"Da Vinci no pinta nada"

Más que de "El Codigo Da Vinci" tenemos que hablar hoy, respetabilísima audiencia, de 'El fiasco Da Vinci'.

17 de mayo.- Bonjour desde la terracita de mi hotel de Cannes, según se mira desde el hall, a la derecha, nerviosito y despeinado, y eso que esto apenas despega. Pero dispuesto a dar guerra de la buena.

Robert Langdon sabrá mucho de simbologías esotéricas y religiosas y será el héroe que ha hecho vender a Dan Brown 45 millones de libros, pero, en su piel, Tom Hanks tiene semejante cara de palo durante los 152 minutos de la hipersupermegaesperadísima peliculilla, y Audrey Tautou pone tal gesto de novicia despistada, y los 'flash-backs' históricos acaban por agotar tanto, y el malvado monje albino del Opus Dei se 'quema' tanto a partir de la tercera o cuarta aparición, y hay tanto fuego artificial, tanto dinero y tan poca capacidad de sorpresa... que, más que de "El Codigo Da Vinci" tenemos que hablar hoy, respetabilísima audiencia, de 'El fiasco Da Vinci'.

Es lo que tiene el celofán: restalla en colores, pero se apachurra a la primera de cambio.

Director tan correcto y hábil como carente de 'misterio', Ron Howard se estrella, según yo, que soy la persona de la que me fío, en esta superproducción del Imperio basada (¿basada, o calcada?) en el humilde librito de Dan Brown, un señor a quien, gracias a la religión, le vino Dios a ver.

No destriparé nada si digo que en esta historia hay buenos y malos. Y que ganan los... vaya, mi respeto por los futuros espectadores de la película que aún no hayan leído el libro, me impide decirlo.

Pero sí digo desde aquí, desde Cannes la sudorosa, en este faraónico arranque del Festival más grande del mundo, con la película más esperada del mundo, que... para saber hacer una buena paella hay que saber mezclar bien los ingredientes. No sólo tenerlos.

La acogida de 'El Código Da Vinci' aquí, en La Croisette, ha sido mucho menos que discretita. En el primer pase de prensa, pitos y hasta alguna risa. En el segundo pase, un educado silencio.

Eso sí, por la mañana, una monja con una cruz se paseaba por los alrededores del Palacio de Festivales. Y en una iglesia de Niza, unos curas han organizado una misa para rezar por los pecadores que han hecho esta película.

En mi modesta y descreída opinión, han pecado, sí, pero de pelmazos. Y eso que, en su encuentro con la prensa posterior al pase de la película, Tom Hanks ha dicho que estamos ante "una ficción emocional".

Menos mal. Menos mal que me ha sacado del limbo, lugar apetecible y cómodo en el que suelo vivir mi atribulada existencia...

Borja Hermoso // El Mundo