Poner el Belén
En casa de los padres de san Josemaría durante la Navidad se ponía el Nacimiento, siempre el mismo y siempre renovado, con sus montañas de corcho o de cartón-piedra y las ingenuas figuritas que los niños ayudaban a colocar en torno al portal de Belén. A medianoche, Josemaría y su hermana acompañaban a sus padres a la Misa de medianoche (conocida en España como Misa del Gallo) en la catedral. La familia se congregaba para cantar a coro los villancicos populares que, con ritmo alegre o tono melodioso de canción de cuna, expresan el gozo de los hombres ante la venida al mundo del Niño-Dios.
Se acordaba, sobre todo, de uno que decía: “Madre en la puerta hay un Niño”. La letra de la canción tenía un estribillo en que el Niño Jesús repetía: —”Yo bajé a la tierra para padecer”. Desde la cuna a la sepultura le acompañó la canción. “Cuando yo tenía unos tres años —contaba en familia—, mi madre me cantaba esta canción, me tomaba en sus brazos, y yo me adormecía muy a gusto”. En sus últimos años, al oírlo cantar durante las Navidades, se conmovía, absorbiendo todos sus sentidos en oración.
En Camino recogió quizás esos recuerdos de su infancia, cuando escribía en el punto 557: "Devoción de Navidad. —No me sonrío cuando te veo componer las montañas de corcho del Nacimiento y colocar las ingenuas figuras de barro alrededor del Portal. —Nunca me has parecido más hombre que ahora, que pareces un niño."
El Niño
Para san Josemaría, la Navidad era una época especialmente entrañable, en la que se esforzaba por imitar el ambiente que se respiraría en el portal de Belén, donde María y José estarían muy pendientes del Niño Jesús. Una vez, en vísperas de Navidad, José Luis Illanes, un estudiante andaluz, de gran talento y vitalidad a todo trapo, está en cama con fiebres altísimas. Al Padre le apena que ese muchacho no pueda participar de la alegría festiva que hay en toda la casa. Encarga que le preparen "un arbolito navideño, como los que habéis puesto por la casa, pero en pequeño, con adornos y muchas figuritas de chocolate colgando... Es que tengo un hijo enfermo... Y yo, además, he conseguido un Niño Jesús diminuto para llevárselo a su cuarto... ¡Se me parte el corazón de que tenga que pasar estos días, tan de familia, en la cama y con fiebre!".
En esos días, san Josemaría expresaba con detalles concretos su cariño por el Niño Jesús. Pilar Urbano cuenta en “El hombre de Villa Tevere” una anécdota significativa: en las navidades de 1969 le llevan la imagen de un Niño Jesús de barro policromado, hecho por Palmira Laguéns, una hija suya escultora, el Padre se acerca a la cuna, mira al Niño, sonríe, lo toma en sus manos, lo alza, lo levanta alto, alto, en el aire, como si jugase con una criatura de verdad; empieza a hacerle "fiestas" y a besarle y a acariciarle, mientras le dice palabras cariñosas, mimosas, sin reparar en que le están mirando: "¡Precioso! ¡Guapo! ¡Chato! ¡Niño mío...! ¡A éste me lo quedo yo!"
Era una devoción arraigada. Años atrás, cuando en Madrid era capellán del Patronato de santa Isabel, las monjas le prestaron una talla del Niño Jesús, al que todavía hoy llaman "el Niño de don Josemaría", y la Madre San José, que entonces era la sacristana, recuerda haber visto muchas veces, cuando el Niño estaba en la sacristía de la iglesia durante el tiempo de Navidad, cómo don Josemaría le hablaba, le cantaba, le mecía, como si se tratase de un niño de verdad.
Un detalle referido a esa talla del Niño que cuenta Álvaro del Portillo muestra el desprendimiento que siempre san Josemaría procuraba vivir: En 1959 san Josemaría había encargado una copia, un poco más grande que el original, de la imagen del Niño Jesús que conserva la comunidad de las Agustinas recoletas del Patronato de Santa Isabel, de Madrid, del que había sido capellán desde 1931 y rector desde 1934; es una imagen ligada a muchos recuerdos íntimos de su vida interior, a favores y gracias extraordinarias. Tres días antes de la Navidad de 1959, el Fundador del Opus Dei entró en el estudio de arquitectos de Villa Tevere. Se sentó, cansado, insólitamente silencioso; estaba completamente inmerso en Dios. En eso llegó Manuel Caballero, que había modelado en barro la imagen de aquel Niño, de la que se había sacado la copia en madera, que llevaba envuelta en un paquete. Se sentó junto al Padre y con deliberada lentitud comenzó a abrirlo. Apenas san Josemaría vio que se trataba del Niño, lo tomó en sus brazos, lo apretó contra su pecho, y poco después, visiblemente emocionado, salió de la habitación.
Algún tiempo más tarde me dijo: “Álvaro, he pensado regalar este Niño Jesús al Colegio Romano de la Santa Cruz; será la primera piedra de su sede definitiva”. El Padre, apenas advirtió la emoción que le producía aquella imagen tan querida, rechazó inmediatamente cualquier apegamiento: no se concedió ni siquiera esta alegría, perfectamente legítima.
Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, vivió durante más de veinte años junto a san Josemaría. Recuerda algunos detalles del trato del Fundador del Opus Dei con la Sagrada Familia durante el tiempo de Navidad: Me ha impresionado siempre su espontaneidad en el trato con el Señor. He visto también su actitud ardiente y apasionada cuando llegaban las Navidades: al entrar o salir del oratorio, besaba con ternura al Niño recién nacido. En otros momentos le cogía en sus brazos, acariciándole dulcemente, mientras le miraba agradecido y con hambre de aprender. En una ocasión, después de besarle, puso sus ojos en esa imagen y, con la delicada ilusión de un padre de familia, requebró al Niño Jesús: “¡chato!”.
