Al lector

Capítulo de "CAMINO Edición crítico-histórica", preparada por Pedro Rodríguez.

Este libro que el lector tiene en sus manos es, como indica su título, Camino, de Josemaría Escrivá de Balaguer: una edición de Camino, una de las numerosas ediciones de Camino. Pero una edición peculiar. Quiere ser ésta, desde el primer momento, una «edición crítica», con arreglo a los cánones de este género de literatura científica: es decir, una edición que ofrece el texto de Camino dispuesto a partir de una crítica textual y de fuentes apoyada en la documentación.

Conforme me adentraba en el trabajo y en la lectura de esos documentos –casi todos ellos en el Archivo General de la Prelatura del Opus Dei, en Roma–, se iba haciendo cada vez más claro que el material dotado de interés superaba lo que, en sentido propio, era suficiente para una edición crítica. Por otra parte, un libro tan singular y de tanta irradiación espiritual como Camino, pedía inquirir a fondo la historia de su composición: no sólo «establecer» su texto –tarea sin excesivos problemas en este libro, ­dada la claridad de la historia textual–, sino ir más allá del texto o, si se prefiere, sorprender al texto en su hacerse. En este sentido, el estudio de la documentación confirmaba con intensidad creciente la intuición espontánea de todo lector de Camino: que cada una de sus 999 unidades tiene vida propia, y contextos y circunstancias muy diversos; una vida espiritual, pastoral y literaria que el texto mismo muestra anterior al texto, y mucho más rica de lo que la mera crítica textual puede poner de manifiesto. De ahí que, durante el trabajo, no haya rechazado esos datos contextuales que trascendían a la crítica textual, sino que he tratado, lo más sobriamente posible, de incorporarlos al libro y proporcionar, así, a los lectores la información encontrada sobre el contexto vital e histórico a que me refiero. Por eso he llamado, al resultado de esta investigación, no ya «edición crítica», sino «edición crítico-histórica», como se lee en la portada del volumen.

Esta decisión ha multiplicado la tarea, pues el equilibrio entre unas partes y otras exigía no sólo la «recepción» de los documentos que salían al paso, sino la «inquisición» de los que no salían. El resultado de todo ese laboreo ha sido el amplio «Comentario crítico-histórico», que es, desde el punto de vista cuantitativo, la parte más extensa, con mucho, de todo el conjunto: un comentario a la estructura del libro, a la secuencia de sus capítulos y, sobre todo, a cada uno de sus puntos.

Una edición «crítico-histórica», decía. No aludo, con esta expresión, a «otro» método de análisis de textos, que sería distinto del que llamamos, en exégesis bíblica y en teología, «histórico-crítico». Me refiero, con esa expresión, no al método, sino al alcance y contenido del Comentario, que va más allá de lo que, en sentido estricto, pide la edición crítica, para adentrarse en cuestiones de gestación y contexto histórico-espiritual de los «puntos» de Camino.

No es, sin embargo, ni quiere serlo, un comentario teológico y de espiritualidad, aunque haya continuas alusiones –no podía ser de otra manera– a lo que constituye la materia misma del libro. Tampoco es un estudio del estilo literario o del uso lingüístico de los términos, lo que no excluye, acá y allá, frecuentes apuntes sobre el tema. Precisamente la presente edición quiere ofrecer el texto de Camino, críticamente dispuesto para el trabajo, a los que deseen estudiar esta obra sea desde el campo de la espiritualidad y de la teología, sea desde el que es propio de la lengua y de la literatura.

Una edición, pues, la nuestra, que en definitiva pretende estas dos cosas: poner de relieve oportunamente los resultados de la crítica textual y de fuentes y, a la vez, aportar textos y documentos en torno a la génesis de los «puntos» de Camino, su datación, sus circunstancias, los contextos personales, espirituales, culturales e históricos que esas «consideraciones» tienen en la vida del Autor y en su labor apostólica.

