La Voz de Galicia De cuidador de elefantes a cura
«Parece Obama», susurra una mujer al ver pasar a Paul Kioko por el centro de A Coruña. Además del color de la piel, comparte con el expresidente el hecho de ser hijo de keniano y norteamericana. Su madre sonreiría con el comentario porque ella, como Karen Blixen, casi podría escribir aquello de «yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong». No lejos de ese lugar, en Nairobi, nació Paul Kioko, que ha pasado unos cuantos meses en Galicia estrenando su sacerdocio.
La historia de su familia daría para otras Memorias de África [estas con final feliz] empezando por el abuelo paterno, patriarca en una de las 40 tribus de Kenia. Como era habitual en el país, tuvo tres mujeres, así que Paul tenía cuatro abuelas [tres en Kenia y una en Estados Unidos]. Por ello no es raro que su padre contara con un buen número de hermanos y ahora en el teléfono de Paul uno de los grupos de WhatsApp sea el de «varias decenas de primos», apunta, con su risa profunda.
«Mi madre nació en Estados Unidos y vino a África a finales de los años 60 para enseñar matemáticas y ver mundo. En Tanzania conoció a mi padre, que estaba acabando su formación como experto medioambiental, y el resto es historia, o providencia divina, como solía decir mi abuela». Pero esa historia o providencia no fue tan sencilla porque era poco habitual un matrimonio entre un nativo y una blanca cuando Kenia hacía poco que había logrado su independencia [12 de diciembre de 1963].
Una dote de ovejas o vacas
Las complicaciones también se daban por algo que cuenta de manera divertida: la costumbre era que el novio pagara una dote a los padres de la novia «y no estaba muy claro cómo enviar a Estados Unidos unas vacas o unas ovejas» [risas]. Pero «ya habían superado muchas barreras y al final se arregló», resume, optimista.
Además, la madre de Paul era hija y nieta de pastores luteranos que no veían bien que se casara con un católico. A pesar de todo, el matrimonio salió adelante, ella es ciudadana keniana desde hace años y ahora van camino de celebrar las bodas de oro.
«Pasé toda mi infancia en los diferentes parques nacionales del país, con mis padres y hermanos. Mi padre trabajaba en el Kenya Wildlife Service como jefe de los guardabosques», explica Paul.
«En cada parque vivíamos una media de cinco años, y luego nos trasladábamos a otro, hasta recorrer casi todo el país», evoca. Aquello «era un paraíso para unos niños como nosotros. No teníamos televisión ni PlayStation, pero no nos hacían falta. Los guardabosques traían crías de animales huérfanos a los que había que cuidar: recuerdo cómo paseaban en torno a la casa crías de gacelas, antílopes, elefantes, leones y rinocerontes». A los elefantes «les dábamos mangos y naranjas y jugábamos a encestar desde lejos las frutas en sus enormes bocas abiertas…».
Durante un tiempo «mi mascota era un elefante, que te defiende de los leones y de otros animales», recuerda, mientras muestra imágenes con el paquidermo y con varios animales más. La mascota de su hermano «era un guepardo; era chulísimo pero solo podía acercarse él, porque con los demás no tenía confianza y podía darnos un zarpazo».
Veneno de cobra y leones
Entre las aventuras con la fauna salvaje relata cómo un día «una cobra escupió veneno en los ojos de uno de mis hermanos. Lo llevamos corriendo al hospital y no perdió la vista. En otra ocasión, otro hermano casi choca con su bicicleta contra dos leones escondidos detrás de una curva. Afortunadamente, los animales estaban comiendo por lo que mi hermano pudo retirarse a salvo».
La ubicación de los parques naturales dificultaba a veces la asistencia a clase así que al empezar la escuela superior se fue a Nairobi. Allí estudió Medicina en la University of Nairobi y «trabajé en el hospital del Ejército de Kenia durante un año. Después ejercí la Medicina casi 15 años en el Mater Hospital de Nairobi, primero en Urgencias y luego en la Unidad de Cuidados Intensivos, donde acabé la especialización en anestesiología».
Sobre su cambio de actividad reflexiona: «En cierto sentido, pienso que ser médico me preparó para recibir la llamada al sacerdocio». Paul es doctor en Teología Moral y su tesis doctoral [«La manera más rápida de dormirse es pedirle a alguien que te hable sobre su tesis», bromea] trata sobre «la virtud de la prudencia como punto de conexión entre las decisiones médicas ‘técnicamente correctas’ y ‘moralmente acertadas’. Cuando trabajé en la Unidad de Cuidados Intensivos tuve que afrontar muchas veces el dilema sobre cuándo y cómo poner límite a los tratamientos médicos».
A finales de enero Paul celebró su primera misa en su parroquia de Nairobi, una colorista ceremonia que duró casi cuatro horas y de la que ha enviado numerosas imágenes a los amigos que ha dejado en Galicia.