Algunos del Opus Dei, catedráticos de Universidad

Francisco Ponz. MI ENCUENTRO CON EL FUNDADOR DEL OPUS DEI. Madrid, 1939-1944

Varios miembros de la Obra -entre los que me encontraba- nos encaminamos hacia la enseñanza universitaria. José María González Barredo, cuando pidió la admisión en la Obra, era catedrático de Física y Química del Instituto de Linares (Jaén), a la vez que se preparaba para una cátedra universitaria. Continuó en esa línea, desarrolló una acreditada labor científica en el Instituto Rockefeller de Madrid y obtuvo la Cátedra de Química Física de la Universidad de Zaragoza en abril de 1942. Años más tarde, después de estancias largas en centros de investigación europeos, se trasladó a los Estados Unidos, donde fue profesor de varias Universidades.

Muy relevante fue el caso de José María Albareda. Al tomar contacto en Madrid en 1935 con el Padre, era ya un científico muy acreditado, catedrático del Instituto Velázquez y profesor de Ciencia del Suelo en la Cátedra Conde de Cartagena de la Academia de Ciencias. Al terminar la guerra civil española, fue nombrado director del nuevo Instituto Ramiro de Maeztu, en Madrid, al que dio su ímpetu y organización inicial, a la vez que continuaba con su trabajo científico. Su fama de investigador serio y riguroso, de hombre generoso y desapasionado, llevó a que el Ministro Ibáñez Martín buscara en la inmediata postguerra su colaboración para impulsar y organizar la investigación científica española. En noviembre de 1939 se creó el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (C.S.I.C.), con Albareda como Secretario General. En el otoño de 1940, Albareda obtuvo por oposición una cátedra de la Facultad de Farmacia en la Universidad de Madrid. Desde entonces se dedicó a sus tareas de profesor en esa Facultad, a las de Secretario General del C.S.I.C., y a la investigación científica en su especialidad, la Edafología. Fue académico de número de las Reales Academias de Ciencias, de Farmacia y de Medicina. Llamado al sacerdocio por el Fundador del Opus Dei y ordenado en 1959, fue nombrado ese mismo año Rector de la Universidad de Navarra, cargo que ejerció hasta su fallecimiento en 1966, durante una etapa de organización y desarrollo intenso. Además, continuó esos años con sus funciones de Secretario General del C.S.I.C.

También otros miembros de la Obra se sintieron atraídos por la profesión universitaria. Alguno desde antes de la guerra civil y otros a su término, hicieron los estudios de doctorado y se iniciaron en la Investigación y en las tareas académicas. Durante el tiempo que viví en Madrid, obtuvieron cátedra: Juan Jiménez Vargas, de Fisiología de Medicina, en la Universidad de Barcelona, donde fundó en 1945 la Revista Española de Fisiología; Francisco Botella, de Geometría Analítica y Topología, de la Facultad de Ciencias de la misma Universidad; Vicente Rodríguez Casado, de Historia Moderna, en la de Sevilla, donde creó enseguida la Escuela de Estudios Hispanoamericanos y luego la Universidad de Verano de La Rábida; Rafael Calvo Serer, también de Historia, en la de Valencia, iniciador en 1944 de la revista Arbor, del CSIC; José Orlandis Rovira, de Historia del Derecho, en la de Murcia, aunque pasó muy pronto a Zaragoza; Amadeo de Fuenmayor, de Derecho Civil en Santiago de Compostela; y José Manuel Casas Torres, de Geografía, en Zaragoza. Todos ellos eran jóvenes, tenían gran amor al trabajo universitario, se ocupaban de preparar bien a sus alumnos, querían hacer una seria investigación científica en su campo y formar buenos discípulos. Desplegaron una intensa actividad académica, siguieron trayectorias científicas y culturales relevantes, y se convirtieron en poco tiempo en destacadas figuras universitarias.