El Colegio Romano de Santa María

“Tiempo de caminar”, libro de Ana Sastre sobre el fundador del Opus Dei.

El 12 de diciembre de 1953, el Padre erige el Colegio Romano de Santa María. Es la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. Se trata de un Centro de formación en el que se impartirá un serio plan de estudios que abarca asignaturas de Pedagogía, Psicología, Filosofía y Teología. Están destinadas a completar la preparación de aquellas mujeres del Opus Dei que van a ocuparse más directamente de tareas de docencia y formación.

No se dispone de un lugar apropiado para las instalaciones. Villa Tevere sigue en construcción, empinándose a golpe de andamio. Sin embargo, es necesario que un grupo de mujeres adquiera en Roma una preparación intensa, humana, espiritual y doctrinal.

De momento, se habilitan algunas zonas en el edificio destinado a la Administración de Villa Tevere . El 14 de febrero de 1954 empezará el primer curso, atendido por un grupo de profesores especializados. La promoción es pequeña en número pero amplia en procedencia geográfica. La llegada de las alumnas del Colegio Romano de Santa María se convierte en una fiesta para todas. Vienen de países recién estrenados por el apostolado del Opus Dei.

Desde la Administración de Villa Tevere es frecuente acudir en busca de las alumnas que llegan a Roma, a la Estación Termini. Y también hasta Nápoles, cuando vienen por mar.

Igual que ocurriera con el Colegio Romano de la Santa Cruz , los medios económicos son muy escasos. Se vive con lo imprescindible. Pero la carencia de tantas cosas no mengua la alegría que cruza la casa. La convivencia está marcada por el buen humor.

Al iniciarse las clases, Monseñor Escrivá de Balaguer reúne a esta primera promoción: les habla sobre la finalidad del Colegio Romano, la eficacia del estudio, la necesidad de adquirir una profunda formación teológica. Les repetirá muchas veces:

«Hijas mías, no imagináis cuánto rezo por el Colegio Romano de Santa María . Tengo allí el corazón metido: ¡cuánta ilusión he puesto! Y veo, a la vuelta de los años, la labor portentosa. Va a ser una gran sementera»(43).

Como todo lo que nace, comienza siendo pequeño, pero el Colegio Romano tiene también desde el principio la solidez definitiva; aquello se ha de convertir en un Centro al que vendrán a estudiar mujeres universitarias de todas las latitudes, idiomas y razas.

El Padre quiere contar, cuanto antes, con una sede propia para este Colegio Romano de Santa María . Por eso, se prepara el proyecto con anticipación: será construido en la casa de Castelgandolfo, junto al Lago. Ante la imposibilidad de acondicionar el antiguo edificio, se decidirá el derribo y planificación de otro de nueva planta que no desmerezca, en su porte exterior, del primitivo. Todavía asfixian los créditos que pesan sobre la construcción de “Villa Tevere” cuando ya el Fundador sueña sobre los planos de este nuevo Centro. Su fe -lo ha repetido muchas veces- es tan gorda que se puede cortar. Y no se para, una vez más, ante ningún obstáculo por insalvable que parezca.

Junto a las piquetas y el ruido constante de las hormigoneras, piensa en el comienzo de una nueva etapa que va a culminar en un Centro docente de ámbito internacional. Está viendo, a través del cristal opaco del tiempo, el nuevo perfil de Villa delle Rose , futuro Colegio Romano para las mujeres del Opus Dei.