Conversión: respuesta eficaz al mal en todos los ámbitos

Hoy a mediodía, Benedicto XVI se asomó a la ventana de su estudio para rezar el Angelus con los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro. El Papa habló del Evangelio de San Lucas que narra el comentario de Jesús sobre dos sucesos: la revuelta de algunos galileos, reprimida violentamente por Pilatos y la caída de la torre de Siloé, que causó dieciocho víctimas.

Ciudad del Vaticano, 11 de marzo de 2007

"Según la mentalidad de aquel tiempo -explicó el Santo Padre- la gente tendía a pensar que la desgracia había caído sobre las víctimas debido a alguna culpa grave. Jesús al contrario dice: "¿Pensáis que estos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos? (...) O aquellos (...) sobre los que cayó la torre (...) ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que vivían en Jerusalén?". Y, en ambos casos, concluye: "No, os lo aseguro; pero si no os convertís, todos pereceréis igualmente".

"Jesús quiere llevar a quienes le escuchan a la necesidad de la conversión -dijo el Papa-. No la propone en términos moralistas, sino realistas, como la única respuesta adecuada a unos hechos que ponen en entredicho las certezas humanas. Ante algunas desgracias, advierte, no sirve de nada descargar la culpa sobre las víctimas. La verdadera sabiduría consiste más bien en dejarse interpelar por la precariedad de la existencia y asumir una actitud de responsabilidad: hacer penitencia y mejorar nuestra vida". 

"Esta es la respuesta más eficaz al mal en todos los ámbitos -observó el Santo Padre- y agregó que "de hecho, el destino final de las personas y las sociedades que viven sin ponerse en discusión es la ruina. Mientras la conversión, aunque no nos libre de los problemas y las desventuras, nos permite afrontarlos de una forma diversa".

El Papa subrayó que la conversión "ayuda a prevenir el mal, desactivando algunas de sus amenazas. Y, en todo caso, hace que el mal venza al bien, si bien no siempre en el ámbito de los hechos, que a veces son independientes de nuestra voluntad, ciertamente siempre en el ámbito espiritual. En definitiva: la conversión vence al mal desde su raíz, que es el pecado, aunque no siempre pueda evitar sus consecuencias".

Benedicto XVI concluyó pidiendo a María que nos ayudase a comprender que "hacer penitencia y corregir nuestra conducta no es simple moralismo, sino el camino más eficaz para que cambiemos nosotros y la sociedad. Lo explica muy bien una certera máxima: "Vale más encender una cerilla que maldecir la oscuridad".