Del diseño de los SEAT al sacerdocio

José Ramón Alba, ingeniero del motor que ha recibido la ordenación sacerdotal este domingo, 6 de septiembre, en Torreciudad de manos del Prelado del Opus Dei.

Dicen que es un acérrimo seguidor de la Fórmula 1 y que le gusta conducir. ¿Cuando nace esta pasión por los automóviles?

De pequeño, un día ayudé a mi padre –mecánico especialista- a cambiar el radiador del cuatro latas, como llamábamos familiarmente a nuestro coche. Le dediqué bastante tiempo y así me aficioné al mundo del motor. También recuerdo cuando mi padre me llevó a un gran premio de Fórmula 1 en Montjuic: fue una experiencia inolvidable.

Un ingeniero que ha vivido siempre en Hospitalet, que ha trabajado primero en Siemens y después en SEAT, dos años en las oficinas de Alemania, después en la dirección de proyectos como el SEAT León o el Altea... ¿Este bagaje profesional influirá en su nueva tarea sacerdotal?

Naturalmente que sí. Mi formación de ingeniero influye en la manera de razonar y en tantas otras cosas, incluso inconscientemente; pero lo más importante es que el sacerdote es otro Cristo: Dios actúa sirviéndose del sacerdote como instrumento, y para eso cuenta con su manera de ser, las aptitudes y las experiencias personales.

¿Alguna experiencia en concreto? 

En Alemania había un lema que se me grabó: “amor hasta el detalle”. Eso lo había aprendido en el colegio Xaloc, donde estudié el bachillerato, era una idea que predicaba san Josemaría: que debemos descubrir a Dios en las cosas pequeñas de cada jornada. Me alegró encontrar esta sintonía entre la precisión alemana y la formación recibida en Hospitalet de Llobregat.

Fue directivo de SEAT, y ahora, con 45 años, recibe la ordenación sacerdotal. Hoy día no resulta fácil entender esta decisión...

Precisamente mientras me encontraba en una vida profesional intensa fue cuando vi que Dios me llamaba al sacerdocio. Para entender plenamente esta decisión resulta necesaria la fe. Dios llama a cada uno de manera personal, sólo respondiendo a esta llamada se puede ser feliz. Hay una continuidad en el recorrido de mi vida: cuando era muy joven ya vi que Dios me llamaba a seguir la vocación al Opus Dei y decidí responder afirmativamente. El sacerdocio para mí es una concreción de aquella misma llamada, un nuevo trayecto dentro del mismo camino. Ahora, sin embargo, podré servir a la Iglesia y a todas las personas acercándolas a Dios de una nueva manera, esencialmente nueva, a través de la administración de los sacramentos y la predicación del Evangelio... Cada día doy gracias a Dios por mi vocación. 

¿Cómo han reaccionado los colegas del trabajo al saber que se preparaba para el sacerdocio?

Sin duda ha supuesto un punto de reflexión personal y un motivo de aproximación a Dios y a la vida cristiana. Algunos han pensado: “y yo, ¿qué hago con mis cosas?”.

En un primer momento, la reacción fue de sorpresa para todo el mundo, ya que profesionalmente tenía una trayectoria muy clara. En todo momento me han ofrecido su ayuda y colaboración; de hecho, han venido unos treinta de mis compañeros a la ceremonia de ordenación. También les debo agradecer las muestras de afecto recibidas durante estos años de estudio y preparación para el sacerdocio.