Una palabra, ahora, sobre la disposición y estructura del volumen. Por la propia naturaleza de las cosas, una edición crítica pide una clara y neta distinción entre el Texto, debidamente establecido, y su Comentario –histórico, textual y de fuentes. En la tradición del oficio, tal distinción se suele expresar reservando el «cuerpo» de la página para el Texto y situando el Comentario, bien «al pie», bien en una segunda parte del libro, acompañado, en uno y otro caso, de las oportunas series de notas críticas y documentales. Sin embargo, en nuestra edición, después de sopesarlo detenidamente, no hemos procedido así. La peculiar naturaleza de un libro de aforismos o sentencias –de consideraciones, como dice el Autor—, que tiene cada una su propia génesis e historia; y el notable desarrollo del Comentario, hacían inviable esa ubicación tradicional, que, en todo caso, resultaría sumamente incómoda para la lectura y consulta. Por eso, he optado por una solución intermedia, que es la composición continuada –Texto (cada punto de Camino) seguido de su Comentario–, pero permaneciendo siempre neta la distinción entre Comentario y Texto.

El Texto, es decir, el prólogo y los 999 puntos de Camino, se componen con cuerpo mayor y más intenso –en negrita, como la edición príncipe– y, a continuación de cada punto, en cuerpo menor y letra redonda, el Comentario crítico-histórico. El pie de la página se reserva para dos series de notas: la del aparato de crítica textual y la de notas documentales del Comentario. Así, bajo el título «Texto y Comentario crítico-histórico», el lector encuentra el contenido principal de esta edición de Camino.

El «Texto», debidamente anotado, es –en el orden de la causa final, podríamos decir– la razón de ser de una edición crítica, también de la nuestra. Por eso, siento el apremio de llamar la atención de los lectores no sólo sobre el Comentario, de que vengo hablando, sino sobre la «Introducción General» que precede al «Texto» (y al Comentario). Es extensa y tiene, necesariamente, la tecnicidad, un tanto fatigosa, propia de este tipo de trabajos; pero entiendo que su lectura será útil también para el lector no avezado en este género científico, pues ofrece ayuda y elementos de juicio para situar el marco espiritual y humano donde se inscriben los diversos capítulos y «puntos» de Camino. Tenga presente el lector que la anotación y el comentario del «Texto» han sido realizados a partir del cuadro hermenéutico que se propone a lo largo de los catorce capítulos o parágrafos (§§) de la «Introducción General».

Así se explica el orden de las piezas que preceden y siguen al cuerpo del libro. Tras el «Prólogo» de Mons. Echevarría, y la descripción que hace el Instituto Histórico de la «Colección de Obras Completas», vienen estas palabras «Al lector». Después, las páginas con «Siglas y abreviaturas» y una «Cronología biográfica» de Josemaría Escrivá, más detenida, lógicamente, en el ámbito temporal que corresponde a la redacción de Camino. Este conjunto de piezas tiene sus páginas numeradas en romanos. Después comienza, ya en arábigos, la «Introducción General», arriba descrita, seguida, como he dicho, del «Texto y Comentario». Se incluyen a continuación, como «Apéndices», las que llamo «piezas de la tradición editorial» de Camino, desde el prólogo de Mons. Lauzurica al índice bíblico de 1972; y, como «Anexos», las tres etapas que tuvo en su redacción Consideraciones Espirituales, a las que continuamente se acude en la crítica textual y en el comentario histórico. Cierra el volumen un conjunto de índices para facilitar al lector la consulta del libro. Señalo especialmente, a este propósito, el «Índice para la lectura cronológica de Camino», que, como su nombre indica, permite leer una gran parte del libro situando sus «puntos» en otra secuencia distinta de la del libro: la de la fecha en que salieron de la pluma del Autor. Es una pieza también interesante para la investigación biográfico-espiritual sobre Josemaría Escrivá de Balaguer.

Como el lector podrá comprobar, si emprende la lectura de este libro, muchas de las interrelaciones contextuales y documentales del Texto, tal como se reflejan en el Comentario, permanecen abiertas, y otras, por su misma naturaleza, están sujetas a rectificación o matización a partir de nuevos datos y testimonios. El autor de la edición crítica agradecerá todas las aportaciones y sugerencias que le lleguen sobre la materia. 

