Lo que cualquier madre haría por su hijo

Amanece el 24 de febrero y escuchamos la noticia de que en la madrugada Putin ha invadido Ucrania. Hablo con Vova, mi hijo de acogida, y escucho al otro lado estas palabras que me hacen reaccionar: “mamá, no quiero morir”... Así comienza el relato de María José, desde Sevilla.

Historia de la odisea para que un menor ucraniano se salve de la guerra y llegue a Sevilla

Los bombardeos cada diez segundos le hacen temer por su vida. Él vive en un centro de acogida en la ciudad de Irpin a escasos kilómetros de Kiev y al comenzar el conflicto se trasladaron a Lvov (Leópolis) a hora y media de Polonia. Este centro está gestionado por una familia que ejerce de tutora legal. Intento por todos los medios que la hija de los tutores legales de Vova acceda a salir de la ciudad y acompañar a la frontera a Vova y otros dos adolescentes -Andrei y Nadia- para poder recogerlos y salvarles la vida.

Finalmente sale ella con sus dos hijos y los tres menores del centro de acogida rumbo a la frontera con Polonia desde Lvov. Conseguimos hacer todos los trámites legales para poder sacarles de allí y lo logramos. Empezamos a hacer las gestiones de los vuelos desde Sevilla a Polonia para acercarnos a la frontera.

En Sevilla cuento con el apoyo incondicional de un grupo de amigas que son madres del colegio donde estudian mis hijos -Tabladilla- y gracias a ellas se inicia una cadena enorme de solidaridad. En poco tiempo me ayudaron a conseguir dinero, ropa y un listado larguísimo de familias dispuestas a acoger a los niños que necesitaran un hogar.

Un matrimonio de Algeciras me llamó al enterarse que quería viajar a Polonia y decidió unirse a mi viaje para buscar a Nadia, que había pasado un verano con ellos hacía unos años en un programa de acogida y que venía con Vova en el mismo grupo. Así que nos fuimos tres para Varsovia el domingo 27 de febrero.

“Mamá, te tengo muy cerca pero todavía no te puedo abrazar”

Yo cogí una mochila con un poco de ropa y mi equipaje fundamental fue una estampa de san Josemaría y un rosario. Gracias a la oración tuve una paz y serenidad inexplicables en esos momentos. Muchas veces me habían hablado de “comunión de los santos” o “abandono en las manos de Dios” y es en este momento donde lo he podido experimentar de un modo más profundo.

Al llegar a Varsovia cogimos un taxi y cuando el taxista supo por qué estábamos allí no quiso cobrarnos por el desplazamiento. Éste y otros gestos similares de generosidad nos llegaron al alma.

Vova, Andrei y Nadia estuvieron más de dos días haciendo una cola de 11 kilómetros hasta llegara a la frontera. Miles de personas teniendo que abandonar su hogar y su tierra. Hacía mucho frío, se alimentaban de salchichas crudas y apenas durmieron por la tensión que sufrían.

Cuando estábamos llegando a la zona comercial donde habíamos quedado en encontrarnos en la frontera, Vova me mandó un audio en el que me decía conmovido “mamá, te tengo muy cerca pero todavía no te puedo abrazar”. El momento de nuestro encuentro fue emocionante. No podíamos contener las lágrimas después de lo vivido en estos últimos días. Además él había tenido que despedirse de su hermano de 20 años que ha sido reclutado para defender su país.

Tengo cuatro hijos y desde hace siete años decidimos mi marido y yo a través de una ONG acoger a Vova -cuando tenía tan solo 9 años- que se había quedado huérfano y vivía cerca de Chernóbil. Ha pasado periodos de vacaciones -Navidad y verano- en estos últimos años y es uno más de nuestra familia. Fue una decisión fruto de sentirme afortunada con mi familia y de preguntarle al Señor “¿Cómo puedo devolverte lo que tú me das?”, y su respuesta fue que surgió la posibilidad de acoger a Vova. Dios lo puso en nuestro camino y ha sido un verdadero regalo para toda nuestra familia. Uno de mis hijos tiene su misma edad y cierto parecido. Cuando íbamos con los cinco niños por la calle me preguntaban “¿Son mellizos?” y uno de mis hijos pequeños contestaba: “uno salió de la barriga de mamá y el otro se lo trajo Dios”. Y así fue.

Dos autobuses para 50 personas, rumbo a Sevilla y Algeciras

En estos momentos, gracias a la colaboración de mucha gente sensibilizada con la situación se han podido gestionar dos autobuses de 50 personas cada uno que llegarán en estos días uno a Sevilla y otro a Algeciras y ya tienen donde ser acogidos. 

Rezando por la paz podemos hacer algo muy grande y poniendo cada uno nuestro grano de arena aliviar el dolor de tantas personas que podríamos ser cualquiera de nosotros.

Muchas personas me dicen “eres una heroína” o “ha sido una auténtica proeza” y yo solo pienso que he hecho sencillamente lo que cualquier madre haría por su hijo.