Entre sartenes en Paysandú

Belén Mazzili, ex alumna de la Escuela de Hotelería y Gastronomía Del Plata, trabaja en un restaurante de Paysandú (Uruguay) y relata cómo aprendió a santificar su trabajo.

Yo estudié la carrera de Hotelería y Gastronomía en “Del Plata”, una escuela en Montevideo que es una obra corporativa del Opus Dei. Desde el año pasado estoy de vuelta en Paysandú y aquí trabajo en un restaurante. Me encanta lo que hago y todos los días le doy gracias a Dios por poder dedicarme con alma y vida a mi profesión.

Fue mientras estudiaba cuando aprendí, en primer lugar, que para Dios no hay trabajosde mayor categoría que otros: lo importante es el amor con que cada uno realiza el suyo, desde hacer las camas o cocinar para treinta personas. 

Me encanta lo que hago y todos los días le doy gracias a Dios por poder dedicarme con alma y vida a mi profesión.

Aprendí también que, para santificarse uno en el trabajo, tiene que aprender a ofrecer a Dios lo que hace y, como es para Dios, tiene que esforzarse en hacerlo bien. Esta es una lucha importante. La verdad es que me cuesta no tanto hacer las cosas, porque me gusta trabajar bien, sino hacerlas tratando de poner la mejor cara.

Para santificarse uno en el trabajo, tiene que aprender a ofrecer a Dios lo que hace y, como es para Dios, tiene que esforzarse en hacerlo bien.

En el restaurante trabajamos entre 6 y 8 personas, cada una con sus modos de ser y de pensar distintos. Aceptar y llegar a quererlas a todas, tener paciencia cuando una o la otra te da una respuesta que no esperabas, ofre­certe a ayudar cuando no se tienen ganas, poner buena onda cuando llegan tareas inesperadas…, todo esto forma parte de la santidad porque son oportunidades permanentes de vivir un montón de virtudes, sobre todo la caridad, que es la más importante de todas.

Ofre­certe a ayudar cuando no se tienen ganas, poner buena onda cuando llegan tareas inesperadas… vivir un montón de virtudes, sobre todo la caridad.

Hace años leí en el libro Camino, de san Josemaría Escrivá, que la santidad ‘grande’ está en cumplir el pequeño deber de cada momento. Para que no se me olvide esto, en la cocina del restaurante tengo una estampa de la Virgen y a ella le ofrezco cada día mi trabajo: le rezo tres Avemarías cuando empieza mi turno y después le voy hablando de lo que me pasa, de las personas a las que tengo que atender, de mis compañeras de trabajo.

Otra cosa que aprendí para santificar mi trabajo es la importancia de tener un plan de vida espiritual, es decir, de buscar unos momentos en exclusiva para Dios, y esto porque es de Él de donde nos viene la fuerza y el amor para hacer el trabajo como Jesús lo haría. Por eso, además de ofrecérselo al empezar, trato de rezar el Angelus a las 12 y de leer unos minutos algún libro de espiritualidad. Por supuesto, intento también ir a Misa entre semana, siempre que puedo.

En la cocina del restaurante tengo una estampa de la Virgen y a ella le ofrezco cada día mi trabajo.

Estoy contenta en el restaurante donde trabajo, por dos motivos y uno más. Primero, porque estamos consiguiendo formar un equipo, lo cual es importantísimo para que todo marche bien. 

Segundo, porque entre nosotras hay mucha confianza y verdadera preocupación de unas por otras: si una tiene un rato libre, en vez de quedarse “en la suya” le pregunta a otra en qué puede ayudarla. Y sobre todo estoy contenta porque tengo la experiencia de que, más allá de lo que una pueda ganar en su trabajo, lo  importante es sentirse mirada con amor por Dios.

Belén Mazzili