Siempre es un buen momento para decir que sí

Verónica y Roberto fueron encontrando a Dios en las diferentes etapas de sus vidas, hasta que decidieron dar el sí en el altar. Hoy, ya casados, cuentan lo agradecidos que están con Dios y con todos sus familiares y amigos que los han acompañado.

Verónica y Roberto el día de su matrimonio acompañados por toda su familia.

“Todo llegará a su debido tiempo”, les decía Roberto a sus hijos cuando le preguntaban por qué no se acercaba más a Dios. Y el momento llegó; se encontró con Dios, se bautizó y al poco tiempo se casó ante Dios con Verónica, la mujer de su vida y madre de sus cuatro hijos.

Después de más de 20 años, llegó el día. Familiares y amigos esperaban a Verónica y Roberto en la iglesia. El sol radiante acompañaba la alegría que todos sentían. Dios había llevado a cada uno por su camino, y por fin se unían definitivamente en el sacramento del matrimonio. Los más felices eran sus hijos: Joaquín, Agustín, Emilia y Trinidad.

La ceremonia y la fiesta tuvieron lugar en dos sitios que han resultado trascendentales en su vida; la Iglesia Rectoral San Josemaría y el Club Juvenil Volcán Quizapu. En ambos lugares la familia Aguilar Bustamante ha crecido en la fe y ha descubierto la alegría de vivir cerca de Dios.

Días después del matrimonio, conversamos con Verónica y Roberto. Aquí nos cuentan su historia.

La ceremonia tuvo lugar en la Iglesia Rectoral San Josemaría, en la comuna de La Pintana, una iglesia dedicada a un santo que ha estado presente en la vida de los Aguilar Bustamante.

¿Cómo comenzó todo?

Roberto: “Nos conocimos trabajando en Santiago. Aunque los dos habíamos crecido en el sur de Chile, llevábamos un tiempo en la capital”.

Verónica: “Yo tenía 25 años y Roberto casi 30. Me acuerdo que a nuestra primera cita le llevé pan amasado de regalo” (Los dos se ríen).

R: “Luego de salir un tiempo, decidimos casarnos, aunque solo por el matrimonio civil, porque yo no era católico”.

V: “Aunque no nos casamos por la Iglesia, sí hablamos de que educaríamos a nuestros hijos en la fe”.

Los novios junto a sus hijos Agustín, Joaquín, Emilia y Trinidad.

¿Y cómo recibieron el don de la fe?

V: “Yo nací en una familia católica, donde vivíamos muchas prácticas cristianas con naturalidad”.

R: “Mi camino fue mucho más largo, me bauticé hace un par de meses, casi con 50 años”.

V: “En mi casa aprendí a rezar. Me acuerdo que teníamos imágenes de la Virgen, de santos, entre ellos a san Josemaría. Un hermano mío estudiaba en la Escuela Agrícola Las Garzas y teníamos estampas con su oración… recuerdo que me impresionaba su cara, era un santo distinto a los otros que conocía”.

R: “Mi acercamiento a Dios ha sido un proceso muy gradual. Dios me esperó harto. Ha sido un camino muy de a poco, hasta que llegamos a la cima. El cariño y ejemplo de mi familia y amigos ha sido fundamental”.

V: “Cuando fueron llegando los hijos empezamos a rezar todos juntos y a ir a Misa en familia”.

R: “Mis hijos me empezaron a animar para que me acercara a Dios y recibiera los sacramentos, y yo siempre les respondía que todo llegaría a su debido tiempo. Ha sido un proceso bastante entretenido, bonito, de mucha reflexión; realmente me encontré con lo que estaba buscando, encontré mi lugar en el mundo”.

V: “El día de su bautizo estaba radiante, como lleno de una gracia especial”.

R: “Yo no sé qué habrá visto, pero sí sé que estoy muy agradecido de Dios y de muchos amigos que han estado a mi lado para acompañarme en este camino. A todos nos viene bien que nos den un empujoncito para dar un paso importante en nuestras vidas”.

V: “Éramos muchos los que llevábamos años rezando por ese momento”.

Alegría de un ambiente cristiano

Un punto de inflexión en la vida de la familia Aguilar Bustamante fue cuando sus hijos entraron a los colegios de la Fundación Nocedal en el sector sur de Santiago. Estos proyectos educativos están inspirados en el mensaje de san Josemaría y son impulsados por fieles del Opus Dei y amigos. Con el tiempo, Verónica y Roberto conocieron el club Volcán Quizapu, que ofrece formación humana y cristiana a las familias del colegio Nocedal, y comenzaron a participar.

¿Cómo influyeron los colegios Nocedal y Almendral?

V: “Aunque yo conocía el mensaje de san Josemaría por la Escuela Agrícola Las Garzas, donde estudiaron mis hermanos, y por Portezuelo, donde estudié yo, llegar al colegio Nocedal fue un gran regalo para nuestra familia”.

R: “Para mí, llegar al colegio Nocedal fue un descubrimiento y pude ir superando muchos prejuicios contra la Iglesia y los sacerdotes. Pude conocer a mucha gente que vivía su fe con coherencia, muchos de los cuales hoy son amigos míos”.

V: “También ha sido muy importante el Club Quizapu”.

R: “Sí. Recuerdo cuando comenzó a venir nuestro hijo Joaquín. Al principio no tenía muchas ganas, porque en Quizapu había un rato donde todos tenían que estudiar, pero con el tiempo fue cambiando y ahora él es uno de los que está a cargo de Quizapu”.

V: “Ver cómo Joaquín y luego Agustín fueron creciendo humana y espiritualmente ha sido impresionante”.

R: “Ha habido un cambio del cielo a la tierra en nuestros hijos, han madurado, crecido en su fe, se han formado, los profesores lo empezaron a notar y eso nos hace estar muy agradecidos de Quizapu”.

¿La gente no les ha preguntado por qué casarse después de tanto tiempo juntos?

V: “Sí, claro. Algunas amigas me dicen que a ellas les daría vergüenza, y yo les pregunto: ¿vergüenza de qué?”.

R: “Ahora que tengo fe, veo cómo la gracia de Dios nos ayuda a vivir mejor nuestra vida familiar”.

V: “Es un paso importante; lo más importante es contar con Dios en el matrimonio. Yo lo estaba esperando hace mucho tiempo”.

Los recién casados junto a familias y amigos del Club Volcán Quizapu, lugar donde se realizó la celebración.

¿Y cómo fue la Misa y la celebración?

V: “Todo fue muy familiar. Nos casamos en la Iglesia de San Josemaría, que está entre los colegios Nocedal y Almendral donde estudian nuestros hijos, y la fiesta fue en la casa de Quizapu”.

R: “Estamos muy contentos porque todo salió muy bien”

V: “Todos ayudaron a sacar adelante la celebración”.

R: “A veces nos preocupamos demasiado de lo externo y lo más importante es la gracia que recibimos en ese momento”.

V: “Solo nos queda darle gracias a Dios, a la familia y a los amigos”.

R: “¿Valió la pena esperar 20 años?”

V: “Sí, claro que sí”.

R: “Yo, que recibí la fe casi con 50 años puedo decir que es verdad que los últimos serán los primeros. Soy un agradecido de la vida”.