Entrevista a Antonio Vázquez, autor de "Como las manos de Dios"

Entrevista a Antonio Vázquez, escritor de "Como las manos de Dios": un libro que recoge las enseñanzas de San Josemaría sobre la familia y del que publicamos algunos textos en la web con motivo del EMF.

El Encuentro Mundial de las Familias en Valencia ha situado a la familia en el primer plano de la actualidad Para hablar sobre ella hemos entrevistado a Antonio Vázquez, un conocido experto español sobre la materia. Entre sus numerosos libros, el estudio que recoge las enseñanzas de San Josemaría sobre la familia, titulado “Como las manos de Dios”,  ocupa un lugar especial.

Usted resalta, al comienzo de ese libro, que san Josemaría no fue un “teórico de la familia”.

Sí; en el sentido de que sus enseñanzas no fueron la consecuencia de una reflexión intelectual puramente teórica. Nacieron de su experiencia personal, sacerdotal y pastoral, porque vivió en carne propia las alegrías, penas y dolores de su familia de sangre y  atendió a lo largo de su vida a cientos de familias,  de naciones, razas, culturas y condiciones sociales muy diversas, con las que compartió sus afanes y sus dificultades.

Con esos mimbres, siguiendo un querer divino, constituyó una nueva familia dentro de la Iglesia con vínculos sobrenaturales: el Opus Dei.

¿Qué concepción tenía sobre la familia?

Una concepción extraordinariamente positiva. La consideraba un proyecto de felicidad humana y espiritual, donde cada persona podía realizarse plenamente y encontrar la felicidad. Decía que, a pesar de la apariencia de felicidad en la que parecen vivir, muchas personas acarrean en su corazón una tristeza profunda: “Hacen mucho ruido, cantan, bailan, gritan, pero sollozan. En el fondo del corazón no tienen más que lágrimas: no son felices, son desgraciados. Y el Señor a vosotros y a mí nos quiere felices”.

Esta frase, sus labios, tiene una especial fuerza, porque conoció muy de cerca el dolor en su vida. Conoció desde pequeño la realidad de la muerte –fallecieron durante su infancia tres hermanas suyas-, el zarpazo de la maledicencia,  de las deslealtad y la incomprensión. Sin embargo, en medio de todo eso, supo ser feliz y hacer felices a los demás. Conocía el secreto del camino de la felicidad –el amor a Dios y por Dios, a los demás-, y lo comunicó millares de personas. “La felicidad del Cielo –decía- es para los que saben ser felices en la tierra”

En la actualidad hay muchos matrimonios que atraviesan momentos difíciles. ¿Qué les diría san Josemaría?

No tenía recetas prefabricadas. Sabía bien que cada persona, que cada familia es un mundo. Lo que me imagino es el tono con el que le daría sus consejos, siempre personales, porque en todos sus escritos, en toda su predicación, es siempre el mismo: un tono alentador, optimista y esperanzado; lleno de comprensión. Animaría a esas esposas y a esos esposos que piensan que su cónyuge no "da la talla" –algo que puede ser objetivamente cierto- a amar al otro, a la otra, tal y como es. Hay muchos matrimonios que viven sumidos en la queja. Por eso escribía: " Si no quieres más que las buenas cualidades que veas en los demás -si no sabes comprender, disculpar, perdonar-, eres un egoísta ".

Esa es la sintonía de fondo de todas sus enseñanzas: el amor. Un amor que lleva a amar al otro en su fragilidad y en su endeblez; en su miseria, si es necesario. Un amor que lleva a no pedir nada, superando el clásico do ut des . Un  amor que se enraíza  y sólo  se entiende desde palabras de Cristo: quien pierde su vida la ganará. ¿Cuál es su mensaje fundamental sobre el matrimonio?

Que es una vocación y un camino de santidad. En sus palabras y en sus escritos la vocación no es nunca algo superpuesto: forma parte de la propia vida y  se funde con la propia existencia que intenta discurrir sobre la falsilla de la Voluntad de Dios. Esa falsilla debe iluminar todo el caminar humano. Por eso dice que la vocación enciende una luz que nos hace reconocer el sentido de nuestra existencia. Cuando esa luz se proyecta sobre nuestra vida aparece una seguridad inconmovible, que nace de la fe en Dios - yo sé bien de quien me he fiado -, aunque a veces parezca oscurecerse.

Su mensaje es, al mismo tiempo, realista y esperanzador. Lleva a aceptar la realidad, pero contemplándola bajo una luz nueva. Entonces se llega a esta conclusión: “mi mujer es la misma de siempre, con sus virtudes y sus defectos; mis hijos me siguen quitando el sueño, unas veces por esto y otras por aquello… pero si yo conozco mi vocación, sí sé cual es mi misión en la vida, puedo comprender el sentido de mi existencia. Esa luz me ilumina en los buenos y en los malos momentos, y me lleva a encontrar en Dios las fuerzas necesarias para aceptar el dolor y las contrariedades, porque he entendido que no son obstáculos, sino parte de mi camino hacia la santidad”.