11H14. Olor a rosas blancas, brisa natural y viento de abanicos... El piso azul de las canchas de baloncesto no sentía el driblar de los alumnos del Torremar, ubicado en el cantón costeño de Daule, en la provincia del Guayas. En su lugar, cientos de sillas blancas de plástico llenas de almas y un murmullo colectivo marcaron los minutos antes de la llegada de Don Fernando Ocáriz. Ellas habían viajado en carros, buses y hasta motos desde ciudades como Guayaquil y Cuenca para su encuentro.
11H29. Aplausos de pie para recibir al Padre, quien pidió disculpas por su afonía (debido al cansancio del viaje y el cambio de altura en cada parada). Cuando tocó la Orquesta del Colegio Delta, él miraba a las violinistas, todos los demás lo mirábamos a él. Sobre la tarima rodeada de flores, junto con sus hijos y colaboradores de la Obra, estaba sentado en un sofá verde oliva. A la par, fotógrafos buscaban el mejor ángulo, la más audaz se colaba entre las rosas para captarlo en contrapicada.
"No es la primera vez que estoy aquí porque acompañé a don Javier Echeverría cuando vino", recordó antes de comenzar a responderle al público. Las manos del Prelado fueron pieza clave durante su intervención, abiertas la mayor parte del tiempo, con los dedos entrelazados para escuchar con atención y aplaudiendo tras presentaciones artísticas como los amorfinos de dos adolescentes de los colegios Jacarandá y Montepiedra -quienes le obsequiaron un sombrero tradicional de la Costa ecuatoriana y se llevaron su bendición-, también apreció la interpretación de 'Alma, corazón y vida' por parte de la banda de profesores del Torremar. Todas estas iniciativas escolares impulsadas por hijos de San Josemaría.
¿Cómo afrontar las dificultades?
Esa pregunta la hizo una madre de dos hijos -uno nació prematuro y el otro con síndrome de down-. Su esposo es evangélico pero ya aceptó casarse con ella por la Iglesia Católica. Cuando se apagaron los aplausos de los asistentes ante el testimonio, el Padre pudo contestar: hay dos modos de superarlos. De un modo natural (lo que humanamente se puede hacer). Además: los católicos y no católicos, los cristianos, que tengan fe en Jesucristo pueden acudir a Él... pero hay que tener fe. En el Evangelio hay un momento en el que los discípulos le dicen a Jesús: "aumenta nuestra fe". Hay que creer en el amor de Jesús para superar las dificultades. Nosotros hemos conocido y creído en el amor que Él nos tiene. El amor de Dios es tan grande que no lo podemos entender... hay que tener fe de que todo sea para bien.
Siguió otro testimonio: "Hasta personas que no me conocían rezaron por mí", contó una mujer que recibió una avalancha de oraciones tras sufrir un aneurisma; 4 días después ya se sentía bien. A esto el Padre contestó: Si pedimos cosas extraordinarias podemos esperar toda la vida... Todo lo ordinario también es motivo de oración y de servicio a los demás... Por ejemplo, el descanso no es solo para mí si pienso que debo descansar para estar bien para los otros.
¿Cómo superar el desánimo en el trabajo?
Esta fue la pregunta de una joven maestra de niños, que ama su empleo y pide ayuda a Dios cada vez que se encuentra con un caso difícil. A la interrogante, le precedió una anécdota en las aulas: cada vez que ella siente que perderá los estribos con alguno de sus alumnos, susurra: "Señor, dame paciencia"... Un día, el niño más inquieto de la clase estaba a punto de discutir con un compañero y de pronto exclamó "Señor, dame paciencia"... Ella le enseñó al niño a rezar, con el ejemplo. Luego de las risas de la marea humana que escuchaba el relato, vinieron dos consejos del Padre para no desanimarse en la jornada laboral: 1. Pensando en los momentos agradables del trabajo. 2. Manteniendo en mente siempre que nuestro trabajo nunca es inútil ante Dios.
Otras enseñanzas del Padre
- Esta mañana en la Misa me llamó la atención la segunda carta a los Corintios que recoge "el Señor ama al que da con alegría"... Dios quiere que seamos felices, y para lograrlo hay que ser generoso con los demás... El egoísmo no da alegría, la generosidad sí.
- San Josemaría decía que la felicidad en lo ordinario es heroica, con la constancia... Ayudar y consolar nos hace mucho más felices que preocuparnos por nosotros mismos... Todas las personas merecen nuestra atención.
- El matrimonio tiene que fundamentarse en el amor y el amor es dedicarse al otro. Lo fundamental es hacer feliz al otro, eso es lo que hace permanente y fuerte el matrimonio. El amor verdadero es el deseo profundo del bien de la otra persona, eso se manifiesta con actos concretos como el servicio. La familia es la iglesia doméstica, hay que ver el bien del otro.
- Sobre el noviazgo hay que entender que la castidad previa al Matrimonio es distinta a la castidad en el Matrimonio. La ley de Dios es siempre lo que mantiene bien a los hombres. Cuando hay amor de por medio, tiende a ser definitivo... si alguien te dice "voy a ver si te amo", no hay amor. El amor al ser una realidad humana puede fallar con el tiempo; pero un amor a prueba no es amor, si es así está buscando otras cosas como el placer... eso no es amor, es otra cosa.
- Los hijos precisan de los padres, según las edades. El mejor negocio es darle atención a los hijos. ¿Qué es más valioso: cuidar al niño propio o fabricar tornillos en una fábrica? Edificar almas, edificar hombres es más valioso que levantar edificios. Los seres humanos valen toda la sangre de Cristo, los hijos son su mayor tesoro.
- Un momento, reflexionando para sí mismo, San Josemaría dijo ¿qué es más importante el trabajo de un presidente o de un obrero? El más importante es el que se haga con más amor a Dios... Dios puede hacer que grandes trabajos, tengan una eficacia menor para la humanidad.
- Hay muchos modos de ayudar a los párrocos, como: rezar por ellos con perseverancia y ayudarles en la medida que se pueda. Somos una misma Iglesia y la única arma que tenemos en el Opus Dei es la oración, como escribió San Josemaría.
Se despidió de Guayaquil pidiendo oraciones por el Papa y los Obispos. Luego de una selfi desde la tarima, bajó por una escalera metálica y desapareció detrás del telón.