Una expedición apostólica y cultural (Parte 2)

¿Quiénes eran los fieles del Opus Dei que realizaron el primer viaje a América con el fin de explorar las posibilidades de empezar el trabajo apostólico en nuestro continente? Conozca sus perfiles, en la segunda entrega de Crónica del viaje por América (Parte 2).

Ignacio de la Concha, uno de los viajeros de la expedición de 1948, era catedrático de Universidad. Otro, José Vila, estaba haciendo su tesis en filología. Este perfil académico les permitió conseguir una beca para financiar parte del viaje y, también, les ayudó a conocer intelectuales americanos.

La idea de realizar un viaje exploratorio por América se fraguó en san Josemaría Escrivá hacia finales de 1947. En aquel momento ya conocía algunos ecos del interés por el Opus Dei en ese continente.

Unos meses más tarde, en febrero de 1948, comenzó su organización. Esta implicaba escoger a los viajeros, trazar el recorrido, conseguir contactos de amigos y familiares en el continente americano y, por supuesto, encontrar la financiación.

Los viajeros

El fundador del Opus Dei pensó en Pedro Casciaro, Ignacio de la Concha y José Vila. El primero estuvo al frente de la expedición. Era el mayor de los tres, tenía por entonces 33 años, y era sacerdote. Casciaro se vinculó a la Obra en noviembre de 1935, mientras cursaba estudios de Arquitectura y de Ciencias Exactas. Al acabar la guerra civil española se licenció en Matemáticas. Escrivá conocía perfectamente su simpatía y don de gentes, tan importante para las relaciones sociales que deberían cultivar en ese viaje; y también su sentido práctico y prudente, por lo que le confió cargos de gobierno de la institución entre 1943 y 1971.

Ignacio de la Concha se licenció en Derecho en la Universidad de Valladolid, donde conoció el Opus Dei y solicitó su admisión en la primavera de 1940. Era catedrático de Historia del Derecho en la Universidad de Oviedo desde 1944; dos años después ocupó esa cátedra en la Universidad de Valencia. También acompañó a Casciaro en un segundo viaje para iniciar la labor estable del Opus Dei en México, en 1949. Regresó a España en 1954, se reintegró a su cátedra de Historia del Derecho (esta vez en la Universidad de Salamanca) y, tiempo después, se desvinculó del Opus Dei. Como historiador del derecho podía allegar contactos del mundo académico americano. De hecho, ser catedrático español era una óptima carta de presentación en las distintas universidades americanas visitadas, particularmente en las de habla hispana. Además, tenía una extensa parentela en México, los Martínez Pando.

Por último, José Vila, el más joven: cumplió 25 años durante el viaje. Había solicitado la admisión en la Obra en Valencia, en 1941. En 1948 era licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Sevilla, y secretario del Instituto de Hispanismo, en Madrid. Vila orientó su carrera académica a la crítica literaria. En 1954 editó su tesis, titulada Procedimientos y técnicas en Rómulo Gallegos, uno de los más importantes novelistas venezolanos. Tuvo una larga carrera dedicada a la crítica literaria. Tenía un alma de poeta que se plasmaba en sus cartas al fundador y a otros miembros del Opus Dei.

Financiación del viaje

La obtención de fondos fue importante para realizar el viaje. Además de pedir algunas donaciones a particulares, los dos académicos de la expedición solicitaron una beca al Ministerio de Asuntos Exteriores, para emprender una misión cultural por América. En aquel momento, era ese ministerio quien otorgaba becas para este tipo de acción cultural en el extranjero.

Presentaron al Ministerio un proyecto con el objetivo de «realizar un estudio sistemático de las condiciones culturales de las universidades y centros científicos superiores». Para ello, definieron algunos campos de estudio y observación.

El ministerio aprobó su propuesta. Por eso, debían dictar algunas conferencias, algo frecuente entonces entre los académicos que recorrían países iberoamericanos. Las embajadas españolas informaban al Ministerio de Exteriores sobre estas exposiciones. Los expedicionarios, por su parte, documentaron su actividad en su Diario de viaje.

El mundo intelectual

Este perfil académico permitió financiar parte del viaje y, además, ayudó a conocer a intelectuales americanos. Ignacio de la Concha y José Vila buscaron dónde impartir algunas conferencias.

En México, dictaron en total ocho: en la Universidad de Puebla, Caballeros de Colón, Círculo Patronal (Puebla); Casino Español, Junta Mexicana de Investigaciones Históricas y en la Escuela Libre de Derecho.

Sus exposiciones trataban de sus investigaciones respectivas. Ignacio de la Concha abordó temas relacionados con el derecho medieval español. José Vila habló de asuntos más poéticos, como "De la soledad a la alegría", "Fe, Patria y Amor", "Novelistas europeos contemporáneos" y "Muerte antigua, muerte moderna".

Estos encuentros académicos les permitieron adentrarse en el ancho mundo intelectual de México, explorar posibilidades de futuros trabajos y conocer a numerosas personas, muchas de las cuales mostraron interés por aquellos profesores y por la institución a la que pertenecían. El 5 de julio anotaron en el Diario:

A las 3 y ½ Ignacio se fue a Puebla (...). En vista de que le invitaron a cenar el rector y algunos profesores de la universidad se quedó a dormir en Puebla, en casa de unos parientes. Después de la conferencia, bastante concurrida y aplaudida, se le acercó un grupo de estudiantes para invitarle a dar otra.

Esos contactos con el mundo intelectual mexicano fueron de gran ayuda cuando al año siguiente Casciaro y De la Concha regresaron para vivir establemente en el país. Desde luego, los viajeros iban conociendo la realidad singular del sistema de enseñanza superior de México y de otros países por los que viajaron.

Al mismo tiempo, los expedicionarios compartían con quienes conocían la noticia del Opus Dei. La Obra tenía gran interés en los intelectuales, ya que reconocía su capacidad para ejercer una influencia significativa en la sociedad. Algunos de aquellos profesores acudieron después a las actividades formativas organizadas por los miembros de la Obra.

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