Universitarios quiteños, voluntarios en la canonización

Costó esfuerzo, pero resultó inolvidable. Cerca de veinte universitarios quiteños que reciben formación en la Residencia Ilinizas, estuvieron presentes en la canonización del Fundador del Opus Dei en calidad de voluntarios. Fueron parte de un contingente de varios miles de chicos y chicas -universitarios de los cinco continentes- que estuvieron a cargo del orden y otras tareas en esos días de octubre en Roma

En Via de la Conciliazione, después de un encuentro con mons. Echevarría

Una llamada telefónica a mediados de mayo pasado en Quito. Un chico joven sorprendido por la pregunta que le hacen: -¿Estarías dispuesto a colaborar como voluntario en la organización de la canonización del Fundador del Opus Dei?. Y una respuesta clara e inmediata: “De ley, me apunto”.

Fabián, el interpelado de la anécdota, no fue el único: como él, cerca de veinte universitarios quiteños que acuden regularmente a los medios de formación de la Residencia Universitaria Ilinizas, una labor corporativa del Opus Dei en la capital ecuatoriana, respondieron afirmativamente y con entusiasmo a la cuestión planteada.

Paul y Santiago

Naturalmente el asunto no resultaba fácil. Para cubrir los costos del viaje a Roma los universitarios tuvieron que ingeniárselas de mil modos diversos. Vendieron decenas de colecciones de los videos “Preguntas y respuestas”, que contienen escenas de tertulias con San Josemaría durante su catequesis de 1974 por diversos países de América del Sur; impartieron cursos de nivelación y preparación para la universidad; vendieron tarjetas de Navidad (aunque diciembre estuviera lejano en el calendario) a varias empresas nacionales; y sacaron adelante un largo etc. de iniciativas individuales para sacar el viaje. ¡Y resultó! Nadie tuvo que quedarse por falta de dinero: el 1º de octubre el grupo llegó a Roma y se integró inmediatamente a las escuadras de voluntarios formadas por chicos de Colombia, México, Uganda, Kenia e Italia. Otras escuadras reunían a jóvenes de otros cincuenta países de los cinco continentes.

La primera semana de trabajo encontró a los quiteños atendiendo peregrinos en Stazione Termini o en el Aeropuerto Internacional de Fiumicino. Había que ayudar a los recién llegados en mil y una cuestiones muy diversas: cómo ubicar al operador de un tour, cómo tomar el transporte público, cómo llegar a un hotel en las afueras de la urbe, etc.

La noche anterior al domingo 6 de octubre, varios de los universitarios ecuatorianos (Paúl, John, Sebastián y Francisco) estuvieron encargados de un albergue para varios miles de peregrinos: apenas pudieron comer y dormir esa noche.

Y llegó el domingo 6, y con él la canonización de San Josemaría. Fue un día de carreras y trasiego, pero sobre todo de una alegría inenarrable y de sonrisas de oreja a oreja pintadas en el rostro de cada uno de los voluntarios: ayudaron a algunos a ubicar su lugar en la Plaza de San Pedro, atendieron a los enfermos, llevaron a los inválidos a sus puestos de preferencia, orientaron a los perdidos, etc.

La tarea se repitió al día siguiente, durante la Misa de Acción de Gracias celebrada en San Pedro por el Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría, a la que siguió una audiencia del Santo Padre con los peregrinos.

Esa tarde hubo que arreglar las cosas para el regreso. Los comentarios de ese lunes 7 resumen el sentido del sacrificado trabajo de estos chicos en esas jornadas romanas: “Esto no lo volveremos a repetir”. “Lo que más me impactó fue la fe de la gente”. “¡El Padre ha estado grande!”.