Otros artículos: Textos para meditar sobre Santa María Magdalena | Quién fue María Magdalena? | ¿Qué relación tuvo Jesús con María Magdalena? | Decreto sobre la festividad de santa María Magdalena
A lo largo del año, la liturgia invita a los cristianos a recordar algunas de las figuras que siguieron de cerca a Cristo. Hacer memoria de los santos constituye un incentivo para revitalizar la propia vida cristiana, mirando a quienes —hombres o mujeres—, con su ejemplo y su intercesión, invitan al Pueblo de Dios a contemplar el futuro con esperanza segura.
El Papa Francisco, en este año de la misericordia, ha querido subrayar la relevancia de una gran figura, seguidora de Cristo, María Magdalena, disponiendo que su memoria litúrgica se eleve a la categoría de fiesta. Con tal decisión, el Santo Padre desea que el ejemplo de esta santa discípula de Jesús se halle más presente en la vida de piedad de la Iglesia.
Cercana a la Cruz, [María Magdalena] nos ofreció una lección de fortaleza; y luego, acudiendo a la tumba del Crucificado, no permitió que la esperanza se apagara en el mundo.
La Magdalena irrumpe en el Evangelio con la fuerza de quien ama profundamente y desea amar siempre más. De ella se escribe en el texto que Jesús había expulsado siete demonios, una afirmación que puede referirse a situaciones dolorosas, físicas o morales. En cualquier caso, el sufrimiento la condujo a Cristo y, desde entonces, no miró atrás. Comprendió que su caminar ya sólo tenía sentido si se gastaba al servicio de Dios y de los hermanos. Liberada de esos males, se muestra grande y generosa ante nuestros ojos, cuando —cercana a la Cruz— nos ofreció una lección de fortaleza; y luego, acudiendo a la tumba del Crucificado, no permitió que la esperanza se apagara en el mundo. ¡Gran discípula de Cristo fue María Magdalena!
En un primer momento, ella no reconoció al Maestro. Pero perseveró en su afán de encontrarle. Sólo al escuchar su nombre, con el acento personalísimo con que Jesús se dirige a cada uno, reconoce al Salvador. Y a ella, la primera entre los discípulos que vio al Resucitado, se le confía el primer anuncio de la resurrección: un mensaje que no ha cesado de difundirse desde entonces en el mundo. Una preciosa responsabilidad que recae ahora en cada uno de nosotros. ¡Cuántas veces se sirve el Señor de otras personas, para llamarnos a cada uno por nuestro nombre y comunicarnos también el encargo de darle a conocer a otras gentes!
Las mujeres del Evangelio —María Magdalena, Marta y María de Betania, Juana, Susana y Salomé—, sirvieron a Jesucristo con una lealtad que no siempre demostraron los discípulos. Ellas acompañaban al Maestro por los senderos de Palestina o lo alojaron en su hogar; lloraron a su lado en el camino de la Cruz; fueron con la Madre, Santa María, hasta el patíbulo; y quisieron honrar el cuerpo de Jesús tras la sepultura...
La mujer está convocada a contribuir a la misión de la Iglesia con su inteligencia, su sensibilidad y fortaleza, su piedad, su celo apostólico y su afán de servicio, su capacidad de iniciativa y su generosidad
Hoy como entonces, la mujer está convocada a contribuir a la misión de la Iglesia con su inteligencia, su sensibilidad y fortaleza, su piedad, su celo apostólico y su afán de servicio, su capacidad de iniciativa y su generosidad. Pero, por encima de todo, puede contribuir —como los demás fieles cristianos— con su santidad personal. Esta es la enseñanza primordial de la vida de María Magdalena: quien desea verdaderamente servir a la Iglesia, ante todo pone sus ojos en Cristo, le sigue de cerca por los caminos de la tierra, con fidelidad total, incluso cuando los demás huyen ante la aparente victoria del mal.
La humanidad necesita mujeres y hombres así: capaces de acudir sin cansancio a la misericordia divina, leales al pie de la Cruz.
El próximo 22 de julio supone una ocasión para recordar la vida de la Magdalena, que viene a presentarse como el resumen de la biografía de cada cristiano: comenzar y recomenzar, con humildad; amar a Cristo; confiar en Él pese a las sombras que, a veces, quizá oscurezcan el camino; servir a los demás con empeño creciente, en el lugar donde nos ha tocado vivir. La humanidad necesita mujeres y hombres así: capaces de acudir sin cansancio a la misericordia divina, leales al pie de la Cruz, atentos a escuchar —en las tareas ordinarias de cada jornada— el propio nombre de los labios del Resucitado.
+ Javier Echevarría (Madrid, 1932 - Roma, 2016)
Cuando el Papa Francisco elevó la memoria litúrgica de María Magdalena (22 de julio) a categoría de fiesta, Mons. Javier Echevarría, entonces prelado del Opus Dei, escribió un texto sobre la discípula de Cristo, anunciadora del Resucitado.