En función de los demás

Loli es médico pediatra y trabaja en un hospital llevando la Neumología Infantil del Servicio de Pediatría

Cómo conocí el Opus Dei

Ser la mayor de 12 hermanos, seis chicas y seis chicos, me ayudó a hacer el papel de segunda madre con mis hermanos pequeños, creo que ellos son los culpables de mi vocación de pediatra. Mis padres son del Opus Dei y nos ofrecieron a mis hermanas y a mí la posibilidad de ir al club Roca, asociación juvenil de actividades de tiempo libre, promovido por padres de familia y que tiene encomendada su formación espiritual al Opus Dei. En el club lo pasábamos muy bien y como éramos muchas hermanas nos hicimos muy populares y nos sentíamos muy queridas.

Fui descubriendo el mensaje del Opus Dei y me pareció fascinante que fuera posible buscar ser santo de una manera tan asequible y atractiva y fui contrastando que eso era lo que había estado viendo hacer en casa a mis padres.

También veía a las monitoras que eran de la Obra, estudiantes y profesionales de distintos campos que hacían compatible su actividad profesional con las actividades del club, empeñadas en que lo pasáramos muy bien y en que fuéramos aprendiendo a querer a Dios, a visitarle, a hablar con Él de las cosas que se hablan a esas edades, a estudiar en serio y ofrecérselo a Dios. Decidí que yo quería ser como ellas y colaborar en que a muchas personas les pudiera llegar ese mensaje, empecé a conocer más a fondo el Opus Dei y pedí la admisión como agregada

Vocación profesional

Cuando empecé la carrera de medicina ya era de la Obra y tuve claro desde el principio que quería una especialidad de mucho contacto con los pacientes, me ilusionaba poder llegar a muchas personas y llevarles el calor de Cristo a través de ese trabajo profesional. Esta era una de las cosas que mejor se me grabaron del espíritu del Opus Dei: que estamos en función de los demás y mi trabajo para eso iba a ser único.

"Era una de las cosas que mejor se me grabaron del espíritu del Opus Dei: que estamos en función de los demás"

Me decidí por la pediatría e hice la especialidad. Al terminar estuve trabajando en todo lo que iba saliendo: guardias en urgencias pediátricas, en atención primaria con sus visitas domiciliarias a los pacientes, en el servicio médico de una escuela infantil,...; lo que me fue dando una visión muy amplia de la atención al niño enfermo. De los pacientes que atendí los que más me impactaron fueron los que llegaban a Urgencias con una crisis de asma, la angustia que suponía para los niños y sus padres un episodio de dificultad respiratoria, y me di cuenta de lo importante que era una buena prevención y un tratamiento precoz.

Quise profundizar en mi formación en este aspecto y surgió la oportunidad de hacer un Master en el Hospital Doce de Octubre de Madrid sobre Neumología y Alergia infantil. Este nuevo contacto con el ambiente universitario, con médicos con auténtica vocación docente, supuso para mi un crecimiento como médico y como persona que nunca agradeceré lo suficiente. Allí hice mi Tesis doctoral sobre “Función pulmonar en el lactante con bronquiolitis”  e hice muy buenos amigos a los me encanta seguir encontrando en reuniones y congresos. 

Al acabar, me ofrecieron la oportunidad de poner en marcha la Neumología Infantil en el hospital donde estoy ahora,  en el que atiendo niños en el área de consultas, urgencias y hospitalización.

El día a día en el trabajo

A veces la consulta de un hospital es estresante y antes de empezar a ver a un niño para estar en la realidad y no dejarme comer por las prisas pienso en cómo le quiere Dios, esto me ayuda a tratarle con delicadeza, le doy algo para jugar o le hablo de los personajes de las películas que ha podido ver. La mayoría de los niños que vienen a la consulta son asmáticos y para un niño que debe tomar todos los días una medicación, ese momento puede y debe resultar también agradable, por eso propongo a los padres que después del medicamento, les dediquen algo de tiempo, les hagan caricias, les den un masaje o les cuenten un cuento, les digo en broma que voy a anotarlo como prescripción en la receta.

En pediatría nuestro interlocutor directo no es el paciente sino sus padres, que siempre sufren más que los propios niños, por eso cuando tengo algún paciente hospitalizado, después de atenderle pregunto a la madre que como está y procuro hacerme cargo de lo que le preocupa y tranquilizarla. Muchísimas veces se pasa a un terreno más personal y tengo el privilegio, yo así lo veo, de decir unas palabras optimistas aunque realistas, evitar la mentira piadosa para decir una verdad de forma amorosa y con los padres que me pueden entender les hablo de Dios, que aunque permite el dolor de su niño les quiere de una manera muy especial, como a su propio Hijo.

