Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y padecer mucho de parte de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser muerto y resucitar al tercer día (Mt 16-21).
Habla Pilatos: Vosotros tenéis costumbre de que os suelte a uno por Pascua. ¿A quién dejamos libre, a Barrabás —ladrón, preso con otros por un homicidio— o a Jesús? (Mt 27,17.) —Haz morir a éste y suelta a Barrabás, clama el pueblo incitado por sus príncipes. (Lc 23,18.) Habla Pilatos de nuevo: Entonces ¿qué haré de Jesús que se llama el Cristo? (Mt 27,22.)
—Crucifige eum! —¡Crucifícale! (Mc 15,14.)
Pilatos, por tercera vez, les dice: Pues ¿qué mal ha hecho? Yo no hallo en él causa alguna de muerte. (Lc 23,22.)
Aumentaba el clamor de la muchedumbre: ¡crucifícale, crucifícale! (Mc 15,14.)
Y Pilatos, deseando contentar al pueblo, les suelta a Barrabás y ordena que azoten a Jesús.
Atado a la columna. Lleno de llagas. Suena el golpear de las correas sobre su carne rota, sobre su carne sin mancilla, que padece por tu carne pecadora. —Más golpes. Más saña. Más aún... Es el colmo de la humana crueldad. Al cabo, rendidos, desatan a Jesús. —Y el cuerpo de Cristo se rinde también al dolor y cae, como un gusano, tronchado y medio muerto. Tú y yo no podemos hablar. —No hacen falta palabras. —Míralo, míralo... despacio. Después... ¿serás capaz de tener miedo a la expiación?.
Santo Rosario. Segundo misterio "La flagelación del Señor
¡Satisfecha queda el ansia de sufrir de nuestro Rey! —Llevan a mi Señor al patio del pretorio, y allí convocan a toda la cohorte. (Mc 15,16) —Los soldadotes brutales han desnudado sus carnes purísimas. —Con un trapo de púrpura, viejo y sucio, cubren a Jesús. —Una caña, por cetro, en su mano derecha... La corona de espinas, hincada a martillazos, le hace Rey de burlas... Ave Rex judeorum! —Dios te salve, Rey de los judíos. (Mc 15,18.) Y, a golpes, hieren su cabeza. Y le abofetean... y le escupen. Coronado de espinas y vestido con andrajos de púrpura, Jesús es mostrado al pueblo judío: Ecce homo! —Ved aquí al hombre. Y de nuevo los pontífices y sus ministros alzaron el grito diciendo: ¡crucifícale, crucifícale! (Jn 18,5 y 6.)
—Tú y yo, ¿no le habremos vuelto a coronar de espinas, y a abofetear, y a escupir?
Ya no más, Jesús, ya no más...»
Santo Rosario. Tercer misterio, La coronación de espinas
Cuando de verdad la quieras, tu Cruz será... una Cruz, sin Cruz
Con su Cruz a cuestas marcha hacia el Calvario, lugar que en hebreo se llama Gólgota. (Jn 19,17.) —Y echan mano de un tal Simón, natural de Cirene, que viene de una granja, y le cargan la Cruz para que la lleve en pos de Jesús. (Lc 23,26.)
Se ha cumplido aquello de Isaías (53,12): cum sceleratis reputatus est fue contado entre los malhechores: porque llevaron para hacerlos morir con El a otros dos, que eran ladrones. (Lc 23,32.). Si alguno quiere venir tras de mí... Niño amigo: estamos tristes, viviendo la Pasión de Nuestro Señor Jesús. —Mira con qué amor se abraza a la Cruz. —Aprende de El. —Jesús lleva Cruz por ti: tú, llévala por Jesús. Pero no lleves la Cruz arrastrando... Llévala a plomo, porque tu Cruz, así llevada, no será una Cruz cualquiera: será... la Santa Cruz. No te resignes con la Cruz. Resignación es palabra poco generosa. Quiere la Cruz. Cuando de verdad la quieras, tu Cruz será... una Cruz, sin Cruz.
Y de seguro, como El, encontrarás a María en el camino.
Santo Rosario. Cuarto misterio, Jesús con la Cruz a cuestas