Un encuentro especial de Navidad

Belén es estudiante de Dirección Coral y, como voluntaria de Impulso Social, hace 3 años que visita los sábados por la mañana a pacientes del Hospital Central de Mendoza. En esta nota cuenta cómo, un encuentro casual en el hospital, llenó de sentido su Navidad.

Hace 3 años que conImpulso Socialvisitamos todos los sábados a pacientes del Hospital Central de Mendoza. Llegamos a las 10 de la mañana, subimos al sexto piso que es donde está la capilla, saludamos a Jesús, y nos dividimos en grupos para empezar nuestro itinerario de visita por los cuartos. En la capilla, la pastoral del hospital nos brinda un informe con el nombre de los enfermos que se encuentran solos y los cuartos en los que están internados. Así es como pasan nuestro sábados por la mañana: cantando y sumando charlas y encuentros que transforman el corazón. Es impresionante cómo la música logra llegar al alma y conectar con las personas.

Es impresionante cómo la música logra llegar al alma y conectar con las personas.

De todos los encuentros que tuve, me quedó muy grabado el de Estefanía: mientras caminaba con la guitarra al hombro por el pasillo interminable del hospital, le iba diciendo a María que me ayude a llevar un poco de su consuelo a la persona que estuviera allá dentro. Llegué a la habitación y quedé impactada con la escena: una mujer, como de unos 30 años, cubierta de gasas y con la mirada lúcida, pero embotada, como si estuviera agotada de mirar hacia un futuro incierto. Los demás enfermos del cuarto estaban acompañados, pero ella estaba sola.

Si bien voy todos los sábados al hospital, los mismos sentimientos se repiten una y otra vez antes de hablar con cada paciente: incertidumbre, miedo, “¿qué le voy a decir?”, “¿y si no quiere hablar?”, “uy, encima vengo con la guitarra, quizás le resulta molesto…”. Por alguna razón eso no me pasó con Estefanía, de un momento a otro sentí unas ganas intensas de mirarla y poder charlar con ella.

Por alguna razón eso no me pasó con Estefanía, de un momento a otro sentí unas ganas intensas de mirarla y poder charlar con ella.

Fue entonces cuando le pregunté su nombre y entendí la gravedad del asunto: estaba conectada a una maquinaria llena de cables y se comunicaba a través de gestos, tenía una traqueotomía. Fue ahí cuando se me ocurrió prestarle mi celular: ella escribía, me lo daba, yo leía y le contestaba oralmente. Me acuerdo que le pregunté sobre una pulsera que tenía con una medalla de la Virgen. Aún conservo la nota en mi celular que dice: “Me la regaló un hombre que tiene lo mismo que yo, Miastenia gravis, es una enfermedad que ataca los músculos. Mi recuperación es lenta, no veo la hora de irme, extraño a mis hijos”.

No sabía qué era Miastenia y desconocía por completo la causa. Sin embargo, en ese momento no me importaba en absoluto. Yo sólo veía a una mujer sufriendo, no sólo por su enfermedad, sino porque extrañaba a sus hijos.

por dentro sentía que me hacía bien, me sacaba de la indiferencia, me ayudaba a conectar con el dolor de los demás, y, si Dios me ayudaba, podría llevarle un poco de su Paz y Alegría.

Un familiar interrumpió la escena y yo me fui de ese cuarto sonriendo, pero con un nudo en la garganta. ¿Volvería?, ¿sería capaz de soportar una escena así otra vez?", “esto me hace muy mal”, pensé. Sin embargo, por dentro sentía que me hacía bien, me sacaba de la indiferencia, me ayudaba a conectar con el dolor de los demás, y, si Dios me ayudaba, podría llevarle un poco de su Paz y Alegría. Comencé a verla los siguientes sábados, habrán sido 2 o 3 más. Hasta que un día volví y no la encontré más, desde marzo que no volví a saber de ella.

Al cerrar la puerta me acordé de la insistencia del Papa Francisco en recordarnos la importancia de vivir aquello que Jesús nos dice: que Él está donde están los pobres, los enfermos y los que sufren; así lo sentí.

Este año, para Navidad, quisimos hacer una actividad especial. Nos juntamos el sábado 7 de diciembre unas 30 chicas y preparamos un concierto de villancicos en el hospital, junto con regalos para los enfermos y tarjetas navideñas. Para mi sorpresa, entré en una habitación y estaba Estefanía. No se acordaba de mí, pero en cuanto comencé a hablarle y a decirle que rezaba por sus hijos su rostro se iluminó. No podía hablar mucho porque su situación parecía haber empeorado pero me dijo con una voz difusa: “¡Qué lindo encontrarnos justo para Navidad!” Para mi fue suficiente. Le cantamos un villancico, le di una tarjeta de Navidad y seguimos el recorrido por el hospital. Salí de ese cuarto muy diferente a como había entrado. Al cerrar la puerta me acordé de la insistencia del Papa Francisco en recordarnos la importancia de vivir aquello que Jesús nos dice: que Él está donde están los pobres, los enfermos y los que sufren; así lo sentí. En esta Navidad, el Niño Dios quiso estar muy cerca nuestro y hacerse presente en ese encuentro casual con Estefanía.

Belén Río

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Impulso Social es una organización que tiene como objetivo formar en compromiso social a mujeres jóvenes, desarrollando proyectos que combinan acción y reflexión. Trabajan en contextos vulnerables, en red con otras organizaciones. Conocé más: https://impulsosocial.org.ar/