Andalucía: tierra de María Santísima

“Tiempo de caminar”, libro de Ana Sastre sobre el fundador del Opus Dei.

El 6 de noviembre, en la atardecida jerezana, llega el Padre a Pozoalbero . Comienzan ya los primeros ruidos de la noche: los pájaros agotan sus energías avalados por el silencio campero. Pozoalbero , nombre de arena al sol y de agua fresca, va a ser el escenario de su cita con Andalucía. Porque hasta aquí llegarán, a lo largo de siete jornadas, gentes de Córdoba, Sevilla, Huelva y Cádiz. Todos con su equipaje de alegría; con su guitarra y sus palmas, capaces de convertir el aire en danza.

La verdad es que Andalucía se ha sacado de la manga un sol brillante para recibir al Fundador, después de unos días de lluvia torrencial que han llegado a preocupar a los organizadores de las reuniones.

Como salón de actos, se habilita un patio del viejo lagar. Al fondo se ha colgado un repostero con el escudo de la casa. Y alrededor, un lema: «Siempre fieles, siempre alegres, con alma y con calma». Es el brindis que hiciera el Padre, el 2 de octubre de 1968, en el cuarenta aniversario de la Obra. Cuando lo vea, comentará con gracia:

-«Desde luego, aquí no se puede decir nada: enseguida lo ponéis por las paredes» (31).

Tiene el lagar paredes encaladas y apliques de viejos azulejos. Los portones están pintados de verde; los muebles son oscuros, recios. Las esteras de esparto esparcen un olor áspero y fuerte.

Más de dos mil personas llenarán el recinto, cada uno de los siete días que el Padre permanece en Pozoalbero. Pero el número no importa. Según reza una vieja letra de la tierra, «están los cabales», aunque apenas quepa un alfiler dentro de la nave.

-«Vamos a tener una conversación, una especie de tertulia andaluza. Como si estuviéramos sólo veinte personas»(32).

Un Cooperador le cuenta que ha perdido a su mujer y a un hijo, en un accidente:

-«Vengo por si veo una chispita de luz donde agarrarme».

-«Mira, el Señor nos quiere con locura. Se llevó a los tuyos porque estaban maduros para el Cielo. Para ti es un golpe grande, y lo comprendo. Yo tengo corazón y también lloro, cuando pierdo a las personas queridas».

El Padre explica que se encara con el Señor en estos casos. «Pero no ofendiéndole. Son palabras de amor. Le digo: ¿por qué te llevas a éstos, que hubieran podido servirte, que hubieran sido tan útiles a otras almas? Y, al final, bajo la cabeza: Tú sabes más que yo. Y añado: hágase, cúmplase... »(33).

El Hermano Mayor de una cofradía de Sevilla le trae una imagen de la Macarena en nombre de todos sus cofrades. El Padre la contempla un rato, habla de su belleza y la besa con enorme cariño...

Y luego decide ponerla, bien visible, en algún lugar donde se la pueda rezar mucho...

Se acelera el diálogo y las preguntas parten del auditorio rápidas como saetas: la paz, el miedo, el dolor, la felicidad. Y la cotidianeidad de las pequeñas grandes cosas: el dinero, la faena de cada día, el amor de cada minuto...

Como escribiría más tarde José María Pemán las respuestas del Padre «parecen dichas desde una torre de varios pisos superpuestos. En el bajo, la gracia humana: la anécdota o el comentario que mueve a esa oración de los sencillos que es la risa. Enseguida el piso central: que es la gracia poética, que expende emoción, que sugestiona tanto como persuade. Pero lo que exige el Padre Escrivá a sus primeras gracias subalternas es que anticipen el aire de familia de la última, que espera en la azotea y que es la Gracia de

Dios» (34)

Aquí, como en todas partes, el Padre vuelve a darse sin poner ninguna barrera, con alegría, con alma. Fuera, el albero relumbra y pasa de «soleares» a «bulerías» según el bordón que toca, con cada uno de los temas, la ascética del Padre.

