"Es cuestión de organizarse"

Maria del Carmen, dependienta de perfumería en unos grandes almacenes en Granada, cuenta su experiencia

Mi marido y yo estábamos muy preocupados, porque él trabaja en un bar y yo en unos grandes almacenes, y tenemos unos horarios muy complicados, incompatibles por supuesto. Es como una bomba de relojería: cuando él termina, yo empiezo. Tenemos dos niños, y cuando llega el verano, estamos con ellos y todo va muy bien, pero en invierno, aquí en Granada, con los horarios que tenemos, queríamos que fueran a algún sitio para estudiar y para hacer actividades con otras chicas y chicos. Comentamos este problema con un amigo de la familia, que nos habló de Alayos para el chico y de un club para la chica: fuimos, los vimos, nos gustó y así fue como conocí yo, hace ahora tres años, el Opus Dei.

Y la verdad, conocer la Obra me ha ayudado mucho, profesionalmente y como madre de familia, porque me ha ayudado a organizar mi vida, y he visto que se puede hacer compatible el trabajo con el cuidado de tu familia y de tus hijos. Es difícil, pero poder, se puede. 

Al principio, una amiga me decía: “mira, si te organizas, puedes ir al trabajo, cuidar de tu casa y sacar tiempo incluso para ir a Misa todos los días”. Yo le decía: “madre mía, tú estas loca: con el ritmo que llevo… ¿cómo puedo ir a Misa todos los días? ¡Si no me da tiempo a lavar, planchar, ir a hacer mi turno, recoger a los niños, volver a casa…!

-¡Pues si te organizas –me decía- verás como te da tiempo!

Asociación Juvenil Alayos

Y así ha sido. He aprendido a sacar tiempo para tratar a Dios y hacer mi ratito de oración; y he descubierto que si te organizas mejor, sacas tiempo para tu marido, para tus padres y para tu familia; y vas por la vida más tranquila y educas mejor a tus hijos, y les ayudas mejor a labrarse un porvenir.

Claro, para eso necesitas una fe, y alguien que te ilusione y que te llene, como Jesucristo, porque el resto de las cosas se te quedan en nada: mucho gimnasio, mucho viaje, mucho cuidarte, mucho cobrar… pero al final, todo eso son cosas vanas y se van.

"Ahora he descubierto que puedes querer a Dios en cualquier momento del día y puedes ser feliz: no hace falta que te toque la lotería o esperar a tener grandes cosas"

Yo llevaba veinte años en la misma empresa y por decirlo en pocas palabras, estaba un poco cansada: todos los días la misma rutina, las mismas preguntas de los clientes, las mismas respuestas, y luego que si las quejas, que si hace calor, que si hace frío… y el Opus Dei me ha ayudado a trabajar en presencia de Dios. Y en lo espiritual estaba apagailla. Ahora he descubierto que puedes querer a Dios en cualquier momento del día y puedes ser feliz: no hace falta que te toque la lotería o esperar a tener grandes cosas. Como pongas la esperanza en esas cosas, no llegarás a ser feliz nunca…

Si te das cuenta de eso, cambia todo el panorama: porque ya no ves sólo a un cliente, más o menos simpático, más o menos amable, que te pregunta esto o lo otro, sino que ves a un hijo de Dios; y eso hace que te esmeres más, cuando te pregunta lo mismo por quinta vez; y hace que cuides las relaciones con tus compañeras de trabajo y te intereses y te preocupes por ellas -qué tal está tu madre, qué tal está tu hijo- de tal forma que de simples compañeras se van convirtiendo en amigas tuyas.

Y también cambia el panorama profesional, porque te esfuerzas en trabajar mejor; yo hago lo que puedo para que mejore mi parcela y lo que me han encomendado.

En cuanto a San Josemaría, pues se podría decir que le conozco desde siempre, porque mi madre le tenía mucha devoción y yo le he rezado desde que era pequeña. Pero ahora es cuando estoy descubriendo la maravilla de lo que enseña: porque cuando te esfuerzas en poner a Dios en todo lo que haces, Dios te ayuda y te da una alegría muy grande; y ya no sales de tu casa sofocada, pensando “Ay madre mía, que todavía me queda la plancha, que todavía tengo que hacer esto y aquello”... 

Porque esa es la verdad: yo antes salía de mi casa amargá, como decimos en Andalucía; mi vida era limpiar, fregar y volver a casa rápido; y ahora salgo de una manera completamente distinta, dándole gracias a Dios por que me dé un nuevo día para quererle y para servirle; y veo el trabajo de otra manera, lo mismo que la atención de mis hijos… Antes algunas cosas que tenía que hacer eran una carga que me había caído encima, y ahora… ¡hasta lo de la plancha me parece distinto, porque ya no lo veo sólo como una obligación, sino como un trabajo en el que puedo estar con Dios, quererle, charlar, disfrutar con Él un ratito! 

"En el trabajo puedo estar con Dios, quererle, charlar, disfrutar con Él un ratito"

Ese saberse hijo de Dios te ayuda mucho, en las cosas pequeñas y en las grandes. Yo… hubo una mañana en la que me levanté y me dijeron, de repente, que mi padre había fallecido. Si eso me hubiera pasado hace años, no sé qué hubiera hecho… Pero en aquellos momentos vi la mano de Dios; pedí a un sacerdote que rezara un responso por mi padre. Y Dios me dio fortaleza para llevar aquello.

Si no tienes esa presencia de Dios, si no sabes que Dios es tu Padre y que todo lo hace por tu bien aunque tú no lo entiendas, yo me hubiera hundido cuando lo de mi padre, estoy segura, me hubiera venido abajo, y no hubiera sido capaz de tener la fortaleza con la que llevé todo aquello, gracias a Dios.