Llego así al momento más grato de la investigación que aquí concluye: la hora de dejar constancia de la ayuda y solidaridad que he encontrado por todas partes a lo largo de mi trabajo. Sería inacabable enumerar los servicios que he recibido de tantas y tantas personas: no sólo de colegas, amigos y compañeros, sino de muchas a las que sólo conozco por la relación epistolar establecida. Mi agradecimiento lo he dejado escrito en muchos casos al pie de la página en que se ha reflejado esa aportación esforzada.

Pero debo nombrar ahora a aquellos cuyo servicio a esta edición ha sido más continuado y constante. Ante todo, al Dr. Constantino Ánchel, investigador del «Centro de Documentación y Estudios Josemaría Escrivá de Balaguer» (Universidad de Navarra), conocedor, como pocos, de los contextos documentales y biográficos del santo Autor de Camino; y, con él, a los Drs. Joaquín Fernández Monistrol, José Antonio Loarte y Sabino Gabiola, del Archivo General de la Prelatura (Roma): los cuatro han puesto a mi disposición su guía experta para localizar y discernir la documentación de esos Centros y me han ofrecido generosamente sus personales aportaciones.

El Dr. Ánchel –mi interlocutor habitual en los derroteros de la investigación– y los Profs. José Luis Illanes, Jutta Burggraf y Javier Sesé, colegas en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, han tenido la paciencia de leer y criticar el extenso manuscrito resultante, ofreciéndome abundantes y profundas observaciones y sugerencias, que enriquecían el horizonte para una ulterior investigación. El resultado de esas cuatro lecturas determinó, así lo pienso, un salto de calidad en la tarea y una nueva exigencia de rigor científico.

Los Drs. Joaquín Alonso y Flavio Capucci (Roma), Benito Badrinas y Julio González-Simancas (Madrid), tan profundos conocedores de la vida y la obra de Josemaría Escrivá de Balaguer, y los Profs. Lucas F. Mateo-Seco, Ildefonso Adeva y Marcelo Merino (Pamplona), con su pericia analítica de textos: todos han sido para mí constantes puntos de consulta y de referencia. No quiero dejar de mencionar a mi colega el lingüista Prof. Manuel Casado (Pamplona), que ha estado siempre dispuesto a ser abordado en las cuestiones relativas a su oficio filológico. La detenida lectura de las pruebas, que han realizado, de manera tan sagaz y sugerente, don Miguel Arango y doña Pilar Rodríguez, no podía quedar sin una expresa mención agradecida.

He dejado para el final el primero de los agradecimientos. El que debo a S.E.R. Mons. Javier Echevarría, Obispo, Prelado y Padre en el Opus Dei: ante todo, por haberme encargado la preparación de esta edición –encargo que estimo una delicadeza paternal – y haberme abierto de una manera tan generosa los fondos documentales y archivísticos de la Prelatura. Y ya terminado mi trabajo, por haber querido honrarlo escribiendo el prólogo que encabeza estas páginas.

Una última palabra. La investigación que se expresa en el presente estudio crítico-histórico ha recubierto buena parte de mi trabajo en los tres años que preceden al Centenario del nacimiento de Josemaría Escrivá de Balaguer, 9 de enero de 2002. No podía yo imaginar que el Señor me deparara, durante este tránsito del segundo al tercer milenio, una forma tan profunda y entrañable de «comunión de los santos» como la que he experimentado, día tras día, durante esta «batalla» científica y orante. Vaya a Él –Deo omnis gloria– mi radical acción de gracias.

Josemaría Escrivá publicó Camino para que los lectores se metieran «por caminos de oración y de Amor». Mi aspiración, mientras luchaba con los textos –y ahora, cuando ya están en la imprenta–, era que este conjunto de documentación histórica ayudara al lector a discernir el paso de Dios en la pequeña gran historia que subyace al libro, y a adentrarse –o a continuar– cum festinatione por esos caminos que deseaba el Autor.

 

Pamplona, 29 de septiembre de 2001

Fiesta de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael

 

Pedro Rodríguez