He contemplado una escena en distintas Navidades, cuando —al distribuir las figuras del Nacimiento— alguien colocaba a San José un poco distante del Niño y de la Virgen o en un segundo plano. Mons. Escrivá de Balaguer las acercaba, mientras repetía: “vamos a poner siempre a José muy cerca de Jesús y de María, porque siempre lo estuvo, porque lo sigue estando, y porque nos tiene que servir de guía para servir al Señor, contando también con la intercesión de la Virgen, como los dos le sirvieron”.
Muy unido a sus hijos y sus hijas
San Josemaría siempre buscó celebrar con sus hijos esas fiestas tan familiares. En 1937, en plena guerra civil española, cuando los pocos miembros que había en el Opus Dei se encontraban en los frentes de guerra, Escrivá visitó a Botella y a Casciaro en sus compañías militares. Celebraron la noche de Navidad en los barracones. Botella recuerda que “estos detalles de cariño, de vida de familia, en las circunstancias tan extraordinarias que vivíamos, se me clavaron en el corazón: me hacían sentir muy feliz y la entrega al Señor se me hacía gozosa”.
Más adelante, cuando el Opus Dei se hallaba extendido por diversos países, san Josemaría ya no podía celebrar físicamente las fiestas navideñas con cada uno. Entonces, se hacía cercano enviándoles cartas o felicitaciones navideñas, como en la Navidad de 1971: “Que Él (Dios) y su Santísima Madre, Madre Nuestra —adeamus cum fiducia ad thronum gloriae, a María, ut misericordiam consequamur—, nos concedan una Santa Navidad, y nos den la gracia de una entrega cada día más delicada y generosa.”
“Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Al enviaros estas líneas con mi felicitación más cariñosa por la Santa Navidad, me gusta repetiros de nuevo, para que se os grabe en el fondo del alma, que el Señor se apoya con fuerza en nosotros, en cada uno, y que todos hemos de notar sobre nuestros hombros, con optimismo y con auténtico sentido universal, el peso bendito de sacar adelante la Obra, como Dios espera.”
Sin embargo, esta forma de proceder no era algo nuevo, desde su juventud escribía cartas para felicitar las navidades. Como cuenta la Edición Crítica de Camino, el punto 94 -"Se ha hecho tan pequeño —ya ves: ¡un Niño!— para que te le acerques con confianza."- tiene probablemente su origen en una carta escrita en los días previos a la Navidad de 1938. Se conserva una carta a Ricardo Fernández Vallespín, que dice:
«Pediré al Niño Jesús –ya ves: ¡un niño!– que nos ayude a dejar «el hombre viejo» entre las nieves de este mes de diciembre. Si queremos, así será. Un abrazo fuerte y mi bendición. Mariano».
"Se ha hecho tan pequeño —ya ves: ¡un Niño!— para que te le acerques con confianza."
Don Joaquín Alonso, tuvo la oportunidad de vivir estas fiestas durante varios años junto a san Josemaría: Recuerdo muy bien la Nochebuena de 1954, cuando los alumnos del Colegio Romano acabábamos de ocupar el edificio llamado Casa del Vicolo, en Viale Bruno Buozzi 73.
Un artista andaluz que vivía con nosotros, Manolo Caballero, que entonces era joven pero que murió ya hace años, había modelado unas figuras para el belén que íbamos a poner en la sala de estar, que estaba casi vacía, sin muebles. San Josemaría entró a verlas y le gustaron mucho, y nos dijo que había que estrenarlas aquella noche con una meditación allí mismo, en la sala de estar.
Como no había sillas, en la meditación estuvimos todos sentados por el suelo. Debíamos de ser más de cien: muy jóvenes, eso sí. Bueno, él −como predicador− sí estaba sentado en una silla. Recuerdo sobre todo, porque se me quedó grabada, una frase que repitió varias veces, como martilleándola: “¿dónde está, hijo mío, esa imagen de Cristo que busco en tu corazón?”. Una vez y otra, después de tocar distintos temas: “¿dónde está, hijo mío, esa imagen de Cristo que busco en tu corazón?”. Se veía que le salía del alma.
La meditación que nos dirigió en la Nochebuena de 1963 está publicada, después de que él mismo la rehiciera un poco, en Es Cristo que pasa: es la homilía que se titula "El triunfo de Cristo en la humildad". Lo que ahí dice de dejar que la luz y la gracia de Cristo entren a fondo en nuestro corazón, que a mí me trae a la memoria lo que antes decía sobre aquella meditación de 1954, es una típica idea suya en relación con la Navidad. Otra es la de aprender a cumplir la voluntad de Dios Padre como la cumplen Jesús, María y José, que con su obediencia cooperan para que nosotros tengamos la vida nueva en Cristo.
*Las anécdotas recogidas en este artículo se han seleccionado de: El hombre de Villa Tevere, de Pilar Urbano; Edición Crítica de Camino, Ed. Pedro Rodríguez; La Fundación del Opus Dei, John F. Coverdale; Entrevista sobre el Fundador del Opus Dei, Césare Cavalleri; Historia del Opus Dei y de su Fundador, François Gondrand; Memoria del Beato Josemaría. Javier Echevarría y El Fundador del Opus Dei, Andrés Vázquez de Prada y de la entrevista realizada a don Joaquín Alonso para esta página web.