“Cuando vendo ilusión intento acercar a mis clientes a Dios”

Mimí Inaraja es supernumeraria del Opus Dei y dueña de una administración de Lotería en Madrid

¿Puede contarnos cómo empezó en este trabajo y cómo es su día a día?

Con veintinueve años me quedé viuda y con cinco hijos, de siete años el mayor y embarazada del último. Como la pensión que tenía no era suficiente para sacar adelante a mis hijos, solicité al Estado esta ayuda. En ese momento las administraciones de lotería se concedían a personas con necesidades económicas y por eso me la concedieron.

Buscaba un trabajo que me permitiera dedicar tiempo a mis hijos y, a la vez, conseguir unos ingresos.

Desde entonces trabajo en esta administración de lotería situada en la zona norte de Madrid. Mientras mis hijos eran pequeños mi tarea se centraba fundamentalmente en supervisar lo que hacían las dos personas que tenía empleadas. Poco a poco, conforme se fueron haciendo mayores, he podido dedicar más tiempo. Ahora trabaja conmigo una de mis hijas, Cristina y otras dos personas.

La lotería tiene un horario muy amplio, hasta las ocho de la tarde, y eso requiere mucha dedicación. Pero gracias a ella, conozco al noventa por ciento de los clientes del barrio y, cuando “les vendo ilusión” o les deseo que les toque la lotería, rezo también por ellos desde la ventanilla.

El descubrimiento de mi vocación.

Yo desde pequeña tenía una vida cristiana, iba a Misa, me confesaba, rezaba el Rosario… Conocí el Opus Dei a los 17 años en Valladolid y desde entonces estuve en contacto con la Obra. Cuando me casé, uno de los sitios en los que viví fue Palma de Mallorca y, como siempre me había confesado con un sacerdote del Opus Dei, me fui al obispado a preguntar dónde podría encontrar uno. Allí me pusieron de nuevo en contacto con la Obra.

Estando allí murió mi marido en un accidente aéreo. Entonces me volví con mis hijos a Madrid y en ese momento vi lo que Dios quería de mí: estar en mi casa, con mi familia y descubrir el valor del sufrimiento.

Quiero destacar lo que me ha ayudado la Obra en la educación de mis hijos. Especialmente hacen una gran labor los clubes familiares promovidos por padres preocupados por el tiempo libre de sus hijos.

Desde el principio descubrí la importancia de la formación de mis hijos en este sentido y también la transmisión de la fe como algo vivo, no sólo como una teoría sino como algo que requería ser vivido en el día a día.

¿Le ayuda ser del Opus Dei en su trabajo?

"La vocación al Opus Dei me ha enseñado a ser feliz con lo que tengo entre manos, a vivir el abandono en Dios y el valor de las cosas pequeñas"

Por supuesto. La vocación al Opus Dei y la formación que en él recibo me ha enseñado a esforzarme por hacer bien mi trabajo, a ser feliz con lo que tengo entre manos, a vivir el abandono en Dios y el valor de las cosas pequeñas.

He aprendido a querer a la gente, a ofrecer el cansancio y a intentar servir a los demás desde donde estoy. Una de las cosas que más me han ayudado en el Opus Dei es ver el lado positivo de las cosas, estar alegre y con buen humor, a poner ilusión en lo que hago.

Tengo una estampa de San Josemaría puesta en la puerta de un armario y algunos clientes, cuando la ven me preguntan y me cuentan su vida. En varias ocasiones me he quedado sorprendida al ver cómo algunas personas se han acercado a Dios a través de su devoción. También en esos momentos aprovecho para hablarles de Dios y les cuento cómo es mi vida.

En estos treinta años, no sólo tengo clientes, sino muchos amigos a los que intento ayudar y que saben que cuentan con oración y mi cercanía.