El secretario de la ONU, Ban Ki-moon, dice en su mensaje para el 15 de octubre, Día Internacional de las Mujeres Rurales, que esta celebración “constituye un momento oportuno para dar mayor resonancia a las voces y experiencias de las mujeres rurales de todo el mundo”.
En los años 60, la situación del campesinado en España era lamentable. La agricultura estaba muy atrasada y el nivel educativo y cultural de los labradores escaseaba. Existía un gran absentismo escolar porque los niños debían colaborar en las tareas agrícolas para sacar adelante a sus familias. Era la triste herencia de la Guerra Civil y la posguerra españolas. A finales de década, surgieron en España las Escuelas Familiares Agrarias (EFAs), precursoras de la formación profesional en nuestro país.
Por aquellos años, Luisa Ridao, hoy profesora de Elcható (Brenes, Sevilla) -primera EFA femenina de España-, era una chiquilla que corría descalza por los caminos de su casa de San José de la Rinconada para recoger las verduras que su padre llevaba cada día al mercado de entradores. De entonces a ahora, el mundo rural, y en especial la situación de la mujer en el campo, ha dado un giro copernicano en nuestro país.
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Luisa sigue viviendo en la misma casa que construyó su abuelo, una explotación familiar agrícola de cuatro hectáreas de terreno. Donde ahora se divisa el skyline de Sevilla, con la escuadra del Puente del Alamillo apuntando al cielo y el poderoso perfil de la Torre Pelli, antes estaban los chozos...
En los chozos de barro vivían familias que venían de otros lugares de Andalucía para trabajar en el campo. Mis dos hermanos y yo nos criamos con aquellos niños; todavía conservo amistades de esa época. Recuerdo que, cuando era invierno y llovía, el agua llegaba a los chozos y mis padres preparaban las cocheras de casa dividiendo el espacio para albergar allí hasta a ocho familias.
Entonces no había colegio público en esa zona de San José; se hizo más tarde. Íbamos todos a estudiar al cortijo El Gordillo, y allí nos enseñaban lo básico: leer, escribir, hacer algunas operaciones de matemáticas...
Era la mayor de tres hermanos. Trabajaba desde los doce años. Ayudaba con los animales: vacas, toros, cerdos, conejos..., pero tenía una inquietud muy grande por saber más cosas
Y además de estudiar trabajabas en el campo…
Yo era la mayor de tres hermanos. Trabajaba desde los doce años. Ayudaba con los animales: vacas, toros, cerdos, conejos..., pero tenía una inquietud muy grande por saber más cosas. No tanto por estudiar como por aprender. A finales de los 60, cuando tenía 13 ó 14 años, una prima me dijo que empezaba a estudiar en un colegio que se había abierto en Brenes, y que seguiría trabajando en el campo alternando unas semanas fuera y otras en casa. A mí aquello me gustó y le dije a mi madre que quería ir.
¿Cómo reaccionaron tus padres?, ¿hicieron distinciones entre la educación de los niños y las niñas?
En mi entorno, el cincuenta por ciento de los niños no estudiaba, pero en mi familia había sensibilidad hacia la formación y nunca diferenciaron entre niños y niñas. En ese sentido eran muy modernos. Yo fui a Elcható en aquel momento, y formé parte de su primera promoción junto con otras treinta chicas, y mis hermanos se incorporaron más adelante al nuevo colegio público que abrieron en el pueblo.
En mi entorno, el cincuenta por ciento de los niños no estudiaba, pero en mi familia había sensibilidad hacia la formación
¿Era Elcható un colegio como otros?
Elcható era un centro de escolaridad alternada para hijas de agricultores. Su objetivo era la promoción del medio rural. Más adelante supe que se había puesto en marcha bajo el impulso de San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, siguiendo el ejemplo de las ‘Maisons familiares rurales’ de Francia -basadas en los criterios de alternancia, participación familiar y promoción del medio-, y que en 1963 había nacido la primera escuela masculina en Almodóvar del Río (Córdoba).
Elcható fue la primera femenina. Cuando se abrió, no existía en España la formación profesional de la Ley General de Educación. Las EFAs fueron precursoras, y en concreto las femeninas, pusieron los cimientos de la formación profesional de la mujer rural en nuestro país.
Lo que más me llamó la atención eran las monitoras. Aparte de mis padres, nunca había conocido a alguien que se preocupara verdaderamente por mí, y aquello me dejó fuera de juego. Todavía hoy son punto de referencia en mi trabajo con las alumnas.
Me gustaba eso y el sistema de alternancia, que permitía formar a la gente sin sacarla de su medio. Todos los brazos eran pocos en el trabajo familiar y a mí me gustaba el campo tanto como aprender. Pasábamos una semana en la EFA y dos en casa, y el objetivo era crear un nexo de unión entre ambos periodos. Así que el tiempo en casa se convertía en prácticas en la propia empresa.
