"Compré mi hija por cervezas, me dijo una madre"

Entrevista en ABC a José Manuel Horcajo, párroco en Puente Vallecas (Madrid)

Mientras los curas proletarios han tenido que cerrar sus parroquias por falta de clientela, la iglesia de San Ramón Nonato, en Puente de Vallecas, que rige el sacerdote José Manuel Horcajo, es el último reclamo espiritual para muchas personas abocadas a los agujeros negros de la vida.

-Usted creó el Centro de Orientación Familiar de Delicias. ¿A cuántas almas descarriadas ha ayudado a salir del abismo?

-Entre divorcios, rupturas, malos tratos, separaciones, infidelidades, prostitución dentro del matrimonio, alcoholismo, drogadicción, adolescentes embarazadas abocadas al aborto... unas quinientas. Como sacerdote, entre mil quinientos y dos mil hogares me han abierto su corazón: te llevan a los sótanos de sus vidas, a lo más oscuro y tétrico.

-¿Qué milagro vende usted?

-Nada, ninguno. Ayudamos a la gente a reorientar su vida. Una señora me vino un día y me dijo: «Ayer estuve ejerciendo la prostitución porque no llego para pagar el alquiler». Ella quería recuperar su dignidad. He sacado a seis personas de la prostitución.

-¿Dónde llega la miseria?

-Mire, una mujer me dice un día: «Mi hija la compré por una caja de cervezas». Me explicó que ella trabajaba en un bar, y llegó un viajero ambulante con un bebé. Como su esposa le dejó, él por su trabajo no quería a esa niña y le contó que la iba a dejar tirada por ahí. Entonces le propuso que se quedara con su hija a cambio de una caja de cervezas. «No podía permitir esa maldad», me explicó quien hoy es una madre excepcional.

-¿España es o no es atea?

-Cuando llega la crisis se descubre la paz que da Dios. Los pobres necesitan a Dios.

-O sea, que los ricos lo tienen crudo, ¿no?

-Ya lo dijo Jesús...

-Que les iba a ser muy difícil entrar en el Reino de los cielos...

-Cuando uno está muy cargado de cosas, Dios no cabe.

-Su iglesia de San Ramón Nonato ha triplicado panes y peces...

-Tenemos despacho de atención a pobres y necesitados; repartimos ropa a 465 personas, un comedor de las siervas de Jesús da al día 200 comidas. Llevo en Vallecas ocho meses y las cosas se han triplicado: de niños de catequesis (se ha pasado de 57 a 215), de bautizos (de 15 a 55)...

-¿Cómo logró que cuatro porreros se confesaran en la iglesia?

-Un día en la calle vi a 5 chicos fumando porros. Les dije: «Aquí hay buena calidad, ¿eh?». Y se empezaron a reír. Al principio arremetían contra la Iglesia y los curas, y yo sonreía; luego les pregunté por su familia y me dijeron que se aburrían. Yo les confié que lo que más me gusta es confesar, y me siento bien. ¿Queréis probar?». Uno salta: «Pues no me vendría mal». Se confesó, salió feliz y dijo al resto: «Esto mola un montón». Cuatro se confesaron.

-Y encauzó a una mujer que le lanzaba la plancha a su marido.

-Me dijo que su marido la dejó, y descubrí que ella le pegaba a él, le insultaba y le tiraba la plancha a la cabeza. Él fue al hospital con una raja considerable, pero no se atrevió a denunciarla. La tranquilicé y empezamos una terapia de educación de modales. Reconquistó a su marido y hoy es un matrimonio feliz; ella se dedica a detectar problemas en las mujeres, y me las trae.

-¿El caso más trágico?

-Una mujer maltratada viene a última hora y me dice que no vuelve a casa. Su hijo no había cenado. Entonces la trato de convencer de que denunciara a su marido diciéndole que no se merecía eso. Lo hizo. Ahora están bien.

-Y sus problemas, ¿a quién se los cuenta un cura?

-A otro sacerdote. Mi problema es orientar. Pero no lo hago bien. Y eso me duele, porque Jesús lo haría muy bien.