Josemaría Escrivá nació en Barbastro el 9 de enero de 1902. Estudió en los seminarios diocesanos de Logroño y Zaragoza, ciudad en la que fue ordenado sacerdote el 28 de marzo de 1925. Estudió Derecho además de los estudios eclesiásticos, y en 1927 se trasladó a Madrid, para hacer el doctorado. Durante esos años desarrolló una abnegada actividad en los suburbios y las zonas marginales de la capital con desahuciados de los hospitales públicos —especialmente tuberculosos, con grave riesgo de su vida—; universitarios y personas de todo el entramado social: obreros, artesanos, artistas...
El 2 de octubre de 1928 vio, por inspiración divina, como afirman los documentos pontificios, que Dios le pedía que difundiese en todo el mundo la llamada universal a la santidad, y que abriera un nuevo camino dentro de la Iglesia —el Opus Dei— para transmitir esa llamada a todos los hombres. En la actualidad hay más de ochenta mil miembros del Opus Dei y su mensaje espiritual ha llegado a millones de personas.
Su labor apostólica fue amplísima: promovió numerosas vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, tanto activa como contemplativa. En 1943 fundó la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, inseparablemente unida al Opus Dei, a la que pertenecen miles de sacerdotes diocesanos de todo el mundo. Son especialmente atractivas sus enseñanzas cristianas sobre el matrimonio, que numerosas personas se esfuerzan por encarnar en sus vidas.
Amante de la paz y del diálogo, logró en 1950 que la Santa Sede concediera que pudieran ser nombrados cooperadores del Opus Dei todo tipo de personas: creyentes y no creyentes, católicos y no cristianos. El Opus Dei fue históricamente la primera institución de la Iglesia en la que se ha vivido esta realidad ecuménica.
Como fruto de sus enseñanzas y de su aliento a la responsabilidad apostólica y social de los cristianos, han nacido en los cinco continentes centenares de labores evangelizadoras y de promoción social dirigidas, en gran parte, a los sectores más desfavorecidos.
De talante innovador, pero siempre fiel al Magisterio de la Iglesia, Escrivá fue, —como señalaba una de las figuras más destacadas del Vaticano II, el cardenal König —, uno de los grandes precursores del Concilio. Anticipó, desde treinta años antes, muchas de las enseñanzas que, tras la magna Asamblea eclesial, se convirtieron en patrimonio de todo el Pueblo de Dios.
Es autor de libros de espiritualidad difundidos en los cinco continentes. El más conocido y popular es Camino, que cuenta con cerca de cuatro millones y medio de ejemplares en 43 idiomas.
Falleció en Roma, con fama de santidad, el 26 de junio de 1975. Fue beatificado por Juan Pablo II el 17 de mayo de 1992, en la Plaza de San Pedro. Será canonizado en 2002.