Lo que más me llamó la atención eran las monitoras. Aparte de mis padres, nunca había conocido a alguien que se preocupara verdaderamente por mí
Durante la primera semana nos enseñaban matemáticas, lengua, geografía, biología humana, vegetal, y una cosa que se llamaba Cuaderno de la Empresa Familiar y nos llevaba muchas horas de clase. El viernes preparábamos ese cuaderno que nos llevábamos a casa. Estudiábamos mucho. En casa había que sacar tres o cuatro horas diarias de estudio antes de ir al campo de mañana.
El cuaderno servía para aumentar el diálogo con la familia, mejorar procesos de la propia explotación, y conocer el entorno. El primer año lo centrábamos en familia y empresa familiar (dialogo, horario, rentabilidad), y el segundo y el tercero, en relaciones sociales y con el pueblo. Al final de la estancia en casa, siempre venían las profesoras para hablar con la familia, lloviera o venteara. De manera que los padres siempre estaban al día.
En la EFA se cuenta con las familias, se apoya la formación de la familia e incluso el órgano de gobierno lo llevan las familias. La experiencia de los padres era y sigue siendo válida para el sistema pedagógico del colegio.
Por aquellos años surgieron en toda España un gran número de EFAs. El secretario de la ONU continuaba su mensaje de este año reforzando “nuestro compromiso con la creación de oportunidades para las mujeres rurales (…), impulsando así el progreso de todos”. ¿En qué medida las EFAs femeninas contribuyeron y contribuyen a mejorar la formación de las mujeres y la situación del medio rural?
En primer lugar hay que agradecer a San Josemaría la existencia de estas escuelas. Cuando le propuso a Joaquín Herrero la creación de centros de enseñanza para agricultores y éste le presentó varios modelos de otros países, escogió el francés por la participación de las familias y porque no estaba politizado. A ese modelo se le añadió el componente de formación humana, basada en los principios cristianos de libertad, responsabilidad, preocupación social, generosidad, etc.
Yo lo he vivido en carne propia, porque fruto de aquella semilla de inquietud por saber que tuvo un terreno donde desarrollarse fui alumna de EFA, profesora, directiva de Elcható y Yucatal y completé mis estudios con la licenciatura de Empresariales, y como yo, tantas otras mujeres consiguieron su capacitación profesional.
Imagina si el modelo tuvo éxito y resonancia –sobre todo el femenino- que la presidenta de Filipinas, Cory Aquino, vino a Elcható para conocerlo e implantarlo en su país.
Las EFAs han evolucionado a lo largo del tiempo. Como dije, su fin es la promoción del medio rural, pero no solo la agricultura, también el sector servicios y otro tipo de profesiones son importantes.
La orientación profesional se va adaptando a la demanda de la zona. Porque el objetivo no es solo formar alumnas, es mejorar el medio. Y promocionamos el medio a través de las familias y a las familias a través de las alumnas. Por eso se llaman Escuelas Familiares Agrarias.
La orientación profesional se va adaptando a la demanda de la zona. Porque el objetivo no es solo formar alumnas, es mejorar el medio
Procuramos que las alumnas entiendan que tienen que ser agentes de mejora en su entorno. Un padre de Elcható que ya ha fallecido lo resumía muy bien: “Si yo mejoro, mejoro todo lo que me rodea”.
En la comarca de la Vega del Guadalquivir, rara es la empresa o la institución que no tiene alguna antigua alumna de Elcható, y esto pasa en todos los lugares donde hay una EFA. Es gente que tiene perfil de mejora, la actitud de ser parte de la solución, no del problema.
Tenemos mujeres de Elcható en todas las listas de partidos políticos, antiguas alumnas que han pasado por corporaciones municipales de distinto signo
Tenemos mujeres de Elcható en todas las listas de partidos políticos, antiguas alumnas que han pasado por corporaciones municipales de distinto signo, en el Instituto de la Mujer, en asociaciones, consejos escolares, comercios, recepciones de hotel… Existe la percepción general de que nuestra escuela ha significado mucho para el desarrollo rural de la zona. Y nos llega.
Por estas fechas se publican datos de la pobreza en el medio rural. ¿Cómo ha afectado la crisis a este sector y cómo ves el futuro de la formación de la mujer?
Pienso que la crisis ha afectado con especial dureza al medio agrícola. Hay gente que no ha podido recoger la patata porque no tenía ventas. Y el coste de una hectárea de patatas es de 6.000 euros aproximadamente...
Las políticas agrarias que priman la importación no ayudan, hay más desempleo y como consecuencia de la falta de ingresos, las familias no pueden invertir en educación y cultura lo que quisieran. Pienso en las EFAs cuyo futuro pasa por los conciertos educativos. No son en absoluto elitistas, pero si se les retiran las ayudas solo ira la gente con dinero, y en el medio rural la mayoría son obreros y pequeños empresarios.