El santo de lo ordinario

«Este año se cumple el centenario de la venida de san Josemaría, el fundador del Opus Dei, a Logroño con su familia»

De esta forma tan coloquial -y entrañable- califica siempre el Papa Francisco a san Josemaría, el fundador del Opus Dei, cuando habla de él. Y es así. Cuando, allá por el año 1928, este sacerdote aragonés nacido en Barbastro vio el Opus Dei, supo que Dios le pedía que mostrase que el día a día de los laicos que viven metidos en la harina del mundo, así como el de los sacerdotes que les acompañan, es un camino certero de santidad, vivido en la familia, en el trabajo y en las relaciones sociales. Que la perfección de la caridad -de la que hablaría el Concilio Vaticano II por los años sesenta- está al alcance de todos los cristianos, no sólo de los consagrados, si viven bien y por amor a Dios los detalles que conlleva la vida ordinaria.

San Josemaría ha llegado a ser uno de nuestros españoles 'universales', en primer lugar por haber recibido de Dios el carisma fundacional del Opus Dei, institución eclesial extendida por todos los continentes y entre todas las clases sociales, y en segundo lugar, y no menos importante, porque fue elevado a los altares por san Juan Pablo II hace ya trece años.

¿Por qué hablo hoy de este santo? Porque este año 2015 se cumple el centenario de su venida a Logroño con su familia. Les resumo. En Barbastro, lugar de nacimiento de nuestro santo, sus padres -sencillos, laboriosos y muy buenos cristianos como eran casi todos en el Alto Aragón- tenían un negocio de telas y chocolates que permitía a la familia vivir dignamente. El negocio quebró y el padre de san Josemaría se vino a Logroño a trabajar en marzo de 1915, en concreto en la tienda 'La Gran Ciudad de Londres', en Portales, una tienda que yo, y muchos logroñeses, recordamos perfectamente.

Ocuparon una vivienda en la calle Sagasta. Sabemos -san Josemaría habló de ello con mucho cariño y gratitud- que sus padres solían ir a misa a la parroquia de Santiago, donde fue bautizado un hermano del santo Fundador, llamado Santiago, nacido en Logroño, y donde se celebraron los funerales de su padre, que falleció en 1924. También solía recordar las muchas veces que iban a La Redonda a rezar, en concreto ante la imagen de la Virgen de la Medalla Milagrosa a la que entonces, y hoy también, el pueblo cristiano ha tenido devoción de verdad. No quiero pasar por alto que nuestro santo tenía una hermana que estudió Magisterio en nuestra Escuela de Logroño, a la que recuerdan familiares de compañeras suyas en dicho centro.

Cuando san Josemaría vino a Logroño tenía trece años. Era un chico al que sus compañeros de estudio calificaron de «responsable, buen estudiante, alegre, amable con todos, un tanto reservado y piadoso». Al parecer, su idea era o ser arquitecto (le encantaban las matemáticas y el dibujo se le daba bien) o abogado. Pero un buen día de diciembre de 1917 o de comienzos de enero de 1918 todo cambió. Lo cuenta el beato Álvaro del Portillo, primer Prelado del Opus Dei y beatificado el pasado mes de septiembre, que lo había oído contar al propio protagonista: «Uno de esos días sucedió algo que quedó grabado fuertemente en su alma, punto de referencia del inicio de su vocación. Había nevado intensamente toda la noche y los termómetros llegaron a bajar hasta los 17 bajo cero. Por la mañana, al salir a la calle, el muchacho solamente vio las huellas de unos pies descalzos de un fraile carmelita. De este detalle aparentemente insignificante se valió Dios para suscitar en el alma de san Josemaría una profunda inquietud: 'Si otros hacen tantos sacrificios por Dios, ¿no voy a ser yo capaz de ofrecer nada?', se dijo. Y así supo que Dios quería algo de él». Y para estar más disponible decidió hacerse sacerdote, en lo que jamás había pensado.

En octubre de 1918, una vez acabado el Bachillerato, ingresó en el Seminario, el viejo seminario que ocupaba lo que hoy es la Delegación del Gobierno en el Espolón con Sagasta. En 1920 pasó al Seminario de Zaragoza, donde se ordenó de sacerdote el 28 de abril de 1925.

Termino esta brevísima semblanza recordando algunos de sus compañeros de estudios en el Seminario de Logroño y que yo también conocí como otros muchísimos curas riojanos. Fue muy amigo de José María Millán, que editaba una hoja parroquial encantadora y que llegaba a todas partes. Don Gregorio Fernández, que fue un profesor del Seminario que le ayudó muchísimo y que los seminaristas recordamos con admiración. Máximo Rubio, Manuel Calderón, que luego fue párroco de Fuenmayor. Juan Cruz Moreno, un coadjutor de la Redonda muy recordado. Alberto del Pozo, que fue cura de Galilea. De todos ellos san Josemaría habló siempre con gran afecto.

En suma, el fundador del Opus Dei es un hito que forma parte, y parte importante, de la Historia de nuestra ciudad, y nos sentimos orgullosos por ello.

Artículo original en larioja.com

Justo García Turza

La Rioja