De Vietnam a París, para encontrarse con Dios

Trang Nguyen, de 36 años, es profesora de piano. En París, conoció en un conservatorio de música a una chica del Opus Dei. Así encontró la fe cristiana y su vocación.

¿Qué opinan sus padres sobre su conversión a la fe católica?

Mis padres son ateos. Uno de mis hermanos es budista. No supe cómo reaccionarían hasta que regresé a Vietnam. Antes, en una carta, les había anunciado mi deseo de ser bautizada. Y.... me sorprendieron, la verdad. Nada más llegar a casa, mi madre me regaló un colgante con una cruz, y me dijo dónde se encontraba la Iglesia más cercana para que pudiera acudir a Misa al día siguiente.

¿Una hermosa reacción?

Mi madre me dijo que mi bautismo expresaba un deseo de santidad. Mi padre me contó que, durante los años de estudiante que pasó en Francia, hizo muy buenos amigos católicos, con los que aún mantiene contacto. Incluso viajaron juntos a Lourdes. Me recitó con orgullo el ‘Ave María’.

¿Qué circunstancias se dieron para su descubrimiento de la fe?

En el conservatorio, tocaba a menudo a dúo con una amiga flautista. Un día, me explicó que estaba preparando un proyecto social de ayuda al Líbano. Y me involucré en él. Así, comencé a frecuentar el centro del Opus Dei que organizaba esa actividad social, e hice amistad con las jóvenes que allí acudían. Me llamó la atención enormemente la alegría, el cariño y la fe que se ‘palpaba’ en aquella casa. Una fe vivida con obras. Veía en ellas personas calurosas y serviciales, y no sólo con las palabras. Aquello me hizo reflexionar. Decidí conocer a fondo el catolicismo. Al fin, me bauticé en la vigilia pascual del año 2000.

Ha pedido pertenecer al Opus Dei. ¿Que significado tiene para usted?

En primer lugar, Dios me ha llamado, y yo le doy una respuesta. Como en el caso de mi bautizo, yo no quería comprometerme a la ligera. Ser admitida en el Opus Dei supone para mí una ayuda espiritual. Ser coherente con las exigencias de la fe no es siempre fácil. El Opus Dei me anima continuamente a buscar la santidad, la cercanía a Dios, en todos los momentos de la jornada. Algo a lo que, por otra parte, Juan Pablo II nos ha alentado a hacer a lo largo de todo su pontificado.

¿Este compromiso cambia su vida?

Sí: ahora me veo ayudada para llevar a cabo mi vida cristiana.

¿Quienes le conocen están al tanto de que pertenece al Opus Dei?

Mis amigos más íntimos lo saben, porque se lo he dicho yo. Para los demás, soy una cristiana más que desea vivir su fe de manera coherente.

¿Qué piensa del papel de la mujer en la Iglesia?

El papel que desarrolla la mujer en la Iglesia es muy importante, pero quizá no muy “visible”. Juan Pablo II no ha dejado de repetir esta idea. No hay más que leer sus escritos sobre el rol que la mujer desempeña en la sociedad y en la Iglesia. Durante su última visita a Lourdes, el 15 de agosto de 2004, dijo: «Aquí María confió su mensaje a una chica, como para subrayar la misión particular que, en nuestra época, deben desempeñar las mujeres, en esta época de materialismo y secularización: ser testigos de de los valores esenciales que no pueden percibirse sino con los ojos del corazón. A vosotros, mujeres, os corresponde ser las centinelas de lo Invisible».

Las mujeres continúan desarrollando trabajos en el hogar, ¿Por qué no los hombres?

Efectivamente, ¿por qué no? Bueno, creo que no sorprenderé a nadie si digo que una mujer, por su sensibilidad, posee unas cualidades especiales para crear un clima caluroso en el hogar: una comida bien preparada, un jarrón con flores... miles de detalles que hacen la vida familiar más agradable. ¡Y de estas cualidades debemos sentirnos orgullosas! Eso no quita para que muchas, como es mi caso, se dediquen a otras tareas.

¿En qué es el Opus Dei una familia para usted?

Me siento sostenida, en la vida espiritual evidentemente, pero también en el plano afectivo. Aquí tengo a mis mejores amigas. Lo que más me gusta del Opus Dei es su espíritu de familia.

¿Qué influencia ha tenido el mensaje de san Josemaría, el Fundador, en su trabajo?

Intento mejorar en mi trabajo y dar lo mejor de mi misma, profesional y humanamente, a mis alumnos. Ellos, creo, se dan cuenta y mejora su rendimiento. Además, mi trabajo cobra un nuevo sentido, ya no sirve sólo para ganarme la vida.

¿Y qué le molesta?

Parafraseando a san Pablo, cuando habla sobre «el hombre viejo» que llevamos dentro, diría que me molesta la «vieja mujer» que a veces soy. Algunos creen que por ser del Opus Dei ya eres santo, y nuestros errores les decepcionan. Pero no somos más que los demás, con las mismas miserias. Sólo pretendemos mejorar, y corregirnos siempre con la ayuda de Dios.