El Prelado ordena siete nuevos sacerdotes

Mons. Javier Echevarría ordena el domingo 31 de agosto a siete nuevos sacerdotes. Tres italianos, un brasileño, un puertorriqueño, un español y un costarricense engrosarán el clero de la Prelatura en una ceremonia celebrada en el santuario de Torreciudad.

Tres de los siete ordenandos.

Los ordenandos son James Edward Bermúdez, Mariano de Souza, José María Pardo, Abelardo Rivera, Giulio Maspero, Nicola Zenoni y Danilo Ragolia. El clero de la prelatura proviene de los fieles laicos del Opus Dei: numerarios y agregados que, libremente dispuestos a ser sacerdotes y después de años de pertenencia a la Prelatura y de realizar los estudios previos al sacerdocio, son invitados por el prelado a recibir las sagradas órdenes.

Su ministerio pastoral se desarrolla principalmente al servicio de los fieles de la prelatura y de las actividades apostólicas promovidas por ellos. En esta ocasión, la ceremonia se produce a pocas semanas del 75 aniversario de la fundación del Opus Dei, que Dios mostró a san Josemaría el 2 de octubre de 1928 en Madrid.

Desde entonces, muchas personas han descubierto que es posible encontrar a Dios en el trabajo y las ocupaciones diarias. Los nuevos sacerdotes han trabajado antes de recibir el orden y se sintieron atraídos por el mensaje de san Josemaría. Lo explica, por ejemplo, Giulio Maspero, físico: “Entre los físicos con los cuales he trabajado muchos creen en Dios o, por lo menos, manifiestan un verdadero interés por la filosofía y los problemas de fondo. Cuando conocí el Opus Dei durante mis estudios universitarios, me emocionó la idea de transformar el trabajo en oración, y me decía: “Voy a hacer tres horas de oración con la Física”.

En su caso, la llamada a encontrarse con Dios en el trabajo le ha ayudado a comprender que ciencia y fe no son incompatibles: “La invitación a amar el mundo apasionadamente me ha abierto horizontes insospechados. He descubierto, por ejemplo, que el hecho de que sea posible la ciencia, descubre que ella misma apunta al Creador. Si conseguimos entender en alguna medida la naturaleza y “jugar” con ella, quiere decir que compartimos un cierto grado de racionalidad con Quién la ha hecho: Dios”.

En un periódico de Puerto Rico

Otro ordenando, James Edward, puertorriqueño, trabajó como periodista en el “The San Juan Star” de Puerto Rico. De su experiencia profesional y su reflexión sobre las enseñanzas de san Josemaría concluye que “el cristiano que trabaja en el mundo de la comunicación –periódicos, libros, internet, cine...- no puede conformarse con censurar los contenidos negativos que éstos transmiten. Ante todo, debe producir cosas positivas. Se trata de fabricar cosas que contribuyan a descubrir la profundidad y la riqueza del misterio del hombre. Hablo de las aspiraciones, las esperanzas, las ilusiones, los ideales, los proyectos...”

“Pero también los medios sin un gran escaparate para hablar de las debilidades del ser humano. Se pueden plantear todos -o casi todos- los problemas con los que se enfrenta el hombre, si se hace con un enfoque positivo, es decir, de un modo que se distinga claramente siempre lo malo de lo bueno, y que se presente de tal forma que no mueva a escándalo. Finalmente, el cristiano que trabaja en los medios de comunicación ha de contribuir a promover una auténtica mentalidad católica, esto es, universal. De la apertura de mente, de los horizontes amplios también hablaba San Josemaría”.

En las finanzas y el ejército

También en la agitación del mundo financiero, Abelardo Rivera comprobó que es posible encontrarse y tratar a Dios. En un ambiente competitivo, este nuevo sacerdote pudo descubrir la relevancia de la ética y el servicio a los demás que predica el cristianismo: “He trabajado en una empresa de servicios financieros de Guatemala (Latinoamercian Financial Services). El mundo de las finanzas exige combinar la propia innovación y creatividad, con el respeto a las reglas y el buen sentido de la justicia y de la equidad. El afán de hacer buenos negocios debe estar regido también por las medidas de prudencia”.

“Cuando comencé mi trabajo profesional –prosigue Abelardo- tenía muy presente una enseñanza de san Josemaría: al principio puede haber fracasos y errores –y hay que contar con ellos-, pero esto no debe llevar al desánimo ni a considerarse un inútil. La idea de que en igualdad de condiciones de talento, triunfa aquél que es más constante y que pone mayor empeño en su trabajo, aprovechando sus condiciones, me ha sido muy útil. Sobre todo por que muchas veces contaba con menos tiempo que mis compañeros”.

También accede al sacerdocio Mariano de Souza, brasileño: “Pedí la admisión al Opus Dei durante el 3º curso de la Academia Militar. Aprendí a vivir el orden y el aprovechamiento del tiempo en la academia. En los años de instrucción, en los que no sobra el tiempo libre, aprendí a dar la debida prioridad a los ratos que había prometido dedicar a Dios, en la oración, y a los demás, en el trato humano ordinario. La amistad con otros soldados amigos y conocidos, fueran subordinados, superiores o iguales, me permitió ayudarles a acercarse a Dios”.