Fiel hasta el final

Hizo lo que había que hacer y estuvo en lo que hacía. Juan Cox Huneeus fue el primer numerario de la Obra en Chile, y el gran sentido de su vida era ser del Opus Dei y estar disponible para desarrollar la labor apostólica. Un hombre “profundamente piadoso”, como comentó de él san Josemaría. Consumió sus últimas energías en tratar a Jesucristo, su gran amor.

Un hombre versátil que puso sus habilidades al servicio de Dios

Médico cirujano de la Universidad Católica, al borde de sus cuarenta echó los fundamentos y se convirtió en el primer director del colegio Tabancura. Tras un largo período docente en distintos establecimientos regresó al ejercicio de su profesión, para después apoyar los comienzos de la escuela de Medicina de la Universidad de los Andes como su primer director de estudios. Versatilidad es la palabra para intentar resumir sus 89 años de vida. Tenía esa cualidad de hacer cosas diferentes, porque sus capacidades e inclinaciones eran variadísimas. Pero la dispersión no existía en él. Se concentraba con facilidad en lo que correspondía, hacía lo que había que hacer y estaba en lo que hacía.

Juan Cox Huneeus nació el 11 de junio de 1932 y murió el pasado 15 de noviembre. Hijo de Eduardo y Yolanda, segundo de siete hermanos. El diario de la Residencia Universitaria Alameda, el primer centro del Opus Dei que conoció cuando era estudiante de Medicina, consigna que asistió a la primera meditación en septiembre de 1953. Esta iniciativa apostólica pionera en Chile, impulsada por don Adolfo Rodríguez al iniciar las labores del Opus Dei en nuestro país, contó con el decidido apoyo de su abuelo, don Francisco Huneeus, quien tenía una gran estima por el joven sacerdote recién llegado. Al año siguiente Juan pidió la admisión como numerario, el primero de Chile. La carta que escribió al fundador está fechada el 26 de junio de 1954, el mismo día y mes en que al cabo de veintiún años san Josemaría partiría de este mundo y que ahora es su fiesta litúrgica.

“Excelente desde todos los puntos de vista”: así lo describió don Adolfo Rodríguez, el primer sacerdote que vino a Chile para hacer el Opus Dei, en carta a san Josemaría (en la foto con José Manuel Domingo).
“Excelente desde todos los puntos de vista”: así lo describió don Adolfo Rodríguez, el primer sacerdote que vino a Chile para hacer el Opus Dei, en carta a san Josemaría (en la foto con José Manuel Domingo).
Juan pidió la admisión como numerario del Opus Dei, el primero de Chile, el 26 de junio de 1954, el mismo día y mes en que al cabo de veintiún años san Josemaría partiría de este mundo

De familia muy creativa –con unos cuantos artistas–, Juan siempre fue original y de una gran libertad interior. Tenía su genio y carácter enérgico, pero era al mismo tiempo educado y amable. Afectuoso. De excelente humor, alegre y sobrio. Sabía de un cuanto hay. Si un tema lo atraía, lo estudiaba a fondo. Casi un enciclopedista, se interesaba por todo. Le apasionaba la filosofía, la historia, la ciencia –siempre leía publicaciones con los últimos avances médicos–, la música, el deporte… Practicó el tiro y la caza cuando podía, el tenis hasta una edad muy avanzada. Era al mismo tiempo práctico y aterrizado. Hay que manejar tomando el volante con las dos manos, solía advertir al conductor cuando iba de copiloto.

Siempre dispuesto a lo que le pidieran

El gran sentido de su vida fue ser del Opus Dei y estar disponible para continuar haciéndolo. “Excelente desde todos los puntos de vista”: así lo describió don Adolfo Rodríguez en carta a san Josemaría. Y solía ser más bien parco en sus juicios este sacerdote –más tarde obispo de Santa María de los Ángeles– que eligió el fundador para comenzar la Obra en Chile.

En agosto de 1958 Juan se embarcó en Buenos Aires rumbo al Colegio Romano de la Santa Cruz, en la Ciudad Eterna. Muy cerca de san Josemaría, hizo estudios de filosofía y teología y conoció en profundidad el espíritu de la Obra. Alcanzó el grado de doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Lateranense en 1961. Ese mismo año fue nombrado vicesecretario de san Gabriel en el Consejo General del Opus Dei, para ocuparse de la labor de formación de los supernumerarios, cooperadores y otros hombres de muchas nacionalidades, en su mayoría casados y padres de familia.

