Amistad y formación en la fe sin fronteras

Roberto comparte los inicios del Grupo Beta y cómo logró unirse más a sus amigos, a pesar de que todos viven en diferentes partes del mundo.

El promotor del grupo BETA, Roberto, junto a su esposa

Han sido tiempos duros para muchas familias que perdieron a sus seres queridos y seguimos afrontando las situaciones actuales de incertidumbre que representa la pandemia por Covid – 19; pero aún se dejan ver a nuestro alrededor espacios para el fortalecimiento espiritual.

Las iniciativas que puedan alimentar el alma son tan importantes por su trascendencia, como lo es el control de la pandemia. Sentí que mi vocación debía convertirse en una misión, así que lo hice a través del apostolado con mis amigos.

El Prelado lo escribió en su carta sobre la amistad: “La preocupación cristiana por los demás nace precisamente de nuestra unión con Cristo y de nuestra identificación con la misión a la que Él nos ha llamado”.

Los inicios del Grupo BETA

Soy Roberto y vivo en Quito. En los medios de formación me sugerían aportar al mundo con acciones concretas. Así, creció la inquietud por hacer algo para estar más cerca de mis amigos. La oportunidad se presentó cuando uno de ellos empezó a transitar una dura prueba. Decidí ayudarlo a fortalecer su espíritu porque era ajeno a la parte espiritual.

Después de un largo tiempo de acompañamiento, él empezó a rezar el rosario, a confesarse y a estar más cerca de Dios. Al ser testigo de este cambio, pensé en que más personas también podrían beneficiarse de este acompañamiento.

Así nació el Grupo BETA. Me resultó más fácil acudir a varios amigos y familiares que aunque estuvieran en diferentes países del mundo tenía mucha confianza. Así que empecé a contactarme uno por uno, y les propuse encuentros para conocer mejor la doctrina de la Iglesia.

Roberto y sus amigos en una de sus reuniones virtuales

No puedo negar que tuve varias negativas, pero los que decían que sí, se fueron uniendo. Desde octubre del año pasado, cada jueves nos reunimos de forma virtual. Cada encuentro consiste en 30 minutos dedicados a conocer mejor nuestra fe, instruirnos más y enriquecernos con charlas prácticas que nos faciliten llevar una vida cada día más coherente con lo que creemos. “La labor que ha hecho y hace continuamente el Señor con nosotros, para mantenernos en esa amistad suya, es la misma labor que quiere hacer con otras muchas almas, sirviéndose de nosotros como instrumento” (San Josemaría, Carta 11-III-1940, n. 70.)

Unidos desde todas partes

Hoy en día el Grupo Beta lo conforman personas que residen en distintas partes del mundo.

Desde Tokio (Japón), un país en que el catolicismo casi no existe, las reuniones mantienen conectado espiritualmente a Juan Fernando.

Este apoyo también es importante para Andrés, que se conecta desde New Jersey (USA). Recibe formación para transmitirlo a su familia y colegas.

Pedro, uno de los miembros del grupo, junto a su familia

Pedro es ingeniero industrial, casado hace 17 años con 3 hijos y 2 mascotas sigue los encuentros desde Pereira (Colombia) y para él son un tiempo de reflexión y un espacio de diálogo con otras personas para compartir temas sobre fe.

Desde Colombia, también se une Fernando, que vive en Cali. Es médico, está casado y tiene 3 hijos. Lo unió al grupo la necesidad de acercarse a la Virgen María y conocer más de la fe católica.

Luis, que es guatemalteco, pero vive en Ecuador, resalta que el grupo le ha enseñado la alegría de vivir con Dios y toda su gracia día a día; a santificar cada momento y disfrutar de la vida en Cristo.

Luis, compartiendo con su familia un momento de diversión

También Gerardo, casado hace 17 años y con 2 hijos. El comparte que cada reunión es una oportunidad para aprender y mejorar.

Y finalmente, Patricio. Él es soltero. Su deseo por ser mejor cristiano lo animó a unirse al grupo.

Todos con realidades personales, familiares y profesionales muy variadas, pero unidos por un fin en común.

Apoyo y fraternidad en las buenas y malas

Logramos acompañarnos desde puntos cardinales bien distantes en el mapa, pero cercanos gracias a los beneficios de la internet. Nos damos la mano en lo que necesitamos, vivimos la realidad que nos toca, nuestra debilidad en la enfermedad, pero confiando siempre en Dios.

Muchos enfrentaron la pérdida de seres queridos por la Covid-19, incluso alguno del grupo enfermó y este encuentro cercano con la muerte los llevó a profundizar más en la parte espiritual. Así, el Grupo Beta se convirtió en una bendición, porque los fue rescatando del agobio.

Ha quedado grabada en mi libreta de apuntes una frase de una tertulia del Prelado del Opus Dei, don Fernando Ocariz: “Para perseverar en los propósitos que cuestan hay que soportarse en principios de vida” y todo principio lleva a un fin y el mío está en ayudar a mis amigos a acercarse al Señor. Por eso desde siempre he de dejarme pulir por Él para seguir ese camino de apostolado en modo BETA: “Buscando, Encontrando, Tratando y Amando a Jesús”. (San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios).