Un trabajo coordinado para lograr la inclusión

Francisco descubrió que coordinando proyectos de ayuda lograba involucrar a muchas personas interesadas en hacer obras sociales. Su dedicación la enfocó a personas con discapacidad.

Voluntarios visitan a personas con discapacidad para ayudarlas y acompañarlas

La idea surgió en el año 2016, luego de meditar maneras concretas de vivir el Año de la Misericordia proclamado por el Papa Francisco. Tras el llamado del Santo Padre, muchas personas deseaban encontrar una alternativa que les permitiera servir a las personas que más lo necesitaran.

Hasta ese momento, Francisco había colaborado con el departamento de ayuda social de una obra corporativa del Opus Dei en Quito, el Colegio Intisana. A esta institución llegan con recurrencia peticiones de ayuda de diversos lugares como guarderías, orfanatos o barrios pobres. Ahí Francisco descubrió que en la zona de Atucucho, un barrio popular al noroeste de la ciudad, existía una particularidad: vivían más de 100 familias con algún miembro que padecía alguna discapacidad. Sintió que ese era el lugar en el que debía empezar a trabajar y donde podría involucrar a más personas que tuvieran la misma inquietud que él por colaborar con los demás, así que se puso en marcha.

Continuó averiguando más y dio con una organización barrial que se llama “Capaces”, dirigida por Himelda, madre de 2 personas con discapacidad, dedicada por más de 20 años a la ayuda de familias que viven una realidad como la de sus hijos. Ella le proporcionó la lista de familias y el grado de discapacidad de cada persona registrada, pero sin direcciones, ni números de teléfono para contactarlas. Francisco debía completar esa base de datos.

Los beneficios de un error

Con información incompleta, pero con muchos deseos de encontrar el camino hasta ellos, se animó a realizar la primera convocatoria para la Navidad de ese año. Con la ayuda de una representante de la zona de Atucucho, se empezó a propagar una invitación a familias con miembros con discapacidad para un agasajo. Lo que no se esperó es que existiera una confusión en la fecha de la convocatoria y que las familias interesadas asistieran a un encuentro una semana antes de la fecha que era. Al ser notificado de esta situación, Francisco aprovechó este error para levantar toda la información que se requería para poder localizar directamente a cada una de estas familias.

Con la base de datos completada mucho antes de lo previsto se concretó una celebración que fue un éxito. Además de recibir a todas las familias inscritas, alrededor de 30 voluntarios pudieron colaborar. “Logramos que las personas no se sientan relegadas sino que sepan que son personas valiosas”, cuenta. Prepararon un programa de entretenimiento, rezaron juntos, compartieron un refrigerio y entregaron canastas de víveres, medicinas y juguetes.

Recuerdos del agasajo navideño 2020

Así como en esta oportunidad, todos los años se ha repetido el agasajo navideño en el que cada vez se suman más familias del colegio para realizar todo tipo de donativos. Se encargan de separar las prendas de vestir por tipo y tamaño para preparar los paquetes de regalos, de la misma manera se hace con los juguetes. Lo importante es poder ofrecer lo mejor.

El aporte más valioso: el tiempo

Pero la colaboración no se limitó a esta fecha especial. Con la información recopilada se podía tener un encuentro personal con cada miembro discapacitado de estas familias. Así surgieron las visitas de los sábados. “Ver como las personas con discapacidad llevan su condición es algo ejemplar. De todas las personas que he visitado, nunca he encontrado a personas gruñonas o desagradables, ni que tengan malos hábitos. Son gente super pacífica y dulce”, cuenta Francisco.

Voluntarios y colaboradores interesados en aportar con las diversas causas pudieron conocer las múltiples experiencias y palpar muchas de las necesidades. La principal de todas ellas: la atención. Más que el dinero o los regalos que se puedan entregar, las familias valoraban el tiempo compartido y la atención que se les daba. Se los hacía sentir incluidos.

Voluntarios visitan los sábados a las personas con discapacidad

Los servicios se multiplican

Entre las historias que surgían de las visitas existía un tema en común, los miembros con discapacidad de estas familias tenían condiciones severas que no les permitían trabajar y sus familiares cuidadores tampoco podían dejarlos solos. Esto los limitaba a vivir en condiciones muy ajustadas, en las que su único ingreso era un bono mensual que recibían del Estado, pero que no era suficiente para cubrir las necesidades. Es así cómo surgió la idea de los talleres de tejido. En una casa del sector, consiguieron organizar los encuentros entre las mujeres interesadas en la actividad. Profesoras capacitadas les imparten cursos intensivos durante 3 meses. Todos los insumos fueron adquiridos a través de donaciones de padres de familia y jóvenes estudiantes del colegio. Las señoras pudieron aprender a confeccionar abrigos, gorros, guantes y bufandas. Luego, vendían los productos y esto les servía de ingresos para sus hogares. Incluso un padre de familia del colegio Intisana realizó un pedido para comprar el trabajo de estas madres tejedoras y entregarlo a un orfanato.

Prendas elaboradas en los talleres de tejido

También conocieron situaciones particulares, como es el caso de una señora que atendía a sus padres ancianos, a sus dos hermanas con discapacidad, a su esposo e hijos. Tenía las manos lastimadas por lavar a mano la ropa de toda su familia y el tiempo que le tomaba hacerlo era excesivo. Es por esto, que a través de donaciones, lograron comprar una lavadora que la ayudaba considerablemente a tener más tiempo para las demás atenciones que requería su familia.

Por otra parte, muchos jóvenes también se animaron a participar en los servicios para esta comunidad. Han realizado mingas y localizaron que en la zona había una rampa de tierra muy peligrosa para los que debían bajar por ella. En esta ocasión, quienes colaboraron fueron los estudiantes de 4to curso del colegio. En un día completo de trabajo prepararon el hormigón, cargaron los bloques y construyeron una escalera. Luego, junto a sus familias, conocían a las personas beneficiadas y compartían un momento con ellas. Francisco resume estos testimonios como:“Hacer obra social no es sólo beneficiar a otra persona que lo necesita, es uno mismo el que se enriquece por hacer la voluntad de Dios y aprender de experiencias únicas”.

Estudiantes junto a la escalera que construyeron para el sector

Con otras donaciones de materiales de construcción, cerámica, pinturas y piezas sanitarias como lavamanos, inodoro y griferías, se logró terminar de levantar la vivienda de una de las familias. Mientras que desde otro frente se creó un fondo de medicinas para poder adquirir medicamentos delicados y costosos que se requieren para tratar las diversas discapacidades.

Los desafíos por la pandemia

Las restricciones debido a la pandemia por Covid 19 representaron grandes dificultades para los habitantes de Atucucho. Muchos de ellos no contaban con lo básico para poder preparar sus alimentos. Por este motivo se identificaron aquellos que se encontraban en condiciones extremas y a través de donaciones de empresas privadas, se les realizaban entregas de víveres cada 15 días.

Las clases de tejido tampoco se detuvieron y lograron desarrollarlas de manera virtual. Y aunque las visitas habituales para brindar compañía cesaron, siempre encontraban la forma de estar presentes con llamadas, videollamadas y con los envíos de alimentos o los insumos para los talleres.

Toda ayuda es bienvenida

Más de 100 personas distintas entre adolescentes, jóvenes universitarios, familias completas y personas particulares se han ido sumando a los distintos proyectos de ayuda que se van desarrollando en Atucucho. Incluso empresas privadas se han comunicado para dirigir donaciones. Estas mismas personas son las que se convierten en canales para desarrollar más proyectos e involucrar a más interesados.

Francisco cuenta que la clave de este incremento es ofrecerle a las personas oportunidades para colaborar: “Lo que he descubierto durante todos estos años es que mucha gente quiere ayudar, pero no sabe dónde hacerlo. Yo les doy el dónde. Organizando la obra social se puede llegar muy lejos”.