Ayudarles a saltar el muro del idioma

Miles de mujeres llegan a España cada año en busca de oportunidades. Atrás han dejado su cultura, sus raíces y sus familias. A su llegada, cuando parecen alcanzar su objetivo, el muro invisible del idioma amenaza con echarlo todo a rodar. Para ayudarles, la Fundación Senara, a través del proyecto Fátima, ofrece clases de español y el apoyo de una red de mentoras que facilitan la integración de las recién llegadas.

Naveela aún no ha cumplido los 40, pero aparenta menos; tiene los ojos grandes y oscuros como su pelo. Tras su mirada se intuye un continente entero de historias. Historias guardadas durante mucho tiempo, y que empiezan a brotar ahora, tres años después de llegar a España desde Pakistán con dos hijos a su cargo. Las cosas han cambiado mucho desde entonces. Cuando llegó, Naveela estaba sola. Ahora, gracias a las voluntarias y profesoras de la Fundación Senara, ha empezado a decir sus primeras palabras en castellano y ha roto el muro que la aislaba de los demás.

“Cuando llegué estaba sola y muy triste, siempre en casa. Lloraba mucho. Desde que estoy aquí estoy mejor”, relata. Junto al idioma, Naveela ha aprendido estética en uno de los cursos de la fundación, y ha empezado a hacer trabajos a domicilio. Incluso ha podido trabajar algunas horas en un salón de belleza. Con los conocimientos que ha adquirido puede sumar algunos ingresos a la diminuta ayuda con la que mantiene a sus hijos.

“Cuando llegué estaba sola y muy triste, siempre en casa. Lloraba mucho. Desde que estoy aquí estoy mejor”, relata Naveela

Además de aprender español, Naveela ha contado con el apoyo de una mentora, a la que ha podido confiar sus problemas y dificultades, y con la que charla periódicamente. “Es magnífica; es mi amiga”, dice cuando se le pregunta.

La historia de Naveela es un caso de éxito en materia de integración. Pero no es el único. Comparte pupitre con varias decenas de mujeres procedentes de Nigeria, China, Marruecos, Siria, India y una larga lista de países. Son muchas las que, como ella, acuden periódicamente a las aulas de la Fundación Senara en los distritos de Moratalaz o de Orcasitas para aprender a conjugar los verbos que les abrirán puertas en España.

El proyecto Fátima prevé que 60 mujeres de entre 15 y 50 años procedentes de países extracomunitarios lleguen a adquirir un nivel A2 de español después de un año intensivo de clases, además de recibir el consejo personalizado de una mentora, figura clave en su proceso de adaptación a la comunidad de acogida.

Veinte años integrando personas

La Fundación Senara lleva veinte años integrando a personas en situación de vulnerabilidad, especialmente a través de la búsqueda de empleo. Nació en 1997 en torno a la labor social desplegada desde el colegio Senara, obra corporativa del Opus Dei. En enero la fundación lanzó el proyecto Fátima, financiado por el Fondo de Asilo, Migración e Integración (AMIF) de la Unión Europea, y liderado por Reino Unido en el que participan cinco entidades sin ánimo de lucro de cuatro países diferentes, como España, Polonia y Eslovenia.

“El material humano con el que nos encontramos es muy diverso. De diferentes culturas y diferentes nacionalidades”, explica Rocío Montero, coordinadora del proyecto Fátima. Desde Bangladesh llegó, por ejemplo, Maksuda, de 21 años, que gracias a la Fundación Senara trabaja algunas horas ayudando a su marido en una copistería. “Si una persona queré fotocopia, yo he hecho, o si queré imprimir, recargar móviles… Por eso yo aprender bien”, comenta.

El boca a boca ha incrementado el número de mujeres interesadas en formar parte de Fátima, por lo que desde la Fundación hacen un llamamiento para encontrar voluntarias. Únicamente se pide ser mayor de 18 años, y tener cierta responsabilidad, ya que, como recuerda Rocío Montero, “tienen en sus manos unas vidas nuevas, unas personas que no controlan o que no dominan nuestro lenguaje y que necesitan un acompañamiento para poder involucrarse”.

El papel de las mentoras

Las mentoras se entrevistan con las participantes como mínimo de forma quincenal, les acompañan a lugares clave de la ciudad y les explican las costumbres del país. También las escuchan cuando les cuentan sus dificultades, les ayudan a superarlas y elaboran con ellas un plan de desarrollo personal.

Es el caso de Bárbara Saavedra, la mentora de Maksuda. “Ha sido un placer haber podido compartir tantos momentos divertidos y enriquecedores. Hemos trabajado juntas cuando surgían obstáculos y estoy muy agradecida, porque desde el inicio ha confiado en mí, me ha ofrecido un trato muy cálido y cariñoso y me ha hecho partícipe de sus avances y de su aprendizaje”, señala la mentora.

El boca a boca ha incrementado el número de mujeres interesadas en formar parte del Proyecto Fátima.

Esta experiencia le ha hecho “valorar y entender mucho más la diversidad cultural y la cantidad de cosas que nos pueden aportar tanto a nivel cultural como personal estas chicas”, comenta. Durante los meses en los que ha acompañado e Maksuda ha visto además su esfuerzo por aprender el idioma y por conocer la cultura española. “Este esfuerzo se ha reflejado en sus avances y en el logro de metas”, añade.

Sabores del mundo

Junto a las diez horas de clases de español a la semana y a la ayuda de las mentoras, la Fundación ofrece asesoramiento a través de un equipo de técnicos de empleo que cada día resuelve dudas y trámites a cientos de personas, además de orientarles sobre formación, acceso a la bolsa de empleo y todo tipo de gestiones administrativas. Fátima incluye además actividades interculturales y de integración, como los encuentros gastronómicos internacionales, en los que cada una de las asistentes ofrece al resto la degustación de uno o varios platos típicos de su país.

El Proyecto Fátima incluye además actividades interculturales y de integración

En estos concursos, algunas, como Sanaa, de Marruecos, reparten té moruno y dulces, y otras como Mónika, de Nigeria, ofrecen algunos platos africanos. En medio del certamen las más avispadas van pidiendo recetas, que se van compartiendo también en español.

Ninguna de estas mujeres es la misma que hace un año. Ninguna hubiera logrado sola lo que muchas están consiguiendo: una red de personas en las que apoyarse e incluso un puesto de trabajo y un billete para un futuro mejor.