Don Javier Echevarría

José Francisco Serrano escribe este obituario sobre el prelado del Opus Dei.

ABC Don Javier Echevarría (PDF)

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San Josemaría Escrivá preparó en vida a sus dos sucesores.

Aplicar los marcos de la Sociología clásica de las organizaciones religiosas al Opus Dei tiene sus riesgos. La tercera generación representa, en términos generales, el punto crítico entre el establecimiento del carisma, sus formas y modos, y las tendencias de cambio.

Aplicar estas categorías sin poder cuantificar el factor sobrenatural, que acompaña a la dimensión humana de toda institución de Iglesia, siempre es reduccionista.

Monseñor Javier Echevarría, fallecido esta semana, fue aparentemente el prelado del momento crítico. Solo en apariencia. San Josemaría Escrivá, con visión de futuro, preparó en vida a sus dos siguientes sucesores, don Álvaro del Portillo y don Javier. Este último, por cierto, recogió el testigo de dos santos. El tercer prelado del Opus Dei ha sido el promotor de la normalización interna y externa desde la lealtad creativa.

Pasados los años de la incomprensión, relacionados con digestiones no adecuadas del Vaticano II, el Opus Dei consolidó su estatus no solo de derecho sino de hecho. La fidelidad de don Javier viene determinada por su insistencia en un «ahora comienzo». Un ejemplo de España, geografía de agravios. Aún recuerdo la presencia de monseñor Echevarría en las Jornadas de Católicos y Vida Pública en Bilbao, en abril de 2009, organizadas por la Asociación Católica de Propagandistas, dos instituciones que, en el pasado, han tenido sus más y sus menos. La presencia del Prelado del Opus Dei, a iniciativa por cierto del entonces obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, marcó un antes y un después, sobre todo para la historiografía.

Otro de los rasgos de monseñor Echevarría fue la invitación a sus hijos a dar respuesta no a una sociedad secularizada, sino a una sociedad postsecular, que no es lo mismo. El cardenal Julián Herranz, en sus Memorias, recuerda sobre este aspecto la conferencia de don Javier en el Congreso con motivo del centenario del fundador. Una intervención determinante en la que resonaban los ecos de lo que un día de 1974 oyera, en unas Jornadas sacerdotales, al entonces arzobispo de Cracovia, Karol Woytila. La clave, «la unidad de vida». También para la elección del cuarto hombre, el cuarto Prelado.