Nicholas Kemdi Ihenacho, de 63 años, es un médico especializado en enfermedades renales. Creció en Nigeria en una familia cristiana. Al llegar a la universidad se enfrentó a una crisis de fe que superó en tercero de Medicina cuando -gracias a los medios de formación que recibió en Ugwuoma Study Center, un centro del Opus Dei- redescubrió la fe católica.
Continuó su formación médica en Estados Unidos. Su familia creció y llegó al mundo el quinto hijo, Ikenna, con Síndrome Down. Con los años le enseñó a hacer rosarios con un sistema sencillo e ingenioso. Ikenna disfrutaba con este ejercicio. Su padre, como tantos otros con hijos como Ikenna, estaba preocupado pues las actividades educativas para los jóvenes con discapacidades terminaban tradicionalmente entre los 18 y los 21 años.
La inspiración le sobrevino al ver que Ikenna disfrutaba enhebrando las cuentas del rosario con gran orgullo. Así que creó Rosary Makers of America, una pequeña organización sin ánimo de lucro, en la que jóvenes con diversas discapacidades elaboran rosarios, que luego se entregan en parroquias para mantener la sede y costear otros gastos con donativos.
“En la Obra aprendí que el trabajo es nuestra vocación. En el trabajo te entregas a ti mismo, y no solo para ganar dinero, sino para servir al prójimo y para darnos a cada persona con la que trabajamos”, cuenta Kemdi Ihenacho. Y esto es lo que procura transmitir en Rosary Makers of America, en la que participan otros padres y educadores.
Un regalo para padres e hijos
Sentada en una pequeña mesa, Gloria Sowers, junto con su madre, Sharon, trabaja con las cuentas del rosario. En el futuro, alguien utilizará la creación de Gloria para contar las tradicionales oraciones marianas que componen el rosario.
Gloria, de 33 años, a la que se le ha diagnosticado autismo, se aficionó a los abalorios en casa. Esto hace que la oficina de Rosary Makers of America sea su lugar favorito. “Está haciendo lo que le gusta. No está sola. Y es feliz”, dice Sharon, que tiene más de 60 años. Ella y su marido, Scott, produjeron una película independiente titulada Special Needs.
Su hija ha mejorado mucho aquí. “Todo el mundo que conocemos tiene un rosario. Pero uno hecho por Gloria es especial”, cuenta con orgullo Sharon. “Esto es un regalo para nosotros. Es un ambiente pacífico y sereno”.
Jessie Moreau, profesora jubilada de educación especial, viene a ayudar a los chicos. Ella lo denomina “Programa de formación profesional basado en la fe”. Explica que con Rosary Makers los alumnos adquieren una valiosa experiencia, practican la interacción social y aprenden a trabajar con autonomía.
Moreau, que forma parte de la junta directiva de la organización, cuenta que ha visto a los jóvenes salir de su aislamiento y hablar con la gente que acude a la sede. Además practican valiosas habilidades de autoayuda, como el uso del microondas en la pequeña cocina, etc. Moreau.
En esta oficina de los suburbios de Stone Mountain (Georgia), el día comienza con una oración y se detiene al mediodía para recitar la devoción del Ángelus. Varios jóvenes se sientan en sus escritorios con cuencos con los materiales necesarios y otras herramientas para contar las cuentas de un rosario. Los rosarios se distribuyen después a las parroquias locales, donde la gente puede hacer un donativo para ayudar a la organización sin ánimo de lucro.
Apoyar la dignidad de todos y facilitar su relación con Dios
Maggie Rousseau, directora del Ministerio de Discapacidades de la Archidiócesis de Atlanta, se reunió recientemente en Rosary Makers con los católicos sordos de Atlanta. Allí, los miembros del grupo crearon rosarios para llevarlos a la Semana Pastoral de la Oficina Nacional Católica para los Sordos, celebrada en Savannah en enero.
Rousseau hizo hincapié en que el empleo con fines específicos para personas con discapacidad y sordera fomenta la dignidad de todas las personas. Dijo que programas como Rosary Makers son vitales para las necesidades emocionales, sociales y ocupacionales de los adultos que viven con discapacidades de desarrollo, pues las opciones de empleo basadas en la fe para las personas con discapacidades son escasas. “A menudo no se les elige para cubrir un puesto porque se asume que carecen de habilidades para ser independientes, o las empresas no entienden cómo alguien con una discapacidad puede ser empleable”, dijo Rousseau.
“Tener una discapacidad de desarrollo no excluye a una persona de tener una relación con Dios. Yo diría todo lo contrario, su relación es pura, afirma Rousseau. Y sé que programas como Rosary Makers of America consiguen que Dios sonría”.
Aquí, con un arco iris de cuentas sueltas para seleccionar y agrupar por misterios del rosario, los jóvenes ponen en práctica sus habilidades. “Todas las mañanas tienen un trabajo al que acudir y mantenerse ocupados para el Señor”, concluye Nicholas Kemdi mirando con cariño a su hijo.
Reportaje elaborado sobre la base del artículo Art, prayer and companionship goals of Rosary Makers, del Georgia Bulletin, de la Archidiócesis de Atlanta, y completado con comentarios del impulsor de la organización, Nicholas Kemdi Ihenacho.