Dieron las 17h00 y la sala de estar de Ilaloma estaba a rebozar con unos 50 sacerdotes diocesanos, algunos de ellos socios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, listos para estar unos momentos con el Prelado del Opus Dei.
Asistieron los Obispos Auxiliares de Quito, Mons. Danilo Echeverría y Mons. David Delatorre, sacerdotes de diferentes diócesis de Ecuador: Arquidiócesis de Quito y Guayaquil, Diócesis de Ibarra, Machala, Latacunga, entre otras, y un grupo de seminaristas.
Estuvo presente el P. Julio Pérez que, procedente de la Diócesis de Santiago de Compostela, vino a la ciudad de Ibarra, en 1987, para ayudar al siervo de Dios Juan Larrea Holguín en el desarrollo del Seminario de Ibarra. Gracias a su entrega y trabajo sacerdotal la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz ha podido acompañar a muchos sacerdotes en todo Ecuador.
Papel del sacerdote
“Nosotros no transmitimos solo ideas o doctrinas sino a Jesucristo”. El Padre resaltó la labor sacerdotal que es esencial para el mundo. Su mensaje giró en torno a la importancia de la Eucaristía como centro y raíz de la vida interior, y la fuerza para dar frutos.
“Nosotros no transmitimos solo ideas o doctrinas sino a Jesucristo”.
Además, mencionó que en la humanidad cada persona vale más que todo el conjunto y aunque a veces el resultado puede resultar escaso, cada persona vale toda la Sangre de Cristo. “Un alma vale todo nuestro esfuerzo”.
El Padre Eduardo de la parroquia de Lita dónde hay una mayoría de población Awa, situados en el norte del Ecuador, contó que desde el 2020, de un promedio de 5000 originarios se han bautizado 600 personas y se han propuesto formalizar los matrimonios.
Sacerdotes 100 por 100
El Padre resaltó que santo no es el que no tiene defectos, porque todos nos moriremos con defectos, sino el que siempre se levanta, porque en la plenitud del amor está la caridad.
Siguiendo las enseñanzas de San Josemaria les recordó que “con el paso del tiempo puede parecer que vamos para atrás, pero en realidad es que tenemos más perspectiva y vemos más claros nuestros defectos. Y cuando veamos nuestros defectos a seguir luchando”.
Hizo un llamado a no desanimarse con las limitaciones, “que ya las iremos mejorando pero a la vez siendo más conscientes de nuestros defectos”.
Fue una oportunidad para mirar este servicio a las almas con optimismo. Lo fundamental: el evangelio, los sacramentos, Jesucristo que es la Iglesia, no falla. Al luchar hay más visión sobrenatural para descubrir las limitaciones y volverse a levantar. Si hay afán de santidad, mejoraremos con un amor más grande.
Los animó a ser instrumentos de unidad, a fomentar la fraternidad sacerdotal y estar unidos en oración por el Papa.