Nació en Barcelona, hijo de inmigrantes filipinos y ahora es ingeniero informático

Los padres de Glenn llegaron al Raval barcelonés en 1980 y gracias a la ayuda de la ONG Braval, ahora ha terminado su carrera universitaria y es emprendedor.

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COPE Grandes historias de superación en El Raval

Braval. 15.000 horas al año por la integración social

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La historia de Glenn es una de las que cuenta Josep Masabeu, el presidente de Braval, en su libro 20 historias de superación en el Raval. 20 historias de superación en 20 años de esta organización que nació en 1998 para poner solución al drama de la inmigración en este barrio barcelonés.

Y es que, durante muchos años, el barrio del Raval fue el barrio de los inmigrantes por excelencia. Los pisos eran muy baratos y era muy fácil encontrar uno. Personas procedentes de países de todo el mundo llegaban allí. Muchos sin trabajo. Africanos, indios, filipinos, sudamericanos... El Raval era la puerta de entrada para todos aquellos que habían dejado atrás su país en busca de una vida mejor.

Todo nació en la iglesia de Montalegre, que es la iglesia de la antigua Casa de la Caridad del barrio y que fue confiada al Opus Dei en 1967. “Fue entonces cuando se empezó a hacer una labor social con las personas del barrio, todo con voluntariado”, explica Josep Masabeu. Pero en 1998, la situación del Raval había cambiado. “Pasamos de ser un país de emigrantes a ser uno de inmigrantes. Cuando en España estábamos al 1 %, en el barrio del Raval estábamos al 10 %. Entonces nos dimos cuenta de que estábamos en otro escenario”.

Josep y otras personas comenzaron a preguntarse qué podían hacer. “El barrio se llenó de niños, cosa que antes era un barrio de personas mayores. Entonces se nos ocurrió empezar a trabajar a través del deporte. Así conseguías atender a los chavales y con esto ibas motivando para que fueran a clase”, explica Masabeu.

“El barrio es muy pequeño, es 1,1 km2, pero tenemos 49.000 habitantes, cuando la media de Barcelona es de 15.000 habitantes por km2. De los 49.000 habitantes, el 49,6 % son inmigrantes”, apunta el presidente de Braval.

“Nuestro programa básico es el 'Programa Deportivo Multiétnico', donde tenemos 12 equipos en competición: 6 de fútbol y 6 de básket, en los que los niños están mezclados porque, si no, vas manteniendo el gueto”, dice Masabeu, que asegura que juegan “en una liga normalizada contra otros equipos de barrio de Barcelona, lo que implica que nuestros chavales salgan del barrio y otros vengan y lo conozcan de primera mano”. Y luego está el programa '1@1', que es un programa de refuerzo escolar, “en el que vamos siguiendo que vayan a clase todos los días y vengan a estudiar un par de días a la semana”, explica el responsable de Braval.

La forma de acercarse a los jóvenes es que un amigo trae a otro para jugar al fútbol. “Aún no me he encontrado a ningún chaval que me diga 'yo soy muy malo jugando al fútbol'. Entonces les dejas entrenar un par de días y les dices que para seguir tienen que venir sus padres o quien tenga la firma legal. Ellos les dicen a sus padres que les apunten porque quieren jugar al fútbol y nosotros les explicamos que además del entreno tiene que venir dos días a hacer los deberes y los padres llegan a la conclusión de que les interesa”, asegura Masabeu, que afirma que “todos quieren sacar a sus hijos adelante, pero muchos no saben cómo”.

Por eso, para Masabeu, casos como el de Glenn le parecen “un sueño”. “Él fue el primero que acabó la carrera, y casi me muero”, recuerda entre risas.

Natxo de Gamón

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