La mayor parte del agua se encuentra en estado líquido, y se puede adaptar a la forma del recipiente que la contiene, es decir que es flexible. Las moléculas se mueven e interactúan entre sí y con el entorno en armonía. Sin embargo cuando las encontramos en estado sólido son rígidas y tienen dificultad para adaptarse. Y aún más difíciles de controlar son en estado gaseoso.
La flexibilidad del agua también se podría ver en sus características: inodora, incolora e insípida. Es inodora pues no tiene prejuicios, ya que no se encierra en ningún olor. Es incolora, pues permite ver más allá de lo que quizá se ve en primer plano, ya que nada lo obstaculiza. Es insípida pues está abierta al diálogo, con una escucha activa a cualquier sabor.
También el agua es un disolvente universal, es decir, muchas cosas se pueden disolver en ella. De esta forma, cuando una persona es flexible, tiene más capacidad de disolver los problemas y encauzarlos con más armonía.
En las cartas de Guadalupe y en los relatos de las personas que la conocieron la descubrimos como una persona flexible, que sabía adaptarse a las nuevas circunstancias que le tocaba vivir; aprender de los errores; afrontar nuevos retos y también acompañar a quienes tenía a su lado.
Guadalupe, licuándose en un nuevo país:
Mago Murillo, en su testimonio sobre Guadalupe, describe con buen humor los descubrimientos de las costumbres culinarias de la beata al llegar a México: “La toma de contacto con las realidades más cotidianas trajo episodios graciosos: comer corn flakes como aperitivo por su apariencia de papas fritas; o experimentar la novedosa e indescriptible sensación de una tremenda enchilada, como el día que Guadalupe se comió a mordidas dieciséis chiles verdes en competencia con otras muchachas, de las que se ganó todo su respeto”. (Cfr. AGP, GOL T-00120)
Disolviendo errores sacando experiencia
Sus primeros pasos en los quehaceres domésticos fueron un tanto catastróficos, pero no tenía inconvenientes en relatar sus “meteduras de pata”. Así, desde Bilbao escribía a Nisa el 4 de abril de 1946: “¿Sabes que las patatas aquellas que compramos al hombre aquel, se han madurado todas al tiempo, y aunque les hemos puesto a todo plan, se han desperdiciado unos 80 kilos? El domingo se lo diré al Padre. Las que tenemos ahora (son 1.000 kg.) están fuertes y bien. Pienso hacer notas sobre esto, porque creo que las patatas que se compran para usar en marzo, abril y mayo, que es la época en que se estropean, es preferible que sean muy buenas, aunque cuesten un poco más. Y además, durante esos meses hay que estar pendientes de ellas, casi mirándolas todos los días”.
Como el agua, dejándose llevar por el cauce de Dios
Es flexible también frente a los cambios inesperados de rumbo en su vida, como cuando se traslada a Madrid aquejada por su enfermedad cardíaca, se adelantó a escribir a Encarnita, el 22 de julio de 1958, que estaba en Roma: “Queridísima Encarnita: Ya te contará Mercedes muchas cosas de estos días, que se nos han pasado volando. Por ella he sabido todas las novedades de Roma, y de todas partes y así, al encomendar, puedo concretar más. ¿Cómo está el Padre? Pienso que quizá no esté ya en Roma; ojalá descanse mucho, y así vuelva completamente repuesto para el año próximo. [...] Creo que, en vista de que mi cuore no se decide a ser formal, hay que tomar una determinación, porque si no, las que vais a agotaros sois vosotras, con todo el trabajo encima. ¿Cómo estás tú? Creo que un poco cansada; procura descansar mucho ¿Irás a Terracina?
Por mí, no preocupaos. Ya os contará Mercedes que estoy bien y lo único que ocurre es que tengo que tomar algo de digital para ayudar al corazón, que, por lo visto, es un poco perezoso. Yo misma me lo puedo regular, y cuando tenga un poco de práctica, ya no me pasará nada. No creas que me siento inútil; tengo mucho ánimo, y estoy dispuesta a meterme a fondo en donde me digáis, con la misma ilusión de siempre, o quizá más. Ya me conoces.”