Dosis de felicidad en el final

El Hospital Centro de Cuidados Laguna organiza actividades lúdicas y da apoyo psicológico a enfermos terminales. Los allegados de los pacientes también reciben ayuda para afrontar de la forma más llevadera posible la muerte.

David, uno de los voluntarios del Hospital Centro de Cuidados Laguna, tocando el piano. SERGIO GONZÁLEZ

Publicado en El Mundo.

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Joaquín está sentado en la cama, tiene 68 años y está conectado a una máquina que le ayuda a respirar desde hace dos años. Tiene la enfermedad pulmonar obstructiva crónica y, aunque la fecha es imposible de determinar, su futuro a corto plazo pasa por la muerte. Aun así presenta buen humor y se muestra contento con los servicios que le proporciona el Hospital Centro de Cuidados Laguna, que atiende con cuidados paliativos a enfermos terminales.

El paciente lanza un conciso y rotundo mensaje a los enfermos que están en una situación similar a la suya: «¡Que se vengan para acá!». Mientras se produce la conversación, varios de los pacientes asisten a un concierto de piano a cargo de David, un voluntario que ameniza y pone color a los últimos días de los internos. Joaquín no puede escucharle porque necesita reposo.

Él es uno de los aproximadamente 600 pacientes que pasan cada año por este hospital sito en el madrileño distrito de Latina con el que colabora la Obra Social La Caixa. Al igual que en el caso de Joaquín, los médicos centran su tratamiento en el alivio del dolor y en el apoyo psicológico.

«El final de la película siempre es el mismo: todos van a morir. Tapamos los síntomas agresivos de la enfermedad porque no podemos aumentar sus vidas. La sentencia está dada, pero sí podemos dar más vida a esos días», explica la médico de cuidados paliativos de la Unidad de Hospitalización del centro Yolanda Zuriarrain parafraseando a la enfermera que inventó este tipo de especialidad médica, la británica Cicely Saunders.

Durante los nueve años que lleva abierto este hospital, ha visto historias humanas de todo tipo que engloban sentimientos que van desde el dolor a la felicidad en pacientes con edades comprendidas entre los 18 y los ciento y pico años. «Hay gente que te dice que están en el mejor momento de su vida y se sienten agradecidos», asevera.

Son los casos de una pareja septuagenaria que llevaba muchos años unida y decidió casarse en el propio centro, antes de que el hombre muriera; o el del pequeño Diego, un bebé con una enfermedad rara que fue bautizado en el hospital y murió a los pocos días. También el de una mujer que llevaba enfadada 20 años con sus hermanos y que pudo reconciliarse en el lecho de muerte.

Y es que el factor familiar es fundamental en este tipo de situaciones. Por ello, los allegados de los pacientes también reciben ayuda psicológica para afrontar de la forma más llevadera posible la sombra de la muerte. Una de las personas encargadas de esta labor es la psicóloga del centro y de la Obra Social La Caixa Patricia Fernández, que relata que «muchos pacientes están muy preocupados por sus familias» y las circunstancias a las que se enfrentarán cuando éstos las dejen.

Fernández explica que muchos pacientes no saben que van a morir. Entre los que sí que conocen su futuro, la psicóloga indica que «cada uno tiene su forma de afrontarlo».«Hay personas que prefieren explotar, llorar y enfadarse». Otros se lo toman con más filosofía y prefieren dedicar la recta final a dejar hechas cosas pendientes o a darse pequeños caprichos. Desde ir a presenciar por primera un partido de fútbol del Atlético de Madrid, hasta ver el musical de El Rey León. Pequeñas dosis de felicidad en el final de la vida.

Daniel Martín

El Mundo