Cuando abandone Pozoalbero, las gentes sencillas de la tierra guardarán entre geranios y jazmines su memoria. El recuerdo de un sacerdote que les hablaba directamente al corazón.

Como don Juan Mateos, cura jerezano de ochenta años de edad y que cree no servir ya para casi nada...

-«Dios está muy contento de ti, y nosotros estamos orgullosos de ti, tenemos el orgullo de tu vocación. Dios te guarde muchos años en la tierra para rezar (...), para decir tu Misa sin prisa, para rezar tu Breviario sin prisa. Y, cuando no lo puedas rezar, no lo reces: reza el Rosario, ¿está claro? ¡Dos besos te doy con toda mi alma!... ».

Ha terminado una tertulia y María, la mujer de Ignacio, el gitano «enchinaor», le dice a un sacerdote:

«Dígale al Padre que le deseo mucha "zalú" para que siga haciendo su Obra... ».

Y un matrimonio de campesinos de Vejer de la Frontera hace una síntesis indiscutible de su reunión con el Padre:

«Siguen siendo malas las cosas que siempre lo han sido, y buenas las que lo han sido siempre. Y, además, hay cosas mucho mejores».

Y fray Alejandro, lego Capuchino que viene desde Sanlúcar de Barrameda a Pozoalbero con una imagen de la Virgen para que se la bendiga el Padre porque quiere que reciba la bendición de un santo.

Los venteros de Casa Manolo, junto a la carretera, gitanos de raza, son interrogados por la policía, asombrada de la cantidad de gente que entra y sale de Pozoalbero. Y María Jesús y Manolín dicen, quitándose la palabra:

-«No se preocupen que en Pozoalbero , como siempre, sólo se habla de Dios »(35)

También visitará Sevilla y Cádiz. A las alumnas de Albaydar , Escuela de Secretariado y Decoración, y a los universitarios del Colegio Mayor Guadaira .

«Me he pasado la mayor parte de mi vida enseñando a santificar el trabajo. A los andaluces os han levantado una fama muy mala de que no trabajáis, y no es verdad. Aquí se trabaja, y se trabaja con salero, y con una sonrisa en los labios. ¡Bien! Lo hacéis muy bien todos... ».

Y a un estudiante que le interroga acerca de los que no quieren escuchar, por no complicarse la vida:

«El que no se complica la vida no es buen cristiano. Además, si él no lo hace voluntariamente, la vida misma se encargará de complicarle de todas maneras, y entonces será un desgraciado. Se sentirá cobarde, inútil, ineficaz, un peso muerto que tendrán que arrastrar los demás»(36)

Habla de las razones de justicia que exige el estudio profundo y serio:

«La sociedad (...) espera vuestros servicios: de médicos, de ingenieros, de abogados, de arquitectos... Es una labor que debéis realizar en favor de los demás ciudadanos, en justicia. Y resulta que ahora, a veces, se va a la universidad y no se estudia. ¿En qué quedamos? No parece muy razonable esta actitud»(37).

Le preguntan por el amor humano, por la sinceridad y la lealtad, por el trabajo... Y, en la tierra de María Santísima, por la devoción a la Virgen:

«Ya rezaréis para que también yo vuelva siempre a mi Madre, con el amor que la tenéis vosotros. He venido a Sevilla, una vez más, para aprender a amar a la Virgen. No vengo a enseñar: vengo siempre a aprender»(38).

En Cádiz, visitará a las monjas Carmelitas descalzas. Allí, junto a estos muros que levantara a golpe de fe la santa andariega de Castilla, el Padre viene a recabar oración que se transforme en fortaleza para la Obra de Dios. Y les ofrece, a cambio, el cariño y el agradecimiento de estos otros andariegos del mundo que se empeñan en amar y hacer amar a Jesucristo, en medio de la calle. El Fundador dice adiós a Andalucía. Aunque está muy entrado el otoño, la tierra sigue de gala y saca su mejor luz: es un alarde de blancos, verdes y azules en el paisaje sureño.