Se va cambiando con el contacto del dolor

En todos esos años han pasado por el hospital muchos niños a los que hemos visto crecer, hemos procurado controlar su enfermedad y poco a poco este contacto con el dolor de los niños enfermos me ha hecho ver que una parte importante de la medicina es cuidar y acompañar. Que se es buen médico tanto con el buen hacer técnico como con la cercanía que acompaña y alivia, tanto el dolor físico como el miedo que produce sentirse enfermo, quizá con una enfermedad incurable. Además hay una gran diferencia entre afrontar el dolor y la muerte con una visión trascendente de la vida: pensando que hay otra después, es como un plus maravilloso que no menosprecia lo humano sino que lo refuerza.

Algunas anécdotas del hospital

Un día me dijeron que los padres de un niño ingresado querían hablar conmigo porque querían bautizar al niño de pocas semanas, estaban preocupados por si se complicaba la enfermedad, así es que avisé al capellán y buscamos padrinos: pedí a Julián, de mantenimiento del hospital, que fuera el padrino, accedió encantado y como madrina una amiga de la familia que se mareó muchísimo y tuve que sustituirla a la cabecera de la cuna del bebé. La ceremonia resultó muy sencilla y preciosa, a las pocas horas la situación clínica empeoró y se traslado al niño a la UVI, después de unos días de susto el niño se recuperó.

En otra de las guardias, la madre de un niño con parálisis cerebral y problemas respiratorios que yo llevaba en la consulta desde hacía tiempo y que estaba hospitalizado, me dio una carta para que leyera más tarde, en la que me decía que yo formaba parte de la dura pero bella historia de su hijo y de su familia y me daba las gracias por colaborar con Aquel que cuidaba su alma.

"De cada familia aprendo muchísimas cosas e impresiona cómo son de agradecidos por todas y cada una de las pequeñas cosas que se hace por ellos"

Una de las tareas más delicadas, en las que siento claramente la ayuda de Dios, es informar a los padres de una enfermedad de mal pronóstico y después atender al niño en las recaídas. Las hospitalizaciones son momentos de mimar a esa familia y a ese niño, muchos padres ven a ese hijo como un tesoro, parece increíble oír eso y no llego a acostumbrarme, a veces lloramos juntos y creo que ellos tampoco se acostumbran a ver llorar a un médico. De cada familia aprendo muchísimas cosas e impresiona cómo son de agradecidos por todas y cada una de las pequeñas cosas que se hace por ellos. De estos niños siempre me despido con un beso en la frente, nunca sé si será el último. 

Con mis colegas

La mayoría de mis colegas saben que soy del Opus Dei y en una de las guardias un pediatra que es musulmán, me dijo que la madre de un niño que había atendido por la noche le había dado una estampade San Josemaría Escrivá. Ese doctor le había preguntado a la madre que a qué santo se había encomendado para que el niño hubiera evolucionado tan bien y ella le entregó la estampa que mi compañero puso en el tablón de médicos para que todo el mundo pudiera verla. En el centenario del nacimiento de San Josemaría quise dar a conocer más su figura y les di a varias compañeras unas Hojas Informativas, al rato vino otra pidiéndome una estampa porque tenía que vender su piso y quería encomendarse a su intercesión. Otra vez le dejé el libro "Camino" a una compañera y a los pocos días me dijo que le había gustado muchísimo el capítulo de estudio, sobre todo las palabras: “…servir a Dios con nuestra inteligencia”, al poco tiempo hizo un curso de retiro y me dijo que rezara por ella porque había sido como si un “tsunami” pasara por su alma y que tenía muchas cosas que colocar y le iba a costar, siguió muy tocada y poco tiempo después se planteó su vocación a la Obra y pidió la admisión, ahora está muy feliz ayudando a mucha gente sobre todo a su marido y sus dos hijos. 

Los congresos son también momentos estupendos para reencontrarme con antiguas colegas con las que he trabajado. Una de ellas en el último congreso me dijo que le estaba removiendo muchísimo la figura de Benedicto XVI, su nivel intelectual, y que estaba dando pasos para volver a la práctica religiosa, al ver mi cara de emoción me dijo… ¡pero voy despacito!

En ocasiones el organizarme para poder ir a Misa fuera de mi cuidad cuando asisto a estas reuniones supone algo más de esfuerzo y cuando hacemos los planes para el día siguiente las amigas con las que voy me preguntan:

- ¿Te va bien para tu Misa?

En uno de los últimos congresos de Neumología Infantil una doctora amiga mía de otro hospital me dijo:

- Te va a gustar mucho mi ponencia, …

- ¿Sí, por qué?  Le contesté

- Espera y verás

El tema de su charla era la ventilación no invasiva y al comentar la primera diapositiva dijo:

- Esta es la referencia más antigua que he encontrado en la literatura del uso de la ventilación no invasiva,

En la diapositiva mostraba la imagen del techo de la Capilla Sixtina con Dios soplando hacia Adán, y el siguiente texto: “Y Dios le sopló en la nariz y le infundió aliento de vida”… al acabar muchos de los asistentes le fueron a felicitar. Ella es una buena cristiana y ve la necesidad de impregnar la ciencia médica del sabor clásico pero siempre nuevo y original de las palabras dichas por Dios a los hombres.