Dos santos unidos por el amor a la Virgen

Declaraciones de mons. Javier Echevarría con ocasión del anuncio de las canonizaciones de los beatos Juan Diego y Josemaría Escrivá.

En 1970 en México, el beato Josemaría comentó al ver este cuadro: «Así quisiera morir: mirando a la Santísima Virgen, y que Ella me dé una flor...».

“Cuatro siglos separan en el tiempo a los beatos Juan Diego y Josemaría Escrivá, pero algo de ingente valor, el amor a la Virgen de Guadalupe, los une en el cielo y en el corazón de muchos mexicanos. Lo puso de relieve, el pasado 9 de enero, el cardenal Norberto Rivera, arzobispo de México, durante la concelebración eucarística con ocasión del centenario del nacimiento del beato Josemaría, que presidió precisamente en la basílica de Guadalupe. En su homilía, el cardenal Rivera afirmó que la decisión del Papa de canonizar al fundador del Opus Dei y a Juan Diego es motivo de gozo «para todo el mundo, pero especialmente para los mexicanos».

Recuerdo con emoción la visita de mons. Escrivá a México en 1970: su oración a la Virgen de Guadalupe, a la que se veneraba entonces en el antiguo templo; su gozo al comprobar la devoción de los mexicanos a la Madre de Dios; y su santa "envidia" al beato Juan Diego, privilegiado interlocutor de la Reina de las Américas. Un día, después de un rato de coloquio con algunos sacerdotes en el Estado de Jalisco, advirtió el cansancio fuerte del trabajo. Para reponerse, se retiró a una habitación en la que había un cuadro que representaba a la Virgen de Guadalupe en el acto de dar una rosa a Juan Diego. Al reparar en ese lienzo, el beato Josemaría comentó: «Así quisiera morir: mirando a la Santísima Virgen, y que Ella me dé una flor...». Como recordaba mi predecesor, mons. Alvaro del Portillo, la Virgen accedió a ese deseo: el 26 de junio de 1975, cuando nuestro Fundador llegaba al cuarto en el que solía trabajar, su corazón se detuvo; en ese despacho hay una imagen de Santa María de Guadalupe que recibió su última mirada de cariño.

El Papa ha querido unir de nuevo a estos dos beatos, canonizándolos en el año 2002. Yo quiero también interpretar esta venturosa coincidencia como un gesto que viene a recordar a todos los cristianos que la devoción a la Virgen no envejece, no pasa de moda, permanece siempre actual, por encima del espacio y el tiempo. Pienso que somos muchos los que acudimos a Ella con la petición que el beato Josemaría formuló desde México durante aquel viaje de 1970: "Que Nuestra Señora, Nuestra Madre de Guadalupe, obtenga la paz para todos los pueblos de América”.