con el título “Manejar el viento”.
En ese mismo encuentro con jóvenes sonó la 6ª sinfonía de Beethoven, que era la que escuchó D. Fernando cuando decidió hacerse de la Obra, y él recordó ese momento ante las jóvenes. Estaba pasando el verano en casa de su hermano en Cádiz. Allí se decidió mientras escuchaba música, aunque confesó que “realmente no fue por la música…”. Un poco después, propusieron a D. Fernando un divertido juego de preguntas sobre san Josemaría en Sevilla, para el que pidió la ayuda del público.
Larissa contó a Don Fernando que ha trabajado en varias agencias de noticias católicas, donde comprobó la universalidad de la Iglesia y la importancia de la unidad con el Papa. Le dio al Padre las gracias por contar con todos para la preparación del Congreso General convocado para adecuar los Estatutos de la Obra a las peticiones del Santo Padre y le transmitió que han rezado y siguen rezando por esta intención “hasta que usted nos diga, Padre”. Igualmente pidió al prelado del Opus Dei que cuando vuelva a ver al Papa le recuerde que en la Obra rezamos por él. Como ella sabe que cuando le dicen que rezan por él, Francisco pregunta bromeando “¿a favor o en contra?”, le ha dicho al Prelado que, por supuesto, le confirme que “nosotros siempre rezamos a favor”.
Mons. Ocáriz en todos los encuentros públicos pidió oraciones por el Papa y por la Iglesia, “hay que rezar mucho por el Papa, como él mismo lo pide, porque es el vicario de Cristo y porque lleva un peso enorme sobre sus hombros”.