Darse sin pedir nada a cambio

Seleccionamos algunas intervenciones de diversos sacerdotes de España que recibieron la ordenación del Prelado el pasado 21 de mayo.

Jóse Fernández Castiella e Iñaki Izco.

Eduardo Díez-Caballero, vitoriano, trabajó en la radio Onda Cero Vitoria antes de viajar a Roma para estudiar Teología. Conserva muchos recuerdos de las horas ante los micrófonos, donde se especializó en retransmisión de encuentros deportivos.

“Para muchos de mis familiares y compañeros de trabajo la sorpresa fue el que dejara mi vida profesional y me viniera a estudiar ¡¡Teología!! a Roma. ‘Pero estás loco’ –me decían–, y yo les contestaba: por supuesto que estoy loco. Igual que cuando decidí estudiar Periodismo. ‘Te morirás de hambre me decían entonces’, y pasaron los años... y no me morí de hambre. Ahora no me dicen que me voy a morir de hambre, menos mal. Esta sorpresa viene acompañada de la oración de todos. Una oración que te sostiene y te da alas para sacar adelante esta vocación al sacerdocio que es una aventura apasionante, darse a los demás por Dios sin pedir nada a cambio”.

Jorge Llop, del País Vasco, relata cómo la enfermedad le preparó para el sacerdocio: “Me trasladé a Roma en septiembre de 1994 con la intención de realizar la licenciatura y el doctorado en Teología Moral en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz. En otoño de 1999 viajé a Pamplona por motivos de salud. Meses antes me había aparecido lo que después fue diagnosticado como una metástasis de melanoma, cáncer de piel, en el estómago y en la pierna. Este periodo de enfermedad y recuperación, de alguna forma, ha servido para una mejor preparación desde el punto de vista interior. Tanto un periodo como otro me han servido para prepararme por un camino no recto a la llamada al sacerdocio”.

Y tiene un recuerdo especial para Juan Pablo II. “Cuando uno ha estado comprometido con una enfermedad grave –continúa- hay algunas cosas que dejan poso, entre otros una cierta sensibilidad por el dolor y la enfermedad ajena. En el caso de Juan Pablo II me permitió unirme más a él, acompañarle en sus últimos días. Algunos enfermos se preguntan por qué me tiene que ocurrir a mi estas cosas o tengo que sufrir esta enfermedad. Cuando se tiene fe, el planteamiento es distinto: qué espera Dios de mí en esta situación que humanamente puede parecer tan dura. En este sentido, me atrevo a decir que ahí esta la respuesta de Juan Pablo II”.

Otros sacerdotes que recibieron la ordenación.

Iñaki Izco, de Pamplona, se refiere al reciente fallecimiento de Juan Pablo II, cuya marcha al Cielo ha marcado a estos nuevos sacerdotes: “La muerte de Juan Pablo II ha sido, particularmente en Roma, una manifestación enorme de fe y de oración, de afecto y gratitud por un Papa que –estaba a la vista de todos- había dado su vida entera por la Iglesia. Y ese clima espiritual ha perdurado en las jornadas del precónclave y del cónclave. Acompañado, lógicamente, de una gran expectación”.

José Fernández Castiella, también de Pamplona, explica que para él el sacerdocio es un servicio: “Antes de venir a estudiar a Roma he participado en algunos voluntariados relacionados con labores sociales. Tengo un recuerdo maravilloso de aquellas horas dedicadas a prestar aquellos servicios, aunque requerían bastante tiempo y esfuerzo. Ninguno de los que participábamos lo considerábamos como una pérdida de tiempo o renuncia a otras actividades. Es más, con este tipo de experiencias uno tiene conciencia clara de que es el primer beneficiario. Creo que con el sacerdocio pasa algo parecido, porque es una dedicación total al servicio de las personas, a quienes se les da "con las dos manos" la gracia de Dios. Creo que la clave es entenderlo así, como una labor en favor de servicio a Dios y a las almas de la que uno mismo es el primer beneficiario”.