Su estudio está en una planta baja de un barrio popular de Leioa (Bizkaia). Cuando entro en el portal veo cuadros suyos en la pared. “es mi aportación a los vecinos” me dice.
Está sacando unas cerámicas del horno y tiene encima de la mesa varias fotos del Abra de Bilbao con tonos muy diferentes. Es uno de sus paisajes preferidos pues lleva muchos años viviendo cerca del mar.
José Alzuet nació en Sádaba (Zaragoza) en 1928. Su familia tenía una panadería y desde pequeño compaginó el trabajo en el horno con su dedicación a la pintura. Con frecuencia le pedía a su padre que le trajera de Zaragoza láminas de pintores que durante las tardes trata de imitar.
Su gran impulsor es el maestro del pueblo D. Pablo Celma, “me metió la afición en el cuerpo”, recuerda con cariño. Le ayudó a entrar en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Su padre también se convierte en aliado y cuando José enseña sus primeros dibujos en la Escuela él comenta con orgullo: “No le ha ayudado nadie”.
Su primera prueba de fuego no fue brillante En junio de 1945, aprobó el examen de cultura general y le suspendieron dibujo. Esto le costó un verano de trabajo en Madrid que tuvo su recompensa. En el siguiente curso aprobó Dibujo y todo el preparatorio y a los cinco años recibió en Zaragoza la medalla de oro en grabado en la exposición de artistas aragoneses.
Le pregunto si los valores cristianos se transmiten a través del arte. “Sí, pero siendo muy normal. El arte primero tiene que ser humano. Yo transmito mi sensibilidad aunque los cuadros no sean religiosos. La capacidad para apreciar la belleza nos lleva a desarrollar la capacidad de contemplación que toda criatura humana tiene por el hecho de ser persona”.
Tras dos años en Roma, en 1956 entra en contacto en París con movimientos renovadores en la enseñanza del lenguaje plástico que le convertirán en un experto del panorama pedagógico.
Después se instala en Bilbao donde vive desde hace casi 50 años. “En los pueblos pesqueros he encontrado una belleza plástica muy llamativa y especialmente en las embarcaciones de Bermeo. Yo cuando mejor veo el color es cuando está nublado”.
Cuando le pregunto cómo se materializa el espíritu del Opus Dei en su vida diaria, me responde “¿Tú no lo ves?”. Le digo que en el estudio he visto orden, limpieza, cuidado de los detalles a la hora de almacenar los cuadros…También percibo el desprendimiento de sus obras. Y añade: “Quiero que mi trabajo sirva para los demás. Gozo haciendo pintura para que pueda ser un tesoro para esta tierra”.
A lo largo de los años han salido de su taller numerosos lienzos, murales, cerámicas y mosaicos a países como Australia, Estados Unidos, Inglaterra y Francia.
Tiene algunos problemas para recordar ciertos nombres pero cuando le pregunto por la jota que le enseñó a san Josemaría la recita de memoria:
El querer sin esperanza
Es el mas lindo querer
Yo te quiero y nada espero
Mira si te quiero bien
Fuiste mi primer amor
Tú me enseñaste a querer
No me enseñes a olvidar
Que no lo quiero aprender
Le sale de corrido pero se emociona y llora.
San Josemaría, Torreciudad y José Alzuet
Torreciudad: "Bendición de los nuevos Misterios Luminosos"
Homenaje del colegio Gaztelueta a Don José Alzuet en el 50 aniversario del colegio (2001)