Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
En mis últimos mensajes, me he referido a la necesidad de rezar por algunas intenciones: la paz en el mundo –especialmente en Tierra Santa, Ucrania y Rusia–, la Iglesia –en estos días en particular pedimos por la unidad de los cristianos– y la Obra –la adecuación de los Estatutos y las Asambleas regionales–. Aunque sé que las tenéis muy presentes, pues todos las sentimos muy nuestras, en este primer mensaje del año desearía animaros a intensificar vuestra oración por estas intenciones.
«La oración, esa es nuestra fuerza: no hemos tenido nunca otra arma» (San Josemaría, Carta 17-VI-73, n. 35). Todas las dimensiones de nuestra vida se pueden convertir en un diálogo constante con Dios. Por tanto, en cualquier momento podemos elevar nuestras peticiones al cielo. Esta es una realidad que nos llena de esperanza, pues sabemos que, a pesar de las dificultades del mundo y de las limitaciones personales, el Señor siempre nos escucha: solo él puede ofrecernos una alegría profunda, tanto en las contrariedades como en los gozos que nos acompañan jornada tras jornada.
Con todo cariño os bendice
vuestro Padre
Roma, 22 de enero de 2024