«En Condoray no solo nos enseñaban a hacer las cosas bien, sino a realizarlas con amor»

María Elena Paucar es exalumna del programa de Administración de Servicios de Hostelería del Instituto Condoray, de San Vicente de Cañete. Conoció esta institución por medio de su mamá, quien había aprendido a leer y a escribir, gracias a la labor de promoción de la mujer que esta institución realiza en la provincia de Cañete, Perú, desde hace 60 años.

La historia de María Elena (Perú) forma parte del multimedia «El viaje del viaje», que se editó con ocasión del 50 aniversario de las catequesis de san Josemaría por América del Sur. A continuación reproducimos su testimonio.


Una de mis mejores amigas envió mi currículum a una marca internacional que recién ingresaba al país: el hotel Luxury Collection Resort. Finalmente, nos llamaron y, durante la entrevista, les llamó mucho la atención la forma en que estudiábamos. Comencé en el hotel como practicante, pero con el tiempo terminé siendo la jefa de gestión interna.

Uno de los gerentes generales del hotel me ofreció una nueva oportunidad en el Tabacón Thermal Resort en Costa Rica, ubicado en La Fortuna de San Carlos. Allí me dieron la responsabilidad de ser la gerente del área de división de cuartos, liderando un equipo de aproximadamente 100 personas. Como había iniciado desde las funciones más básicas, siempre tuve la facilidad para gerenciar y trabajar con las personas, recordando que en la industria hotelera tratamos, ante todo, con seres humanos.

La labor social en Condoray

Cuando mi madre se mudó a Cochahuasi, conoció a personas de Condoray que realizaban actividades sociales, enseñando a las mujeres a cuidar de sus hijos y brindándoles formación educativa. Gracias a este programa, mi madre, que no sabía leer ni escribir, tuvo la oportunidad de aprender, mientras que a nosotros nos llevaban a jugar. Recuerdo esos momentos con gran alegría en el corazón.

A los 17 años, tuve la oportunidad de regresar a Condoray, pero esta vez como estudiante de hotelería. Durante las mañanas asistíamos a talleres con diversas profesoras. En el primer año, nos formábamos en gestión hotelera y lavandería y en el segundo año aprendíamos sobre cocina y repostería. Siempre admiré el orden y la limpieza del lugar, así como el ambiente de compañerismo y gratitud que se vivía al compartir con las profesoras y compañeras.

Un accidente que marcó mi vida

El primer año de estudios solo pude completar un ciclo, ya que tuve que retirarme debido a una difícil situación familiar. Mi hermano sufrió un accidente muy grave cerca de nuestro hogar; él, su hija y mi otro hermano quedaron en coma. Gracias a Dios, mi sobrino, que tenía dos años, salió ileso.

A pesar de todo, en Condoray siempre me brindaron apoyo y me ofrecieron la posibilidad de regresar cuando estuviera lista. En ese momento, preferí quedarme cerca de mi familia y trabajar para contribuir económicamente con ellos. Sin embargo, cuando uno pide algo con el corazón, Dios termina concediéndolo. Al año siguiente, pude retomar mis estudios y finalmente terminé la carrera.

Un cuidado integral de la persona

En Condoray no solo nos enseñaban a hacer las cosas bien, sino a realizarlas con amor. San Josemaría Escrivá transmitía ese mensaje, y nuestras tutoras nos lo recordaban con su paciencia y dedicación. Incluso cuando no teníamos las mejores respuestas, sabíamos que ellas realmente querían nuestro bienestar.

Cuando llegó la pandemia, estaba en Costa Rica, lejos de mi familia. Esto me hizo reflexionar sobre la importancia de compartir más con ellos. Finalmente, decidí regresar. Hoy, doy gracias a Dios por poder disfrutar momentos tan sencillos pero valiosos como almorzar con mi familia y llevar a mis hijos a la escuela.

Nuevos proyectos

Junto con mi esposo he emprendido un negocio de transporte. Él se encarga de la parte operativa y yo de la administración. Además, tenemos el sueño de abrir una cafetería donde nuestros clientes sientan que están en un lugar de cinco estrellas. Me llena de ilusión este proyecto.

Siempre he creído que el trabajo debe realizarse con amor y dedicación. No solo es una forma de ganar dinero y mejorar nuestra posición, sino una manera de dar gloria a Dios, que es algo de lo que hablaba San Josemaría. El trabajo dignifica y, cuando se hace con pasión, se convierte en una oración. Esa enseñanza la llevo conmigo desde Condoray y la aplico cada día en mi vida.