«Es muy importante que nadie se sienta solo​»​

D. Fernando Aliaga es uno de los sacerdotes que el periódico ABC entrevista para este reportaje sobre la labor de los capellanes en los hospitales con los enfermos de coronavirus.

ABC Los capellanes, esa legión de «curas con bata blanca» que también luchan contra el virus (Descarga en PDF)

Son una legión pero apenas se ha oído hablar de los capellanes durante esta pandemia atroz y lacerante. Estos «curas de bata blanca» también han ayudado a «salvar» a muchos enfermos haciendo lo que mejor saben hacer: escuchar y llevar consuelo. Más de un centenar ya estaban a pie de cama con los pacientes en los hospitales públicos cuando se propagó el Covid-19 y cientos más se han ido incorporando a esta tarea a medida que la curva del número de enfermos empezaba a ascender.

En el hospital de Ifema, en los hoteles medicalizados, en los centros de cuidados paliativos, en las residencias de ancianos, en la asistencia a domicilio. En los espacios más variados e improvisados, los capellanes han ayudado a que los enfermos no se sientan solos. Su presencia ha significado para muchos pacientes un bálsamo de paz y una oportunidad para reencontrarse con sus seres queridos gracias a su labor de mediación. «Hemos intentado serenar tanto a los familiares como a los enfermos y llevarles los sacramentos», explica el padre Iñaki Gallego, capellán del hospital Clínico de Madrid.

Pese a ser testigos directos de la cara más cruel de esta enfermedad, los capellanes han seguido semana tras semana en primera línea de fuego sin regatear tiempo ni esfuerzo. «La Iglesia -asegura el padre Gerardo Dueñas, delegado diocesano de Pastoral de la Salud- hace lo que siempre ha hecho: acompañar a los enfermos y liberar a las personas de sus miedos».

D. Fernando Aliaga «Es muy importante que nadie se sienta solo»

El padre Fernando Aliaga además de ser el capellán del Centro de Cuidados Paliativos La Laguna (Madrid) es médico. Esta doble condición le ha hecho estar siempre cerca de la muerte. Y más ahora que acompaña a los enfermos terminales que también tienen Covid-19. «Es duro porque aquí no puedo decirle a los pacientes que se van a poner bien», asegura. La realidad en estas circunstancias es una losa y por eso su misión es ayudar a los enfermos a encontrar la fe en el tránsito final de la vida.

Para poder garantizar la seguridad de todos los hospitalizados, el centro ha tenido que destinar una planta exclusivamente para los enfermos terminales que también tienen coronavirus. Además se ha visto obligado a blindar las visitas del exterior. Este aislamiento que sufren los enfermos es lo más duro.

«Hoy he hecho la visita a los pacientes y a un señor mayor que le encantan los toros le he dejado la tableta para que pueda ver alguna corrida. Es muy importante que vean que no están abandonados», señala el padre Fernando, quien asegura que reza «mucho» por los enfermos.

Su mayor alegría es que ha visto muchas personas recuperar la fe antes de morir. «He vivido muchas conversiones de personas que habían abandonado la fe». A sus 67 años, el padre Fernando ha aprendido a quedarse con lo bueno.

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Laura Daniele

ABC