Fui niña, y me acogisteis

Elena y Andrés aceptaron un día que no podían tener hijos, pero no sellaron su casa. Durante el Año de la Misericordia han acogido a dos hermanas cuyos padres no pueden cuidarlas. De momento. Saben que un día dirán adiós. Y también saben que dar hogar y cariño sin esperar nada a cambio es "otra manera de amar y servir".

Andrés y Elena. Durante el Año de la Misericordia han acogido a dos hermanas cuyos padres no pueden cuidarlas.

Elena y Andrés se casaron en 2001 y viven en Vigo (España). Ellos mismos narran así la introducción de su historia: «Como cualquier matrimonio, soñábamos con los hijos que tendríamos. Pero no llegaron. Los hijos son un don de Dios. Y a veces sucede que Dios no concede hijos».

Desde hace casi un año viven bajo su techo dos hermanas de 9 y 4 años. Lógicamente, “sueñan con volver con sus padres”. El acogimiento familiar es así. Techo y cariño temporal

Una vez “aceptada” esa realidad, Elena y Andrés se lanzaron a conocer "la realidad de niños en España que están viviendo una situación dura", y se plantearon ayudar a otras familias que atravesaban momentos especialmente difíciles que les impedían cuidar a sus hijos. Junto a unas 200 familias participan en la red Familias de Acogida de Galicia.

Desde hace casi un año viven bajo su techo dos hermanas de 9 y 4 años. Lógicamente, “sueñan con volver con sus padres”. El acogimiento familiar es así. Techo y cariño temporal “hasta que las circunstancias familiares faciliten el regreso”. Mientras tanto, en esta casa de Vigo las dos pequeñas han encontrado un hogar y mucho cariño, “porque les queremos a cambio de nada”.

Al poco tiempo de llegar a su casa, los dos recuerdan bien una pregunta inocente de la más mayor de las niñas: “¿Por qué nos queréis?”…

¿Es duro acoger sabiendo que un día habrá un adiós? Elena y Andrés responden: «Es dura la despedida, pero cuando estos niños regresan a sus casas todo compensa. Nosotros nos preparamos cada día con la oración para quererlas, sabiendo que se irán. Este es nuestro “secreto", y así se lo explicamos a nuestra familia y nuestros amigos».

Nosotros nos preparamos cada día con la oración para quererlas, sabiendo que se irán. Este es nuestro “secreto"

La acogida de estas dos niñas ha coincidido casi en el tiempo con el Año de la Misericordia, “que hemos querido vivirlo en casa intensamente”. Elena y Andrés cuentan que “para ellas ha sido un descubrimiento saber que existe un Dios Padre. La mayor, leyendo las obras de misericordia, dijo que dar de comer al hambriento, dar posada al peregrino, corregir al que yerra… es lo que se hacía en esta casa".

¿Cómo se construye un hogar temporal? Los dos narran su experiencia así, agradecida: «Tuvimos unas semanas para organizar la casa. Después, la familia, nuestros amigos y compañeros de trabajo nos ayudaron con ropa, juguetes y apoyo. Y nos siguen ayudando. Lo demás es dejar a unos niños entrar en casa y ellos ya se encargan de hacer normal el día a día».

Lecciones de acogida

Elena y Andrés coinciden en que de las niñas acogidas “¡se aprenden tantas cosas!”. Por ejemplo, destacan, “te enseñan a querer sin esperar nada a cambio, a sonreír a pesar de las dificultades, a tener un don especial ante el dolor de los demás… En nuestro caso, ser acogedores nos ha fortalecido como matrimonio. Este proyecto en común es una aventura en nuestra vida”.

Las dos pequeñas un día se irán de este hogar de acogida. Elena y Andrés no darán al stop. “Si algún niño nos necesita, ahí estaremos”

Elena, Andrés y las dos pequeñas son una familia normal. Trabajo. Colegio. Actividades extraescolares. Amigos. Vacaciones. La vida ordinaria. En el centro de la sala de estar de su casa, llena ahora de vida, y llena siempre de entusiasmo, está Dios. Ese es el brasero, avivado, en su caso, “por las enseñanzas de san Josemaría”.

Las dos pequeñas un día se irán de este hogar de acogida. Elena y Andrés no darán al stop. “Si algún niño nos necesita, ahí estaremos”.

¿Se pinta de rosa la casa sabiendo que es un rosa pasajero? ¿Existen casas coyunturales que no sean albergues? ¿Se respira familia sin lazos de sangre ni lazos de responsabilidad paternal hasta que la muerte los separe? Pues sí. Ya se ve que sí…