España se despide de Juan Pablo II en la catedral de Madrid

Una muchedumbre se congregó el pasado lunes en torno a los obispos españoles y ante la Catedral de la Almudena (Madrid) para despedir a Juan Pablo II. Recogemos el texto publicado por La Razón.

Fachada de la Catedral de Madrid, ayer.

«Fíjate. El Papa casi hace más una vez que ha muerto que cuando vivía». El comentario se lo susurra un sacerdote a un joven cuando observa la multitud que se congrega frente a la catedral de la Almudena de Madrid y el vecino Palacio Real. En la explanada que se abre entre ambos edificios, alrededor de 8.000 personas se agolpaban ayer por la tarde para asistir al funeral que ofició el cardenal Antonio María Rouco por Juan Pablo II.

Sus Majestades Don Juan Carlos y Doña Sofía y los Príncipes de Asturias encabezaron la nutrida lista de personalidades que acudieron a las exequias. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, también quiso estar presente en la Eucaristía (...).

Veinte obispos.

La Iglesia estuvo bien representada por alrededor de veinte prelados y más de un centenar de sacerdotes, que concelebraron con el arzobispo de Madrid. Entre los primeros figuraban el arzobispo de Sevilla, cardenal Carlos Amigo; el Nuncio, monseñor Manuel Monteiro de Castro; y el arzobispo de Toledo y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio Cañizares (...).

El pasaje evangélico escogido para la misa es uno de los que guarda una relación más estrecha con el papado: el de las tres confirmaciones de San Pedro, el primer Pontífice de la Iglesia, tras la resurrección de Jesucristo (Jn. 21, 15-19). En su homilía, el cardenal Rouco ensalzó la figura del Papa, «un regalo de la Providencia», que «nos ha conducido hasta esta hora trascendental del paso de un milenio a otro».

«La biografía espiritual de Juan Pablo II se ha escrito sobre la pauta de la vocación de Pedro a orillas del mar de Galilea, símbolo de ese otro mar inmenso que es el mundo, donde el Papa ha introducido la barca de la Iglesia en el tercer milenio con toda la confianza puesta en el Señor de la Historia: “Duc in altum”, nos ha dicho con las mismas palabras de Cristo», señaló el purpurado.

Algunos fieles siguieron la Misa desde el Patio de Armas del Palacio Real.

El Papa polaco, «en el que hemos contemplado con luminosa transparencia los rasgos del mismo Cristo, ha cruzado ya el mar de este mundo para llegar a la orilla de la eternidad adonde el Resucitado le ha llamado con el último “sígueme”». «¡Qué glorioso habrá sido el encuentro con su Señor de este humilde y valiente servidor del Evangelio que ha gustado hasta el fin de su vida el cáliz de los padecimientos de Cristo!», exclamó el arzobispo de Madrid.

Amor por España.

El cardenal Rouco destacó el amor de Juan Pablo II por España, puesto de manifiesto en sus cinco viajes pastorales, «siempre luminosos» y que «nos ha ayudado a vivir nuestra fe sin miedos ni complejos como respuesta a los problemas de la sociedad». Entre estos «problemas», el arzobispo de Madrid hizo referencia a la defensa de la familia y a la identidad de España. «Surgirán nuevos frutos de santidad si la familia sabe permanecer unida, como auténtico santuario del amor y de la vida», afirmó el purpurado parafraseando uno de los discursos que pronunció Juan Pablo II en su última visita a nuestro país, en mayo de 2003, ocasión en que «nos urgía a vivir nuestra identidad».

«¡No rompáis con vuestras raíces cristianas! Sólo así seréis capaces de aportar al mundo y a Europa la riqueza cultural de vuestra historia», pidió Juan Pablo II en aquel momento y volvió a reiterar ayer el cardenal Rouco. Juan Pablo II «ha propagado sin desfallecer la cultura de la vida, basada en el respeto incondicional al plan de Dios sobre el matrimonio y la familia y en el amor solidario a los más débiles y pobres de nuestra sociedad», añadió el purpurado.

El arzobispo de Madrid se refirió por último al «solemne testimonio» de Juan Pablo II, «que ahuyenta de la conciencia de los cristianos toda sombra de miedo». Y animó a los cristianos a tomar parte activa en la sociedad: «El Papa nos ha enseñado a confesar con gozo nuestra fe, y ha recuperado para la Iglesia entera la convicción de que la fe es nuestra victoria». Sobre la maltrecha salud que acompañó al Papa en sus últimos años, el cardenal Rouco destacó la «disponibilidad y obediencia heroicas en la entrega diaria y crucificada de su vida hasta los últimos momentos de su crudelísima enfermedad».

Álex Navajas / La Razón