90 años de las mujeres del Opus Dei

Artículo del periodista Jesús Fonseca, con motivo del aniversario celebrado el 14 de febrero.

La Razón 90 años de las mujeres del Opus Dei

Es una descartada de esa España pobretona, de alpargata y pañuelo paquetero, de principios del siglo pasado. La han recogido en la calle, medio agonizante; y la han llevado a un centro para indigentes. Un joven sacerdote, que tampoco anda sobrado de salud, la escucha con cariño y la acompaña. Escrivá y ella hacen buenas migas.

El curita la convence de que su sufrimiento es un tesoro y ofrece su vida por los proyectos disparatados en los que anda aquel sacerdote, que a todos contagia su serenidad y optimismo. Cosas del destino, será la primera mujer del Opus Dei; cuestionado movimiento universal de fieles, llamado a convertirse en uno de los pilares más exigentes dentro de la Iglesia, y más fieles al sucesor de Pedro.

En el Opus Dei son más papistas que el Papa. Me ha costado años entenderlos un poco, pero siento admiración y estima por ellas y ellos, tanto por su riqueza espiritual como humana; así no esté hilvanado, ese vivir, a mi hechura. Escrivá de Balaguer, aragonés anticipativo y algo chiflado, llegará a ser uno de los españoles más influyentes del siglo XX. Con los años, aquel cura pelao elevado a los altares, será venerado en los cinco continentes, aunque mal comprendido y perseguido sin piedad dentro y fuera de la Iglesia; sobre todo en su patria.

San Josemaría fue el primero en hablar de la llamada universal a la santidad. Hasta entonces, para ser santo había que vestir traje talar y renegar del mundo y sus camelancias. Pero él intuye que es la hora de los laicos y propone un desatino para la época: «amar al mundo apasionadamente». ¡Qué chiste! Un cometido en el que ellas —casadas, solteras, cualquiera que sea su tarea—, estarán llamadas a ocupar un lugar determinante.

De la incorporación femenina al Opus Dei se cumplen, en estos días, 90 años. Buena ocasión para poner en valor a esas miles de mujeres discretas y empeñadas en hacer el bien a manos llenas. Algo que he podido constatar en África, en la América Hispana y en los países europeos en los que he ejercido, durante décadas, como corresponsal de agencia, prensa, radio y televisión.

Las he tenido a mi lado como compañeras y he visto cómo se mueven en casi todos los oficios. Estoy persuadido de que sin su buen hacer, y «sin ese algo que les es propio y que sólo ellas pueden dar» —en palabras de su fundador—, serían imposibles las múltiples tareas y el bien que realiza esta institución en el mundo.

Jesús Fonseca

La Razón