Una mañana de sábado me levanté oyendo una música maravillosa e impulsada por saber de dónde provenía (mi casa está muy cerca del lugar donde beatificaron a don Álvaro), comencé a caminar hasta que llegué al cruce de una calle llena de personas y de vallas. 

Recordé la invitación de mi amiga y supe que estaba en la ceremonia de beatificación. Había comenzado y yo me dirigí, entre la gente, muy cerca del altar (más tarde me dijeron que esto era prácticamente imposible, porque no disponía de ninguna invitación, pero a mí nadie me paró para pedirme nada).

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Desde allí, escuché la homilía, que me emocionó, y le pedí a don Álvaro por mi hijo, para que encontrara un trabajo, pues llevaba unos meses sin nada; le pedí por mi familia y por mí, pues estaba volcada en un trabajo que me absorbía completamente. Me confesé y me fui.

Al cabo de una semana, mi hijo encontró trabajo; una semana después conocí a una persona de la Obra que me acercó a los medios de formación; y al cabo de pocos meses perdí ese trabajo que tanto me absorbía porque contraje un cáncer. Pero gracias a eso me acerqué aún más a Dios.

Hoy soy feliz, gracias a Dios por intercesión del beato Álvaro.

M. H. - España

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