Siempre dispuesto a lo que le pidieran, por deseo expreso de san Josemaría, regresó definitivamente a Chile en 1964 con un valioso bagaje a cuestas. A Roma volvería en varias oportunidades: en 1975, para participar en la elección del primer sucesor del fundador al frente de la Obra, el beato Álvaro del Portillo; diecinueve años después, del segundo, don Javier Echevarría; y en 2002 para la canonización de san Josemaría.

A la par de su trabajo como médico en el Hospital Salvador, Juan dedicó esos años a atender la labor apostólica con estudiantes secundarios. No pocos recuerdan la pasión con que organizaba actividades complementarias, como el aeromodelismo, las excursiones o la fotografía. Así fue adquiriendo una experiencia que le sería muy útil –como la romana– para un futuro colegio masculino, que algunos padres de familia querían levantar lo antes posible, pidiéndole a la Obra que se encargara de la formación espiritual. Los promotores buscaron el equipo de profesionales y el lugar adecuado. Se eligió como director al Dr. Cox, y en marzo de 1970 comenzaron las clases en el Tabancura, desde kínder hasta octavo básico. A cincuenta años de su fundación, Juan volvió al colegio muy emocionado para reunirse con grupos de alumnos un par de semanas antes de morir.

A cincuenta años de su fundación, Juan volvió al colegio Tabancura muy emocionado para reunirse con grupos de alumnos un par de semanas antes de morir.
“Ha hecho mucho bien con su entrega y con su vibración apostólica: durante sus años en Roma, en los inicios del colegio Tabancura, del que fue su primer director, y estando siempre disponible”, dijo el prelado del Opus Dei

Fue profundamente piadoso

Leal a la palabra dada y a los compromisos adquiridos, el rasgo recurrente de este primer numerario chileno es la fidelidad a su vocación. Dio un testimonio de coherencia cristiana a lo largo de toda su vida. El amor a Dios lo movía a cumplir, con su proverbial acuciosidad, las prácticas de piedad diarias que contempla el espíritu del Opus Dei. Empeñándose para crecer en las virtudes cristianas –al calor de sus múltiples intereses y aficiones–, alcanzó la meta en la Obra, su familia sobrenatural.

En la homilía de su Misa funeral, el padre José Miguel Ibáñez, tan de la primera hora de la Obra en Chile como Juan –cuánto se conocían– contó que habían vuelto a coincidir en un mismo centro el último año. Y no dudó en subrayar el amor a Jesucristo como su cualidad sobresaliente. Fue un hombre “profundamente piadoso”, comentó de él san Josemaría en alguna ocasión. Pese a lo disminuido que estaba en su ancianidad, ponía gran esmero en cuidar sus tiempos dedicados al Señor en exclusiva. Y cuando las fuerzas le escaseaban, sufría. Sufría, pero se consolaba pensando que el Señor le adelantaba el purgatorio.

“Ahora continuará muy pendiente de todos, ayudándonos con más eficacia en el desarrollo de la labor en estas tierras, donde él plantó la semilla de la Obra”, escribió el prelado de la Obra, mons. Fernando Ocáriz (con Tomás González en la fotografía).

Como afirma en la carta que escribió a sus hijos de Chile el prelado de la Obra, mons. Fernando Ocáriz, “Juan ha sido un hombre fiel hasta el final, que ha hecho mucho bien con su entrega y con su vibración apostólica: durante sus años en Roma, en los inicios del colegio Tabancura, del que fue su primer director, y estando siempre disponible para lo que se necesitase. Ahora continuará muy pendiente de todos, ayudándonos con más eficacia en el desarrollo de la labor en estas tierras, donde él plantó la semilla de la Obra”.


El Colegio Tabancura, del cual fue su primer director, publica una nota en su memoria, en la que destaca, entre otros: "Conocía a sus alumnos. ¿Cómo? De una manera muy simple: interesándose por ellos, por sus familias, por sus vidas. Dentro de lo que cabe entre un profesor y un alumno, tenía amistad con ellos. A juzgar por los testimonios que nos llegan de los ex alumnos, quizá tenía una debilidad especial por los tenistas, con quienes jugaba incluso en horarios de clases".

Leer: En memoria de Juan Cox Huneeus, primer director del Colegio Tabancura.